"Palermo incómodo" (o "Quiero sentarme en una mesa y que venga un mozo con un moñito")
Una exploración de "Palermo Incómodo" y sus consecuencias.

Es sabido que, en épocas de crisis, a los ricos les agarra cierto sentido de solidaridad, vergüenza, temor, y disforia de clase. En ese contexto, las marcas de alta costura dejan de exhibir sus logos en sus productos de una forma que pueda resultar ofensiva o vulgar. La idea es que la gente está sufriendo y hay que leer la habitación. Para reapropiarme de un dicho cultural, “No se usa Gucci frente a los pobres”.
A mi parecer, ese tipo de modestia es problema de la gente con dinero heredado. Personalmente, soy un negro con plata. Y para peor, un negro que empezó a hacer plata durante una crisis. Así que no voy a pretender que no tengo plata puesta encima. Es una corona de laureles, soy un sobreviviente.
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Pero, más allá de mi biografía, es innegable que esa tensión entre el tener y hacer de cuenta que no se tiene suele traer consecuencias muy graciosas.
Palermo Incómodo
Hoy mismo, en la plataforma de Elon Musk (como sea que se llame), una muchacha compartió una foto de un "falso almendrado” que le sirvieron en un restaurante de Chacarita.

La foto tuvo cierto revuelo, y es comprensible por qué. Más allá del approach deconstructivista al almendrado (postre argentino que debería verse más o menos así), la foto está llena de detalles repugnantes. Desde la suciedad del plato, hasta lo violentamente percudida que está la mesa.
Esto constituye un ejemplo casi surrealista de lo que bautizaré "Palermo Incómodo".
“Palermo Incómodo” es una oleada de restaurantes y cafeterías donde conviven el concepto de "Cocina de autor" (pero no se sabe quién es el autor) y cierta pretensión de peso de clase/look "barrial", "obrero", progre.
Estas pretenciones terrenales, humildes y genuinas son manifestadas a base de incomodidad. Las sillas (si hay sillas) son incómodas. Si hay salón, es pequeño y poco cuidado.
Podría delirar e intentar trazar correlaciones que no vienen al caso. Por ejemplo, si el nombre de un restaurante consiste de una sola palabra que podría sindicar casi cualquier local o cosa, es muy probable que pertenezca a Palermo Incómodo.
Pero, hablando en serio, las características de Palermo Incómodo son:
- Falta de mesas o mesas a la calle
- Sillas incómodas (o asientos que no son sillas)
- Porciones y emplatados miserables
- Precios altos
- Guiños estéticos a las clases populares
En resumen, Palermo Incómodo es una carta de vinos de 6k para arriba, con un telón de fondo de apelaciones a un imaginario "popular" en general o peronista en particular. Es una sola persona atendiendo, cobrando, y preparando.
No hay café ético bajo el capitalismo
Si bien me atribuyo el rótulo, no soy el primero en apuntar las características y falencias del modelo comercial de Palermo Incómodo.
Hace unas semanas, Carolina Aguirre tuvo un meltdown en Instagram porque está cansada de cafeterías de especialidad que minimizan costos precarizando la experiencia del cliente. El análisis de Carolina también incluye una tangente sobre las implicaciones laborales de este modelo de negocios. Pero eso excede el scope de este artículo.
Lo charlé con un amigo y me propuso un contraargumento: “Ahorrando en todo, pueden invertir más en que el producto esté bueno, y la propuesta de valor se vuelca 100% al producto”. Pero no puedo concordar.
Veo demasiado predatorio el modelo de minimizar personal, usufructuar ilegalmente la vía pública, producir 4 unidades de cada hojaldrado por día, y cobrar $1500 un café. Es evidente que algo no cuadra.
Entro en cierto fervor capitalista y, como consumidor digo: Si no podes tener 5 mesas y servir buen café, correte del camino. No está bien que bajen las expectativas del consumidor en función de cumplir con una fantasía indie.
A menos que la fantasía indie sea parte fundamental de la propuesta.
Autenticidad manufacturada
Hace unos años, el lado progresista de YouTube (tambien conocido como “breadtube”) descubrió la pólvora de nuevo y comenzó a hacer divulgación sobre los conceptos de “relación parasocial” y “autenticidad manufacturada”.
La autenticidad manufacturada puede ser definida como la estrategia de parecer auténtico, pero con un sentido de frialdad que minimiza el margen de error. Ser auténtico suele tener un costo. La autenticidad manufacturada permite cosechar los frutos de una marca “genuina” sin arriesgarse a la volatilidad o la vulnerabilidad.
La mayoría de los integrantes de Palermo Incómodo parecerían pender de un hilo. La precariedad del lugar es la precariedad financiera del local. Rara vez es el caso, afortunadamente.
Entonces, la apariencia de precariedad, la apariencia de estar “atado con alambres” o hecho a pulmón es una decisión de branding y arquitectura comercial. No la manifestación de circunstancias económicas reales.
El “understated luxury” es la línea estética de la gentrificación. Esto sigue siendo un barrio, aunque casi nadie pueda vivir acá. Eso no lo hace un barrio de ricos - para eso andate al geriátrico de Recoleta. Este es el barrio de gente normal, como uno. Puedo tener una identidad barrial aunque no sepa quiénes son mis vecinos. Si no, ¿Cómo haría para estar parado en esta esquina de El Salvador y Gurruchaga, comiendo esta pizza de dorapa?
Estoy a favor de gentrificar cosas que están buenas. Como las botas Dr. Martens hace décadas, o la indumentaria de Carhartt hace meses. Si es bueno para un obrero automotor, es bueno para un diseñador gráfico.
Eso sí, resuenan en mí las palabras de mi amigo: Si me voy a sentar en un pupitre, en el frío, con una mesa medio renga, la comida tiene que ser espectacular. Sólo así puede mantenerse el modelo. El producto gastronómico tiene que ser estelar. Esto además calza con lo que el imaginario al que se apela pretende. ¿Por qué este restaurante se ve como la cocina de mi Tía Carlota? Porque en la cocina de mi Tía Carlota había dos azulejos en falsa escuadra, pero se comía increíblemente bien.
En un contexto en el que tanta gente está sufriendo, y en una cultura tan peleada con su aristocracia como la nuestra, es normal que cierta ansiedad de clase se manifieste en un poseurismo crónico. Y que ese poseurismo crónico haya dado origen a opciones “populares” para gente que cobra en cripto.
Ahora bien, la comida tiene que estar buena.
Aclaración: No tengo una Tía Carlota.
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