Apología al burnout
Cómo instrumentalizar el teatro del trabajo

¿Qué tal?
Espero que estés teniendo un buen domingo.
Esta edición será un tanto más fragmentaria que las anteriores. Mi idea es cubrir algunas problemáticas relacionadas, sin forzar vínculos. Vos entenderás y crearás tus propias conexiones. Algo que esta edición tiene a su favor es el hecho de que cada sección se corresponde con una conversación que tuve con una persona que conozco AFK, en los últimos días. En cierto sentido, es el sustrato de esas conversaciones.
Mi canción de la semana es “Suspended in Gaffa“ de Kate Bush:
Gen z boss & a mini
@corporate.sweenPre-Layoff Ritual ⚡️ #corporatehumor #workhumor #officehumor #saleshumor #layoffs #coworkers @tbh skincare
Tiktok failed to load.
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Durante una época de prosperidad en la que los VCs tenían la pollera mucho más corta, se popularizó el mito de que las mujeres lindas que ocupaban puestos irrelevantes en startups estaban ahí para atraer y retener developers.
Estos developers permeables al sexo ofrecido pero extremadamente talentosos en lo técnico, serían quienes construyeran valor real (tm) para la compañía. Entonces, el rol del eye candy, más allá de contestar mails y evangelizar sobre el buen uso de Monday[dot]com, era análogo al de una porrista: Deployá 10 nuevas features este quarter, o Stacy estará decepcionada.
Por supuesto, en su sexismo y culorrotismo, esta lectura peca de reduccionista. En particular porque, si bien puede tener algunos aciertos de diagnóstico de cara a la estructura de la situación, le baja el precio al rol de la fémina involucrada, creando una dicotomía entre hombres-técnicos que trabajan y mujeres inútiles que instumentalizan su belleza para parasitar. Corresponde con un modelo de mundo demasiado unidireccional y llano como para tener sentido. Es un nivel de análisis similar a “los perros son nenes y los gatos son nenas”. Salita Celeste-pilled, hora de la siesta-maxxing.
Cuando me refiero al rol de esta muchacha imaginaria, no considero solo su función como musa para un Sr. React Developer. Roles feminizados como “community builder”, “community lead”, “developer advocate” o cualquier otra cosa vinculada a “growth” tienen un potencial increíble. Básicamente, un departamento de “growth” o “community” puede funcionar como una fábrica de psyops comercialmente útiles, que fidelicen a la audiencia construyendo un imaginario cultural que les de un lenguaje para articular sus pulsiones aspiracionales.
El marketing tech/web3 establishment-fiendly/B2B es aburrido porque quieren que lo sea. Nos encerramos en un lugar de irrelevancia cultural porque la mayoría de mis colegas no están calificados ni emocionalmente predispuestos para responsabilizarse por este tipo de cosas. No leen, no son creativos de ninguna forma interesante, y no saben tomar distancia de la cultura para analizarla. No son científicos, son sujetos de experimentos que replican lo que les sucede sin entenderlo. Si tu head of growth no encaja en esta descripción, presentámelo, debemos protegerlo como una suerte de E.T. corporativo.
Como fuese, más allá de lo formativo, el potencial del eye candy nunca es explotado porque la cultura en la que operan ejerce una represión mal colocada sobre la carga libidinal. Tenés a un montón de jóvenes solteros, ganando mucha guita, y pasando mucho tiempo juntos. Entonces, en un intento de minimizar comportamientos potencialmente problemáticos (estar borracho a las 3 de la tarde, polémicas lúbricas entre empleados), los infantilizas. Divertirse es comer una barra proteica y grabar TikToks parodiando alguna serie de moda. Cuando marcas un deal como cerrado, el CRM tira confetti.
El mundo es más permisivo de lo que parece
En una de las primeras entregas de este newsletter, muy anterior a la prestidigitación del rebranding, argumenté que la mortalidad es una buena razón para la optimización de procesos. Voy a serles honesto: Si no quieren leer ese artículo, no los voy a obligar. No es bueno. Pero la idea es interesante, al menos como doctrina personal.
