The Boys & el cinismo corporativo

Como sabrán a esta altura gracias al fenómeno masivo que fue en redes sociales, recientemente la tercer temporada de The Boys, la serie insignia de Amazon Prime, llegó a su fin tras ocho episodios. Para muchos, incluyéndome, esta fue la mejor temporada de la serie, pero algo aún más interesante de lo que vale la pena hablar es, en mi opinión, el discurso que se originó en torno a esta serie y, sobre todo, lo que considero es su problema estructural. No veo a mucha gente comentando esto y, a decir verdad, lo considero algo curioso de abordar.


Ahora bien, como vivimos en un mundo totalmente volcado a los extremos donde todo está obligado a ser una obra maestra digna de los dioses o una aberración salida del fondo del averno, me veo obligado a aclarar lo siguiente antes de empezar con lo que quiero decir: me gusta esta serie, y mucho, de hecho.

Tiene grandes dinámicas entre sus personajes, excelentes actuaciones, un manejo del ritmo que te hace olvidar que cada episodio dura una hora, maravillosas coreografías de pelea y dirección, efectos especiales más que aprobados, y posiblemente el mejor villano de la televisión actual (en serio, Homelander es mucho más interesante que ser tu millonésima versión mala de Superman, se los juro). Y de hecho, planeo ver las siguientes temporadas conforme vayan saliendo, pero creo que es sano poder ver con un ojo crítico aquello que nos gusta, sobre todo cuando creo que puede salir algo realmente interesante de hacerlo.

Por esto les pido que, mientras leen lo que voy a decir a continuación, tengan en cuenta que no creo que esto mate a la serie, la vuelva del montón, o ni siquiera que sea un elemento negativo a su construcción como historia (ya vamos a llegar a eso a medida que avancemos) sino que es algo que, simplemente, no veo con buenos ojos desde un punto de vista personal, y quiero poder explicar el por qué.

La parodia que se pierde

The Boys nace desde una premisa simple: criticar y deconstruir a los superhéroes, tanto a nivel género como a nivel impacto en la cultura popular, poniéndolos en un escenario donde son productos de una corporación que velan más por sus propios egos y por defender a sus patrones capitalistas, que por cualquier posibilidad de heroísmo propiamente dicho.

No hay que ser un genio para darse cuenta de que Vought, la empresa detrás de los Siete, es una representación de Disney y que los propios Siete, aún cuando claramente son una parodia de la Liga de la Justicia. Cumplen el rol de parodiar y satirizar las películas del Universo Cinematográfico de Marvel, entre otras cosas, y la serie no es nada sutil al respecto.


Ahora bien, esto claramente no es malo, y de hecho nos ha dado críticas tan mordaces como certeras más de una vez. Sin ir más lejos, el momento intencionadamente incómodo de “girls get it done” en la segunda temporada, el cual critica a la perfección la famosa escena de las mujeres en Endgame, donde Disney intentó vender inclusividad y diversidad en un mal intento de compensar el hecho de que pasamos diez años sin una protagonista femenina en sus películas (y de hecho, hoy en día son dos, y solamente una fue al cine) me parece un gran ejemplo de cómo se plantea una crítica: tomando algo a satirizar y exponiéndolo en su esplendor para que la audiencia saque sus propias conclusiones.


El problema nace cuando, a lo largo de la temporada tres, casi todas las parodias al mundo superheroico se basan en apuntar algo inofensivo o que sólo está ahí, y reírse de lo tonto que supuestamente es.

El ejemplo más claro de esto es la burla al conocido corte de Zack Snyder de La Liga de la Justicia, donde sólo ponen al personaje del director Adam Bourke a decir “sí, gracias al apoyo de los fans en internet pude lanzar mi propio corte de la cinta” y simplemente dejarlo ahí, sin ahondar demasiado.

No me malentiendan, por supuesto que el movimiento entorno a Zack Snyder es satirizable a más no poder (en serio, si no saben qué pasó ahí, búsquenlo y prepárense a cagarse de risa) pero esto no es una crítica a lo que ocurrió realmente, sino una crítica a que exista algo tan antiguo en la historia del cine como un Director’s Cut, pero aplicado a los superhéroes como si fuera una rara avis.


Si fuera este único momento, no pasaría nada, pero más avanza la serie, y más te das cuenta que casi toda la sátira en esta última temporada funciona igual: toman algo que existe en Marvel o DC, le apuntan con un dedo, y se ríen sin siquiera explicar qué es lo gracioso o por qué es motivo de burla. De nuevo, por supuesto que alguien puede burlarse de los superhéroes y todo lo que tenga que ver con ellos, y nos ha dado grandes momentos tanto
dentro como fuera de esta serie, pero la sátira en The Boys cada vez se siente menos como sátira, y más como los momentos más bajos de The Big Bang Theory, donde el único chiste era que los personajes decían palabras “frikis” y por tanto eso era divertido.

En varias cosas, se siente flojo y pensado específicamente para que la mitad de la audiencia cuente referencias y la otra mitad se sienta validada en su odio al género, pero ya vamos a llegar a eso en un rato. Esto, sin embargo, claramente palidece ante lo que realmente creo que es el problema coral de la serie.

El cinismo corporativo

Los protagonistas en The Boys no son los superhéroes, sino los homónimos “boys” un grupo de personas lideradas por Billy Butcher, quienes están en una cruzada para matar superhéroes y echar abajo todo lo que Vought representa. Las victorias de este grupo casi siempre son pírricas y vienen a costa de algo importante para ellos, pero lo interesante acá no me parece esto, sino el cómo la serie representa a los fenómenos sociales.


