Poesía, guerra y velocidad. La influencia futurista.

Un avión cayendo en picada hacia la ciudad, de Tullio Crali
El futurismo italiano, esa vanguardia artística y política que sacudió el período de entreguerras, caracterizados por el dinamismo de su imagen y de sus textos, representó un cambio radical en la cultura de la época. Con la influencia de Filippo Tomasso Marinetti, Gabriele D’Annunzio, Anton Giulio Bragaglia, etc, el futurismo logró introducirse con fuerza en el flujo cultural italiano. Realzando un culto a la violencia, a la guerra como ritual higiénico del hombre y al chauvinismo más ultramilitarizado, el futurismo italiano del siglo XX trascendió como movimiento artístico, situándose en el plano de lo político e incluso arrebatándole los focos al fascismo durante mucho tiempo. Su punto álgido llega con la Impresa di Fiume (1919-1920), el golpe de Estado futurista sobre la ciudad de Fiume y la constitución de un efímero Estado libre.
Luego de la debacle política del futurismo (representado políticamente por D’Anunzio –tras la derrota de la Regencia Italiana di Carnaro en Fiume contra el Ejército italiano- y en profunda rivalidad con el fascismo), Marinetti elige cambiarse al bando del fascismo, trasladando con él algunos elementos de su anterior ideología (como el culto al avión, al automovilismo, a la violencia, a la tecnología y la guerra) hacia el bando de Mussolini. La colaboración posterior entre Marinetti y Mussolini es tal que el primero escribirá el manifiesto fascista.

Una carga de caballería sobre una defensa de lanzas, retratado por Umberto Boccioni.
Todos los caminos llevan a Roma
Sin embargo, no es casual que el fascismo italiano haya elegido como representación de este chauvinismo desenfrenado al Imperio romano, evocando su máxima extensión territorial y deseando imitarlo. Al fin y al cabo, el chauvinismo es la expresión nacionalista de la violencia, articulada en un aparato bélico poderoso. La representación de la antigua roma en el imaginario fascista representa justamente al tipo de imperio descrito. El imperio romano fue, también, la máxima representación del militarismo estatal en su época, y la única expresión política compatible con el nivel del aparato bélico necesario para materializar la conquista.

Cuadro “Síntesis fascista”, de Alessandro Bruschetti.
El fascismo hereda del futurismo el culto a la conquista y a la violencia ultrachauvinista, y luego Mussolini lo materializa en el culto pasado de la antigua roma para legitimarse ideológicamente, fundando las bases del fascismo. El culto a la antigua roma constituye así la materialización en política de Estado del futurismo en su época, atravesada por las particularidades económicas/tecnológicas de su contexto y por la concepción misma de Mussolini.

Gerardo Dottori retrata a Mussolini rodeado de aviones.
“I can take Greece” said someone who can’t take Greece
El Imperio romano se filtró en el imaginario ideológico fascista Italiano a tal punto que sus primeras campañas militares se vieron direccionadas hacia regiones que integraron a dicho imperio en la antigüedad (como Etiopía o Grecia), dando un ejemplo fuertísimo de la influencia de la cultura y el arte en la política de la época. El arte, a través de su manifestación política (el futurismo de Gabrielle D’Annunzio) había logrado no solo extender su influencia hacia el imaginario ideológico de la época, sino también materializar una concepción política propia de manera contundente en la historia, aunque esta hubiera sido absorbida y reformulada por Mussolini posteriormente. Este destino del futurismo como vanguardia, ser consumido por la praxis vital y el arte a los cuales planeaba transformar radicalmente es, en parte, el destino compartido de las vanguardias del siglo pasado. Lo “nuevo” se convirtió en costumbre, lo radical se diluyó en la cotidianeidad y se fundió con el statu quo.
Todo este imaginario fundado alrededor del Imperio romano claramente se cayó a pedazos cuando los griegos no solamente repelieron la invasión italiana, sino que empujaron una contraofensiva y tomaron el sur de Albania, marcando una humillación absoluta para el fascismo que, en los años posteriores, sumaría un par de humillaciones más a su colección.