Veo un factor común en buena parte de mis colegas y amigos: Todos nos tomamos nuestro trabajo muy en serio. Y la mayoría tenemos un trabajo que conlleva una posición de privilegio institucional, cultural, financiero, 2/3 o 3/3.
Tengo una leve ventaja sobre algunos de mis amigos, ventaja que intento instrumentalizar positivamente. En síntesis, tuve mi primer proyecto editorial en 2014 (por supuesto, fracasó), y desde entonces no dejé de laburar. Entonces, amaso unos 10 años de tirar mierda a la pared a ver qué se pega.
Entonces, suelo detectar a gente de mi entorno cayendo en vicios que yo superé hace tiempo, meramente porque me agotaron. Ser un neurótico es muy demandante. Mi trabajo no es tan importante para el mundo. Es importante para mí porque necesito mantener cierto estándar de bienestar y porque me hace profundamente feliz. Pero si lo único que hiciera fuese trabajar, el exceso convertiría a la alegría en hartazgo. Todo puede ser una prisión, la única condición es que sea inescapable.
Creo que faltarse el respeto auto-esclavizandose es también una manifestación de una pulsión de muerte no-domesticada. A menos que uno sea beneficiario de algún milagro Hollywoodense, para amasar una fortuna va a tener que vivir mucho tiempo. Con esto no estoy condenando fumar 7 cigarrillos al hilo, tanto como estoy condenando sobreexigirse hasta un punto en el que uno no tiene resto. Hay que proteger el resto. Si no, cuando surja un imprevisto (y va a surgir), va a agarrarte fatigado. Y la fatiga, el resentimiento de la vocación que se tornó castigo, y cierta desesperación que hace que uno se sienta muy solo, van a llevarte a tomar malas decisiones.
El año pasado, comencé a tener un perfil de cliente un tanto más intimidante que antes. Startups que habían levantado 10 veces más capital que mis clientes anteriores (>10M/ronda), fondos de inversión, etcétera.
En etapas anteriores, cuando la situación comenzaba a ponerme nervioso, me decía “Si estás en un contexto tan humilde y ya sentís que estás a la vuelta de un bobazo, ¿Qué te va a pasar cuando esto escale? ¿Te vas a morir?”. Ahora, empecé a ponerme un único objetivo: “Pase lo que pase, no te pongas nervioso.” Si no sabés de qué agarrarte para lidiar con cierta situación, elegí no ponerte nervioso.
Esto tiene sentido por tres razones:
- Cuando te pones nervioso, se nota y eso debilita tu posición en una potencial negociación.
- Si estás nervioso, no generás confianza. No te pone nervioso ir al supermercado a comprar un six pack porque lo hacés todos los días. La vida que querés es una en la que aquello que te pone nervioso se tornó cotidiano.
- El nerviosismo “pica”, genera un sentido de urgencia injustificado y enrarece el juicio - si elegís nervioso, es raro que elijas bien.
Este consejo aplica a situaciones de estrés. Para el día a día, recomiendo una suerte de detachment analítico, que algunos llamarían “sprezzatura”. Pero la spretzatura sería más bien un aliado performático. Lo que yo propongo es otra cosa.
Básicamente, cuando uno empieza a percibir estos saltos cualitativos, en los que uno tiene cada vez conversaciones más interesantes, en lugares más extraños, y con más en juego; activa un modo de sobrecorrección y prevención obsesiva de errores. Sobre todas las cosas, esto se basa en cierto síndrome del impostor. Todo se siente frágil, nada tiene repuesto, y todos los errores son finales. Todo es una sentencia de muerte.
En realidad, el mundo es más permisivo de lo que parece. Esto no significa que uno debría buscar activa y lúdicamente mandarse cagadas caras, o que uno debería ser indolente. Pero ese baseline de estrés que hace que todo se sienta importantísimo es un yunque. Buscá, motivado por pasiones alegres y objetivos contundentes, sé curioso, no te mientras, pero tampoco te preocupes al pedo. La vida no es corta, es larguísima.

Taoísmo corporativo

Conozco pocas empresas que estén pecando de hacer demasiado poco. La mayoría está en un estadío de frenesí en el que hace mucho, sin contar con los mecanismos para medir resultados.
