Was Picantovich a Fascist?

Cuando un racista hace un chiste racista, ¿Debe considerarse meramente un chiste? ¿Debería, uno repetir su remate, si es que fue gracioso?
Parte de lo que hace valioso al humor negro es el tipo de reacción que genera, y su función, si se quiere, terapéutica. Uno ríe porque no tiene nada más que hacer ante un mundo que lo avasalla por absurdo y absurdamente injusto. Un chiste oscuro es un juguete nihilista. 

Un chiste sobre una tragedia es un intento, también, de domar la tragedia, de abordarla restándole entidad. El humor es, en muchas ocasiones, un pedido de ayuda. Esto bien se ve manifestado en las bromas sobre la depresión y el suicidio que gente de mi generación tiende a hacer con asiduidad. No son raros los titulares que señalan a mi generación como “la generación triste”, o le imprimen rótulos igualmente ridículos. Bien puede deberse, no a que nuestra generación tenga mayores tasas de depresión y otros trastornos que generaciones anteriores, sino que logramos los espacios culturales para tratarlos abiertamente. 

Pero, es innegable el hecho de que crecimos siendo presionados con la idea de que debemos ser felices, “trabajar de lo que nos gusta”, y mediante eso lograr cierto estilo de vida en particular. Estos mandatos deben ser cumplidos en un escenario de creciente precarización laboral, inflación, y ciclos comerciales cada vez más cortos. Todo debe ser excelente y descartable, incluso nosotros. Las ambiciones que nos estimularon a gestar durante nuestra adolescencia no tienen correlato práctico, pero eso no importa. Encontremos otra cosa y que nuestros padres estén satisfechos, y seamos felices con eso, porque ser feliz es lo más importante. Reducí tus expectativas. Estás en período de prueba. ¿No podrías venir el sábado, para que podamos lanzar la campaña el lunes a primera hora? Buena suerte accediendo a la propiedad, etc. , etc. 

Las bromas sobre fracasar casi compulsivamente y beber lavandina son catárticas. La enorme mayoría de quienes las hacen nunca han tenido intentos de suicidio, ni riesgo real de tenerlos. Es una manera de sanearse del pathos para continuar funcional. 

El humor como Caballo de Troya

Aquí no estoy planteando nada nuevo: Laje y otros personajes tienen un embudo de radicalización bastante bien definido. Sus contrapartes norteamericanos lo hacen, y ellos también. 

Comienza con “Cringe Compilations” de feministas “perdiendo la cabeza” ante nimiedades. Continúa con la construcción de un discurso apocalíptico en torno a eso. Se comienza con el feminismo, y se continúa con un ataque a las mujeres como categoría, se continúa con “la ideología de género”, teoría conspirativa que sólo puede ser defendida humillando e insultando a gente LGBT, si bien “no se trata sobre los sodomitas, que tienen derecho a ser enfermos psiquiátricos”, o algo por el estilo, sino sobre “un intento de adoctrinar a nuestros niños por parte de [eufemismo antisemita]”. 

El asunto es quién hace la broma y cuál es su intencionalidad. Si yo, un afrodescendiente, cantara las hiladas de Loquendo de Moonman, tendría otra connotación que, si lo hiciera alguien de origen germánico que, además, apoya discursivamente a Moonman, que, considerando lo que dice cuando no está bromeando, bien podría estar hablando en serio cuando canturrea sobre violaciones correctivas y masacres racialmente motivadas.

La idea de “La Dictadura de la Corrección Política” es tremendamente funcional a quienes pretenden usar material cómico para radicalizar. A primera vista, el poder seductor de personajes como Moonman es que es ofensivo. ¿A qué persona joven le desagrada el humor ofensivo, especialmente cuando está dirigido a un Otro? Es interesante cómo la derecha juega a reempacar ideas disgustantes demasiado populares, como contraculturales, desnudando esas ideas del lenguaje con el que se tienden a presentar en foros públicos. Conozco gente, incluso gente que hace política, que piensa como Moonman, pero habla como un catedrático elucubrando sobre asuntos oscuros y lejanamente removidos de lo cotidiano.

Cuando a E;R ( un youtuber neofascista promovido por Pewdiepie), le preguntaron cuál es la mejor manera de “redpillear a la gente sobre (((La Cuestión Judía)))”, contestó: “Pretend to joke about it until the punchline /really/ lands.”Este no es un caso aislado. La post-ironía está en el corazón del neo-fascismo. 

En su análisis del manifiesto de Brenton Tarrant, Talia Lanvin lidia brillantemente con el tono del escrito, y con las lecturas erradas y reduccionistas que ese tono pareció sustentar:

“…Es tentador tratar la historia de Tarrant como un cuento con moraleja sobre la ironía yendo demasiado lejos – hasta un punto en el que incluso la vida y la muerte son bromas a ser vistas desde un entumecimiento distante. Es tentador contar la historia de un sentido del humor retorcido que se vuelve más y más provocativo, más y más ofensivo, hasta que quienes lo practican caen por el precipicio, a racismo y violencia reales. Es tentador, en otras palabras, enfatizar los elementos relativos a la vida online del atacante – proponer que una cultura enfermiza en internet fue combinada con pensamiento fascista para producir un híbrido más monstruoso que cualquier cosa que hayamos visto antes.
Pero más allá de los guiños presentes en el documento, a discusiones en foros reaccionarios plagados de slang, el manifiesto dista de ser irónico. De hecho, durante muchas de sus aproximadamente ochenta páginas, es una diatriba densa y mortalmente seria, promulgando algunos de los mitos fundacionales del poder blanco y mostrando sus consecuencias más violentas…”


Si los reaccionarios no están bromeando cuando bromean, ¿Qué están haciendo? No es nueva la idea de que el lenguaje no es sólo lenguaje; fija los límites de lo posible. Este tipo de humor, presentado como se presenta, tambien desensibiliza en pos de facilitar la praxis. Y, en casos como, por ejemplo, aquel de la broma recurrente sobre arrojar a zurdos desde helicópteros, funciona para introducirle a una audiencia joven, mediante presión de grupo, lecturas de la historia como la así llamada “teoría de los dos demonios”, que colorean sus opiniones sobre el presente. Quien justifica el terrorismo de Estado puede justificar la violencia policial hoy, y quizás, mañana, justifique derrotar al progresismo en el libre mercado de ideas mediante plomo.

Nota final: “The transgenders can’t meme”

En mi centrismo adolescente, solía aceptar casi completamente las bromas transfóbicas, incluso aquellas que sólo podían ser consideradas graciosas por alguien que creyese que las mujeres trans no son mujeres y los hombres trans no son hombres.

Yo mismo bromeo sobre ser transgénero, y bromeo con otra gente trans sobre nuestros cuerpos y nuestras experiencias. Como Natalie Wynn dijo hace un tiempo, el humor que la gente cisgénero hace sobre la gente trans tiende a ser malo, porque no conocen los pormenores de nuestras experiencias. Al no conocerlos, no saben dónde está lo gracioso. Sólo saben que tenemos estas experiencias, y ni siquiera tienden a entenderlas demasiado. Como sólo saben que existimos, hacen de nuestra misma existencia una broma. La broma ya está gastada: No es nueva, no es ingeniosa, no es graciosa, no es una broma efectiva, sólo sirve como una herramienta para la humillación y la determinación de un Otro.