Chocolate Dubai Matcha Labubu Falso Santorini

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Fui invitado a charlar sobre moda en Ceibo, esta noche a las 20:00. Miralo acá.


Si tenés alguna esperanza de que la gente te lea, escribir para internet hoy requiere ser breve y conciso. Para mantener a raya el catastrofismo, me digo que la razón es que leer en una pantalla sobre-exige a la vista. Esto es cierto, pero ambos sabemos que es mentira.

Hay dos grandes razones por las que hay que escribir "cortito":

  1. La página en blanco digital es infinita, y esa infinitud nos invita a ser descuidados con nuestro tiempo y el de nuestros lectores. Libres también de las limitaciones de un editor, nos entregamos a interminables diatribas, más apropiadas para una conversación a los gritos en un bar de microcentro, que para el medio escrito.
  2. La mayor parte del mundo occidental —y eso es la mayor parte del planeta, dejando de lado la geografía, el hemisferio occidental es mucho más pequeño que el mundo occidental, más que una serie de coordenadas, una serie de síntomas— lleva más de una década destruyendo sus receptores de dopamina, y la racha de 2020-2022 ha fulminado nuestros sentidos sin remedio. En lugar del ruido sordo de un orbitoclasto, miles de explosiones insignificantes de dopamina al día. El impulso químico, azuzado por la rabia, la lujuria o nada. Sonidos y colores. Una adicción a la heroína para cobardes.

La nueva normalidad

Gran parte del despropósito que gobierna tech hoy en día es consecuencia de lo que Mark Fisher denominó con gran acierto "futuros cancelados".

Quizás la última fantasía tecnológica exitosa fue la gig economy, posible gracias a la gran fantasía anterior: el smartphone.

La gig economy solo es técnicamente compleja en dos sentidos:

  1. Requiere una infraestructura en la nube a gran escala, lo que plantea apasionantes desafíos para nerds.
  2. Opera como sistemas sociales multicapa, donde la plataforma actúa como mediador neutral entre diferentes actores unidos bajo el único objetivo común de obtener réditos. Esto requiere ingeniería social a varios niveles.

Después de la gig economy, llegó Web3. Y ya sabemos cómo fue. Como siempre, el problema con tech es de escala. No basta con que algo sea bueno para un par de personas. El objetivo no es que el jefe de contabilidad se jubile a los 65 años con un Rolex de regalo y una casa de vacaciones relativamente modesta pero cómoda. El objetivo es cambiar el mundo. El dinero es un proxy; el objetivo es poder cultural y regulatorio en un escenario global.

Un planeta de 1,000 países
Las corporaciones son lugares de comercio porque son Estados.

La Web3 también puede entenderse en dos niveles:

  1. Inversión y especulación con criptomonedas
  2. Tokenización de activos digitales y plataformas basadas en blockchain

La futurología, entonces, era que la pandemia había inaugurado un milenio de digitalización compulsiva de todos los aspectos de la vida. Pronto pasaríamos a poseer activos digitales, a tener nuestras posesiones materiales respaldadas por certificados inmutables en la blockchain, y que nuestros espacios de encuentro serían reemplazados por plataformas pay-to-play con gráficos más bien austeros.

La utopía perdida de Pokémon GO
″ The internet is now more potent than ever. It has not only sparked but fully captured the imagination, attention and productivity of more people than at any other point before. Never before have more people been dependent on, embedded into, surveilled by, and exploited by the web. It seems overwhelming,

Por supuesto, esto no sucedió. Podríamos decir que la pandemia terminó de menguar en 2022. Eso nos da un timeline de 3 años en los que hubo una inversión de la relación entre mundo e internet. Si ya me venís leyendo desde hace un tiempo, esto no te es novedoso: He hablado bastante sobre el mundo como subsidiario de internet.

Esta inversión tuvo innumerables ramificaciones culturales. Una de ellas fue la aceleración del ciclo de tendencias hacia un ciclo de micro-tendencias, o "cores". Cada "core" es un moodboard que uno puede usufructuar para auto-ficcionalizarse de acuerdo a una tendencia. Pero al parecer, incluso la idea de disfrazarse de un personaje resultaba demasiado restrictiva y estanca. Ahora, el moodboard no es una guía para hacer cosplay, sino un checklist de items de consumo. Memes de los que se puede participar pagando, bromas que se agotan en sí mismas, rituales de TOC de la cultura.

Uno podría desempolvar libros de hace 60 años y encontrar a algún viejo trolo haciendo el proto-punk de mi Siouxsie And The Banshees. Pero hay diferencias importantes entre la vieja "consumer culture", los cores de hace unos meses y esta slopificación total:

  1. Quién es la audiencia
  2. Cómo la compra impacta en la construcción del yo
  3. Cuánto dura la tendencia
  4. Qué modelos aspiracionales sustentan la tendencia
  5. Qué modelos de consumidor la hace posible

En la consumer culture:

  1. La audiencia son mis amigos, mis enemigos y mis pares
  2. La compra es una forma de auto-expresión
  3. La tendencia dura una temporada
  4. La tendencia es sustentada por celebridades y formadores de opinión
  5. Consumidor con disposable income, consciente del status, espiritualmente conservador (busca validación institucional).

En los cores:

  1. La audiencia son mis seguidores en Instagram y TikTok
  2. La compra es una demostración de competencias, no un acto de auto-identificación directa
  3. La tendencia tiene un peak de semanas y luego comienza a diluirse
  4. La tendencia toma como ancla algún producto cultural pero se autovalida mediante el poder memético.
  5. Consumidor con alguna disposable income, pero que está dispuesto a comprar productos descartables porque sus preferencias lo son, consciente de la tendencia, espiritualmente conflictuado.

En Chocolate Dubai Matcha Labubu Falso Santorini:

  1. La audiencia son mis seguidores en Instagram y TikTok
  2. La compra es una demostración de awareness contextual y FOMO, "sé que esto está pasando y no me quiero quedar atrás"
  3. La tendencia tiene un peak de semanas y luego comienza a diluirse
  4. La tendencia nace en RRSS, el meme no es una forma de participar en algo que se percibe como un momento cultural. El meme es el momento cultural.
  5. Consumidor con alguna disposable income accede a baratijas para satisfacer su necesidad de participación dentro de sus posibilidades.

No quiero ponerme marxista, pero todo esto es consecuencia de un modelo de acumulación destructivo de la clase media.