Esta hiperactividad sin accountability lleva a un desperdicio de recursos que puede poner en una situación de desventaja seria a actores pequeños/incumbentes. Además, expandir operaciones con pocos recursos y sin un foco es una fábrica de emergencias. Emergencias cuyo potencial impacto negativo tiende a infinito.
En función de esto, recomiendo que, ayudado por tu framework de preferencia (OKRs o similiar), ejerzas lo que yo apodé “taoísmo corporativo”. Básicamente, hacer sólo aquello que te deje lo más cerca del ROI posible, con el menor esfuerzo posible. Siempre hay que ir por el camino de menor resistencia, playbook be damned. La escala es una forma de fuerza bruta que suele justificar un manejo irresponsable de recursos. También es una forma de pensamiento mágico: “Si le tiro mucha guita a esto, la escala misma va a hacer el trabajo por mí”.
El hecho de que buena parte de tu competencia incurra en estos errores de juicio constituye una ventaja competitiva interesante para vos. Mi playbook actual tiene como pilares la economía de recursos, buenas ideas (forzadas por esta restricción auto-impuesta) y medición de resultados.
Comentarismo
Uno de los factores que justificó el cierre de la primera iteración de Nada Respetable, que corrió entre 2018 y early 2023, fue el hecho de que nunca logramos una relación con la coyuntura que me agradara.
A veces uno tiene que anclarse en un suceso reciente como ejemplo ilustrativo de un fenómeno, o al menos, como excusa para discutirlo. Pero si uno se obsesiona con “ser de actualidad”, pronto va a encontrarse víctima de agendas de terceras partes, a las que debe sumarse en una suerte de “swim or sink” mediático. Eso puede ser un empleo. Dudo que sea una carrera para la mayoría de la gente. Y sea lo que sea, no es trascendente.
Los análisis de conyuntura con pretenciones intelectualoides, por lo general, adolescen de un “yo” glotón, que tiene que devorarse el texto mediante anécdotas íntimas o impresiones personales sin mucha novedad o profundidad. Por lo general, esta estafa en la que literatura del yo se vende como divulgación teórica toma lugar cuando se carece de:
- Ideas
- Herramientas para articular la teoría y el presente
Ahora bien, este tipo de columna, que abunda en publicaciones de la intelligentsia porteña, está ocupando un lugar que puede ser tomado por zoomers mucho más capaces. Ahora bien, para ocupar ese lugar, van a tener que seguir estos consejos:
- Maten al profesor interior, olviden la respetabilidad de la academia. Ya sabemos que saben, y no nos importa. Digan algo nuevo y propio, aunque sea una estupidez. Gente menos formada les está ganando porque se liberaron del sentido de solemnidad que los está castrando a ustedes.
- Busquen una forma estética en el texto. No tienen por qué escribir ficción. Pero esa gente que la pegó haciendo de cuenta que sus anécdotas de “chongueo” son un aporte valioso al estudio del neoliberalismo ganaron porque un análisis frío de Hegel es mucho menos convocante que 70 anécdotas sexuales, aunque quien las cuente no sepa cómo se siente acostarte con alguien que no desprecies. Eso sólo las hace más interesantes.
- Construyan un personaje, hagan una ficción del “yo” con valor de entretenimiento. Los grandes homosexuales que marcaron la cultura del Siglo XX lo hicieron. Capote es un gran ejemplo - el personaje se lo comió, y él tenía ciertas flaquezas espirituales que lo hicieron quebrar, pero eso no borra el mérito. Hoy tenemos una cottage industry de gente que comenta pero no le sabe añadir valor a su comentario. Por eso consiguen una cámara y lo único que se les ocurre es poner gente a charlar como si estuvieran en un asado. Gente sola vive vicariamente a través de eso. No queremos un mundo donde eso sea necesario. Entonces, el arte de la presencia ya no basta, hay que entretener. Ese objetivo abre un espacio (aunque esa modesto) para el arte. Y en esa brecha donde entra el arte, se encuentra lo memorable y lo trascendente, aunque sea por un momento.
Bueno, suficiente.
Hasta el próximo domingo,
Aaron
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