Todo muy mórbido
Algunas reflexiones en una búsqueda desesperada por entretenimiento ligero.

El jueves fui asaltado por la hipocondria y decidí cenar "sano". Me preparé una pechuga de pollo con unos buñuelos de calabaza y una pequeña ensalada. Di por finalizado este festival de sabores faltándome el respeto: encendí un porro.
En súbita algarabía, decidí entretenerme con el noticiero. Celebro la idea del noticiero como anecdotario y lamento que en los últimos años el formato de "magazine de la tarde" haya perdido potencia.
Sintonicé Telefé Noticias, que acompañó mi humor ligero con informes sobre reyertas vecinales y una suerte de estudio de personaje del fundador de La Salada. Mis lectores foráneos quizás nunca hayan escuchado hablar de La Salada - es una suerte de Dover Street Market.
De repente, el tono de la transmisión cambió. El ambiente se volvió pesado, el presentador pasó de la condena superficial de un ladrón de propiedad intelectual a la vergüenza de ser humano. Comenzó un reportaje minucioso sobre un filicidio que tomó lugar en Villa Crespo esa semana. La cobertura incluyó un análisis grafológico de la carta de la asesina - bueno, llamarla carta resulta solidario, era una hoja de papel manchada con sangre de las víctimas, con un remolino de frases sueltas en un trazo casi infantil.

No quiero ponerme en gordo Network (1976, Dir. Sidney Lumet), pero tiene que haber secuelas psicológicas de que todo el mundo invite a su casa, todos los días, a esas anomalías siniestras e indescrifrables - y estas secuelas han de ser tan duraderas como escurridizas.
Estaba de muy buen humor, concluyendo una semana complicada - queda bien decir que uno tiene semanas complicadas, queda mal tenerlas - así que no podía hacer el trabajo del diablo y dejar que la vileza monopolice mi atención. Decidí abrir Netflix y buscar algo "subido de tono" (Bañeros 4 o similar). Pero mi búsqueda por algo interesante pero pasatista se probó más demandante de lo que esperaba. Agoté el catálogo cómico de Netflix, revolviendo entre lo ya visto y lo inmirable. Entonces, decidí ir a buscar entre los documentales.
Giré el carousel de "aclamados por la crítica" y encontré la misma sordidez de la que intentaba escapar. Paso a enumerar, pidiendo disculpas por lo haragana que puede resultar esta demostración:
- "Jimmy Saville: Una historia de terror británica (...) sobre el pedófilo Jimmy Saville."
- "The Keepers (...) monjas sospechan que hay abuso en la iglesia"
- "Pesadilla de un secuestro en California (...) en esta serie documental, una pareja que denuncia una intrusión y secuestro es acusada de fingir el incidente" Nota del editor: Esta me pareció interesante.
- "La dama del silencio (...) esta escalofriante búsqueda de un asesino serial de mujeres mayores en Ciudad de México..."
- "Apollo 13 Supervivencia (...) historia de la misión lunar Apollo 13 y su tripulación." Nota del editor: Va durísimo.
- "Amor, acoso, asesinato" Nota del editor: "Amor" está muy bien. "Acoso" ya juguetea con lo criminal, pero puede terminar con un llamado de atención. "Asesinato" suele requerir un accionar un poco más severo.
Oculto tras este collage de miseria humana, de repente encontré a un viejo amigo: un documental que una vez intenté ver, pero del que pronto desistí: Mi maestro el pulpo.
Mi maestro el pulpo trata sobre un fotógrafo de vida marina y buceador que se hace amigo de una pulpa. Nadie es asesinado, nadie es mutilado, nadie es siquiera maltratado. Solo un hombre, su amor por la vida silvestre y un amigo de otra especie. Es uno de los documentales más aburridos que he visto en mi vida; perdoname, Dios.
Hay que encontrar un balance entre la peor propaganda contra la especie humana y algo tan naif que resulte soporífero.
Tragedias
Aunque a veces ocurran cosas malas, y estos sucesos puedan albergar verdades que vale la pena ir a buscar, sólo contar historias de tragedias intensas y depravadas es demasiado perezoso. Sobre todo cuando las tragedias en la vida de la mayoría de las personas no son explosivas ni sangrientas, sino silenciosas y prolongadas. En la vida real, la tragedia es rizomática, avanza en murmullos, operando de miles de maneras diferentes, perforando la estructura. No es una bomba, es una plaga de termitas.

Hace poco vi The Florida Project (2017, Dir. Sean Baker). Creo que una de las características más interesantes del film es que los puntos de inflexión que conducen obligatoriamente al climax de la película pasan desapercibidos. Uno quiere creer que el ritmo del film - que avanza inocente, sin puntuar sobre lo trágico - hace justicia a la percepción de la protagonista, una niña de 7 años. Pero en realidad hace justicia a la percepción de cualquier persona sobre su propio día a día. Los días se arrastran y van irrumpiendo en su vida retazos de diversas tramas ajenas. No se les da importancia porque no se las toma como propias hasta que se vuelve obligatorio. Muchas cosas pueden "pasar a mayores" - pero por lo general, nunca pasa nada.
De todas formas, buscar lo espectacular puede ser valioso. No creo que el arte "realista" sea necesariamente mejor que el arte "poco realista". El arte no tiene que ser verosímil en un sentido literal sino emocional. Podemos tener una historia sobre duendes microscópicos que viven en la toalla con la que le secan la nuca al Chiqui Tapia, pero no podríamos aceptar que uno de esos duendes se amigue con el asesino de su hijo.
Lo espectacular puede ser más expresivo y divertido que lo rizomático, lento y realista. Sin embargo, en el true crime, ese valor de entretenimiento tiene un alto costo moral. ¿Quién se divierte, quién se beneficia y por qué tenemos que exhibir un cadáver real para que el público se interese?

¿Para qué sirve el mainstream?
Hay una infinidad de formas de pensar en el arte y su función en el mundo. Puede asignarsele al arte el lugar de algo necesariamente enrevesado que uno tiene que estudiar e interpretar mediante diversos lentes para aprobar un exámen. Puede considerarse al arte como propaganda - bajo este lente, el arte "baja data" (término que se usa mucho en mi entorno y que nunca olvido decir que aborrezco); el buen arte "baja buena data", el mal arte es una psyop del contrincante. Esta visión del arte me parece tan tosca y nociva como la de los ejecutivos que le asignan el rótulo ofensivo de "contenido" y lo someten a métricas de SaaS.
Podría seguir enumerando interpretaciones posibles - incluso algunas de mi agrado - pero no es el punto, el punto es que independientemente de cómo uno piense al arte, la mayoría de la gente va a cumplir con cierto patrón de consumo, y si no somos sensibles a él, vamos a dejar a toda esa gente desamparada. Y en ese desamparo, no van a dejar de leer, desconectar el televisor para siempre, o demoler las salas de cine. En ese desamparo, van a ser encontrados por aquellos que no crean en el arte, sino en la propaganda y el contenido.
La mayoría de la gente consume arte: