Tech for People Who Fuck

Manifesto

Estado de la cuestión

Hay algo profundamente deprimente en el estado actual de tech. Periodistas problematizan las condiciones materiales de los empleados (especialmente, de aquellos que cumplen las promesas de nuestras interfaces, en depósitos y sobre bicicletas). Activistas se lamentan sobre el costo medioambiental del boom de las IAs. Consultores de ciberseguridad se preocupan por la colección de datos y la vigilancia a escala. Otros sencillamente estamos aburridos y vemos una abundancia de recursos trágicamente maridada con falta de visión y una avidez de novedades que roza el satanismo.

Es miope e inocente asumir que no había desarrollo tecnológico antes de Silicon Valley. Más allá de consumer electronics y modelos de financimiento y monetización, el mayor aporte de Silicon Valley fue el andamiaje ideológico que permitió al sector tech pensarse a sí mismo. Este ADN es idealista, es globalista (en cuanto es new age) y es libertario.

Los orígenes de Silicon Valley fueron explicados en detalle y con precisión histórica en otros soportes, así que no voy a adentrarme mucho en ello. Sintetizo todo lo que ya sabemos en un dogma: Silicon Valley significó el triunfo material y cultural del hippismo. Desde Whole Earth Catalogue hasta la fábrica de mesías en la que se han convertido los medios de industria. Rajneeshpuram vive. Pero Rajneesh ha muerto.

Créditos de carbono

El movimiento ecologista no es perfecto ni es grassroots. Es un instrumento de arbitraje geopolítico camuflado por preceptos razonables y transversales. Pero, más allá de cualquier valoración moral, el ecologismo es quizás el movimiento político más influyente, poderoso, e interesante de los últimos 10 años. Pero en tech, se los apacigua con promesas de captura de carbono y envases reciclables. Y su rol se reduce a apuntar al daño hecho - o al daño potencial, y sugerir dos soluciones posibles:

  1. No hacerlo (esto nunca sucede)
  2. Hacerlo, pero “reduciendo el daño” - es decir, hacerlo para confesarse y rezar 10 Ave Marías

Sin los recursos, el permiso, ni la mano de obra para sabotaje serio, la eco-conciencia se convierte en un nicho para consultoras.

Servidumbre on-demand

Quienes investigan y critican, con razón, al “trabajo fantasma” de quienes entrenan a las IAs y a la vulnerabilidad financiera de los gig workers también tienen un punto. Pero el shaming moral y las demandas de corte sindicalista no bastan.

El gig work existe en un contexto de desterritorialización y disgregación de estructuras sociales y culturales. Todo está deshaciendose y todo es pobre porque todo es a la carta. Un “elige tu propia aventura” sociocultural, en el que podés vivir como un ciberpunk Y2K o podés tener una fantasía tradicionalista en un ghetto WASP - ambas decisiones son paródicas y tienen como única condición de entrada que puedas pagarlas.

El trabajo precarizado no es si no una consecuencia de la ruptura de una idea de sociedad-nación en la que existen incentivos claros (tanto morales como económicos y bélicos) para que no se condene a un porcentaje alto de la población a ser una subclase.

Está quien dirá que mientras se desarrollaba esa fantasía fordista, en EEUU las minorías raciales eran una subclase empobrecida. En cualquier momento de la historia un culo sangra, el asunto es de qué lado de la fisura te encontrás.

Contra-argumento: Estabamos hablando del peronismo.

Glowiepocalypse

Quienes se preocupan por la seguridad de la data deberían visitar a su cardiólogo varias veces por semana.

El último sueño húmedo que va a salvar a la humanidad de sí misma (las IAs) depende de una apropiación originaria de data que se logró:

  1. Asumiendo que “si está en internet, es mío”. Cuando un youtuber lo hace, lo castigan. Cuando un murder twink con $11.3B de palanca lo hace, es el precio del progreso.
  2. Gracias a la complicidad de plataformas que dijeron “si está en nuestros servidores, es nuestro. Sí vamos a vender o intercambiar tu data.” O, citando a Mark Zuckerberg: “They trust me, dumb fucks.”

Esta apropiación originaria de data no es un hecho aislado. Es un corrimiento de la barrera de lo permitido, que se va a repetir una y otra vez, de formas cada vez más severas.

En un contexto de avidez de novedades, en el que líneas tienen que ir para arriba a cualquier costo, encontramos pésimo due dilligence y clout-chasing que se convierte en una vulnerabilidad a nivel seguridad nacional.

Frictionless

La raíz de todos los problemas es que hay pésimos referentes ideológicos. Un estado de la cuestión caracterizado por deshonestidad intelectual, superficialidad teórica e infantilización.

La introspección performativa de los hippies, la producción cultural como empresa virtuosa, la fantasía de trascendencia, y el idealismo fueron vaciados, degradados y parodiados. De cuando en cuando, alguien cercano a un flujo de información de calidad nos tira un hueso conceptual. Algunos lo agarramos, otros lo reducen a su versión más chata e intentan monetizarlo.

La promesa de un mundo “frictionless” que nos hicimos cuando “el software empezó a comerse al mundo” se volvió hacia adentro, y ahora actuamos como si tuvieramos los cerebros lisitos, lisitos.

Se olvidó que la expectativa de sencillez no pone el poder en las manos del usuario final, si no de quien decide cómo curar esa presunta simpleza. El diseño de interfaces es la materialización de un sesgo. Algunas acciones son deseables, otras son imposibles. No tenemos que hacer pensar al usuario, pero nosotros tenemos que entender qué estamos haciendo.

Esta haraganería intelectual tiene dos productos directos:

  • Los bootcamps, que profundizan la degradación de nuestra mano de obra
  • Pésimas decisiones, tomadas con flujos de información de bajísima calidad

Profundicemos:

Hay un tipo de formación anti-académica que no enseña a ejecutar (no enseña un oficio), pero tampoco enseña a pensar - a pesar de que aquellos artefactos con los que va a lidiar el egresado sean ideológicos. Así terminas con diseñadores que no saben diseñar, pero sí saben explicar el design thinking (en términos muy precarios). O con gente no muy brillante pero diligente, que establece burocracias autocráticas dentro de empresas, haciéndose de conceptos que semi-entendieron y que no saben cómo puentear con la realidad.

Hace unos años, se podía decir que las compañías tenían 3 capas:

  • Sociopaths
  • Clueless
  • Losers

Hay una cuarta categoría que no se contemplaba, y que es la raíz de todos los problemas - y el enemigo existencial de esta publicación: Clueless sociopaths.

Los clueless sociopaths viven a FOMO, información de pésima calidad y publicidades disfrazadas de información. Acuñar un término es generar capital. Capital ideológico que se acrecenta cuando el término se usa. En tech, nos comunicamos con términos brandeados. Vivimos en un mundo en el que (para jugar con un hipotético concreto) el único término para “zapatilla” es “Nike”. Y si intentás explicar o nombrar una zapatilla de cualquier otra forma, vas a ser tildado de poco práctico, o de ignorante: ¿No sabés que esto se llama “Nike”?

“La difusión cada vez mayor de la informática, cuando el vocabulario de acceso a la máquina se vulgariza, provocará la aparición de efectos sobre el lenguaje y la sintaxis: la telemática, calando en las actividades basadas en la comunicación (trabajos de oficina, redacción de actas jurídicas, composición de textos, etc.) recurre a una lengua que en apariencia es un vehículo, pero que en realidad es de una naturaleza diferente, por ser modular.Como ejemplo a corto plazo, la informática de oficina trata de reproducir los diálogos de una manera estrictamente limitada a sus necesidades, e inventa un lenguaje depurado para poder comunicar con el mínimo esfuerzo. Esta evolución se afirmará a lo largo de los años, pues combina facilidad y eficacia, a expensas de una pérdida de contenido, más sensible para los intelectuales que para los gerentes.”
La Informatización de la Sociedad (c. 1975), Simon Nora y Alain Minc

Las empresas acuñan términos, esos términos pasan a formar parte del léxico, y como buena interfaz, el lenguaje se sesga para que referir al “inbound marketing” sea imposible sin aportar a la valuación de Hubspot.

Los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro mundo. Si tenemos que sintetizar nuestra raison d’etre en una oración, es esta: NR existe para expandir el léxico de tech.

El futuro es ahora

No sabemos qué forma tiene el futuro. El hecho de que el trend-cycle sea una serie de regurgitamientos de fragmentos del pasado intercalados es sintomático de esto. Lo escribió Mark Fisher en términos más concretos, la herida fundacional de nuestra época es nuestra incapacidad de imaginar el futuro. Entonces, cuando aparece un metaverso, con promesas fuera de escala y modelos 3D que atrasan 20 años, necesitamos creerlo. A los incentivos económicos, se suman los incentivos espirituales (que guían a la gilada).

En 2021 fue el metaverso. En 2024 son las IAs generativas. Nada se pega nunca. Ímpetu → Capital → Mainstreaming → Techo → Devaluación. Y el ciclo se va a repetir una vez cada tres años, hasta que se apague el sol o volvamos al patrón oro.

La aparición rutinaria de “innovaciones rupturistas que disrupten al sector y llevan a la humanidad al próximo nivel” es parte del juego. Lo problemático es la falta de profundidad discursiva alrededor de esas novedades, y cómo se responde a los naysayers. Toda nueva tendencia viene con un imperativo de adhesión. Salvo excepciones, subirse a cualquier tendencia parecería ser la única manera de garantizarse un buen flujo de financiamiento.

Hay dos sectores que no están teniendo dificultades levantando capital hoy: AI & defensa. Es el mismo viejo mundo de siempre.

Scamconomics

La avidez de novedades y el imperativo de adhesión dan origen a scamconomics en todos los niveles, con valuaciones absurdas en la cúpula, hype relativamente pulido en las esferas medias y “universidades de” algo en los estratos más bajos.

Sumemos a esto el bajísimo nivel discursivo, que dificulta diferenciar a un actor legítimo de un estafador.

Capital social

Como hijo del hippismo, Silicon Valley fue una fábrica de “visionarios-ingenieros”. Prodigios técnicos y comerciales, con una visión de futuro ambiciosa y un carácter admirable. La bota le quedó más o menos ajustada a varios. Pero, en sus últimas encarnaciones, estos mesías fueron estafadores y/o “enfant terribles”.

El estafador es un síntoma de la haraganería descripta en párrafos anteriores. El “enfant terrible” es un agente del caos que carece de la templanza del mesías, pero posturea visión. El enemigo del “enfant terrible” no son los trajes, es la “cultura de la cancelación”. Su visión de futuro parece políticamente disruptiva y parece libertaria. No lo es.

Como una prenda de cierta marca puede hacerte sentir sexy y elegante, o tres shots de vodka pueden hacerte sentir capaz de ganarle una pelea a Mike Tyson, el “enfant terrible” le aporta a su audiencia un valor simbólico vacuo. Da una sensación de pertenencia a un grupo que “entiende de qué va”, que es ambicioso, y que tiene una visión aventurosa. Pero, cuando vas a buscar el fondo, la visión se vuelve tan vaga como los delirios de los esquizofrénicos, que pueden anunciarte que el gobierno conspira contra ellos, pero se pierden cuando ahondas en precisiones. El valor de estos ídolos es inspirar una sensación, no generar una transformación en quienes lo admiran. No significan nada. It’s giving becerro de oro.

Esta fachada de bravura intelectual y visión es mantenida mediante dos dispositivos:

  1. Apropiación del trabajo de un equipo de gente talentosa (los CEOs siempre hicieron esto y es parte del trabajo, Steve Jobs le gritaba a todo el mundo)
  2. Montaje de un enemigo intelectual, hoy pensado como una “woke mob”.

El primer punto tiene demasiadas aristas como para ser analizado ahora. Pero el segundo punto sólo requiere una tangente muy breve: La “woke mob” es una rareza estadística. En la mayoría de los casos, es el perejil al que se le atribuye el fusilamiento mediático de alguien que se metió con quien no debía. Sólo cancelan a los pobres.

Los “enfant terribles” piensan por nosotros y nos dicen dónde está la próxima gran cosa. Y mejor que les creamos.

Tech for people who fuck

El “enfant terrible” es como un compañero de colegio que nos llama en secreto para mostrarnos algo que descubrió, algo prohibido y picante. Una vez nos tiene en un rincón del patio, abre su mochila y saca un catálogo de Avon.

Hoy en día, el clima ideológico de tech es infantil. Y esa no es una culpa de todos quienes trabajamos en tech. Al contrario, hay gente que la está viendo, pero no tiene el espacio ni el grupo de pertenencia para desarrollar y hacer valer su visión.

Entonces, Nada Respetable aspira a:

  1. Ampliar el léxico de tech para reanudar la invención del futuro.
  2. Convertir a los “clueless sociopaths” en “sociopaths”.
  3. Dialogar con los ecologistas y laboristas para generar conocimiento que se traduzca en tecnología socialmente útil.
  4. Analizar, depurar y enriquecer el panorama ideológico de tech.
  5. Dar espacio a quienes están pensando en el potencial de la tecnología en términos serios, especialmente en sectores poco discutidos.

Adoptamos el lema “tech for people who fuck”, no porque tengamos sexo literalmente (citation needed), si no como referencia al diagrama de alineamiento Knows what sex is/Doesn’t know what sex is - Fucks/Doesn’t fuck.

¿Tenés una visión sobria de lo que está pasando? ¿Estás actuando para implementar y avanzar esa visión? Sepas o no sepas qué es el sexo, te invitamos a coger.