De nuevo, este show nos presenta un mundo donde los superhéroes existieron prácticamente desde siempre, con todos los cambios y revisionismos históricos que esto genera, por lo que todo termina centrándose de forma casi absoluta en ellos, en lugar de las masas que quedan en el medio de sus conflictos.

El inicio de la serie intenta decirnos que esto no va a ser el caso ya que Hughie, nuestro protagonista, es una persona común que pierde a su novia en un ataque no intencional de A-Train, el velocista de los Siete, y se une al grupo en busca de venganza, pero más avanza la serie y más te das cuenta que Hughie sólo es una persona
normal en cuanto a nivel narrativo se refiere, ya que es la persona más especial del mundo para la trama al ser nuestro protagonista, ignorando o incluso menospreciando cualquier otra demostración de voluntad humana fuera del grupo que le da título a la serie.


Para dejar más claro algo que seguro me salió complicado: en The Boys existen protestas sociales y las personas salen a manifestarse contra los atropellos de los superhéroes y de Vought, pero estas son irrelevantes y solamente existen para meter contexto, porque la serie no les da importancia. Uno podría hacer el caso de que parodian a los movimientos ultraderechistas, porque es cierto que lo hacen, pero esta intención termina por quedarse corta cuando no se muestran ejemplos de manifestaciones positivas o que al menos la serie no ataque con su mordacidad característica.

El mundo de The Boys es uno donde la gente de a pie no es importante, porque las masas son idiotas y manipulables, y van a caer como tontos ante la maquinaria propagandística en cada oportunidad. En esta serie o trabajás para Vought, o sos un protagonista, o podrías directamente no existir.


Esta noción no sólo no es realista, sino que es directamente anti histórica. A lo largo de la historia de la humanidad, sobran los ejemplos de manifestaciones y revueltas populares que han marcado un cambio en la sociedad. Desde la revolución francesa que acabó con el feudalismo e impuso la democracia liberal, hasta las manifestaciones feministas en México que llevaron a la descriminalización del aborto, pasando por incontables ejemplos para mencionarlos acá.

Hay casos así a raudales, pero The Boys los ignora activamente porque prefiere ser un comentarista de bar que despotrica contra el mundo con una copa en la mano, para después escandalizarse cuando en una marcha se pintan edificios porque “no son las maneras” – aún cuando hicieron meme a la mujer mexicana bailando en contra de los femicidios, señal de que las formas siempre van a estar mal. Es una filosofía de vida tan preocupada por lo intelectualmente superior que es, que cae en las mismas trampas del capitalismo tardío para fomentar la inacción.


Por esto mismo es que, en mi opinión, el final de la serie está condenado a ser decepcionante a nivel crítica social aún si es satisfactorio desde un punto de vista narrativo. The Boys es una serie que ve los males de la sociedad moderna a la cara y, lejos de ofrecer una alternativa, su única respuesta es “el mundo es y será una mierda, las personas son estúpidas, y nada importa realmente salvo vos y tu círculo cercano”.

The Boys es una serie que mira al corporativismo nefasto de Disney, la manipulación mediática, el racismo estructural, la veneración de celebridades, y demás males del capitalismo tardío, y no puede ofrecer una solución ajena a matar al rey de turno como si no fuera a ascender uno nuevo. En el mundo de The Boys, el
problema no es Homelander, no son los Siete, y ni siquiera es Vought, es un sistema capitalista desbordado que permitió la gestación de todo lo que acabo de nombrar, y seguirá permitiéndolo cuando estos ya no existan porque lo importante es vender y el sistema funciona mejor cuanto más podrido esté, y aún así mira todo esto desde un punto de vista tan falsamente cínico, que no se atreve ni siquiera a plantear que los problemas son estructurales y que se necesitan reformas muy serias para solucionarlos.


En cierto modo, no culpo a los responsables de la serie. Al fin y al cabo, el capitalismo es tan omnipresente en nuestros días, que nos es más difícil imaginarnos un mundo sin él que un mundo sin seres humanos, pero el problema acá es que, como dije al inicio del artículo, esta es una serie de Amazon, empresa multinacional cuyo CEO es el hombre más rico del mundo, quien aumentó sus ganancias de un modo desproporcionado durante la pandemia, y aún así maltrata a sus empleados al grado en el que estos tienen que orinar en botellas de plástico
porque no tienen tiempo de ir al baño
– además de luchar con uñas y dientes para que dichos empleados no cometan la osadía de formar un sindicato.

¿De verdad a una empresa así no va a serle conveniente vender una postura falsamente cínica en la cual el mundo no puede cambiar y la gente es idiota, por lo cual tu única preocupación deberías ser vos y tu círculo cercano?

No es nada casual que, ante el auge de ficción falsamente cínica venerada por su supuesta adultez, el fenómeno de los sigma sea cada vez más popular en internet. Al fin y al cabo, ¿qué es un autodenominado sigma salvo alguien que se enorgullece de ir por fuera de la sociedad creyéndose un iluminado por hacerlo, como si las cosas no lo afectaran por ignorarlas o como si fuera tan diferente de las personas a las que mira con desdén?

The Boys, Rick y Morty, y tantas otras series que hacen gala del cinismo corporativo más descarado, pretenden ir de antisistema y rebeldes cuando, en realidad, son reproductoras del status quo de un mundo donde todo se va cada vez más al fondo, todos vivimos cada vez peor, y aun así nos negamos a la posibilidad de que podamos hacer algo.

Son obras donde el mensaje es que nada importa realmente, y que preocuparse por algo es tonto. Vuelvo a la pregunta inicial, ¿a quiénes les conviene, en un mundo post capitalista donde la desigualdad está cada vez más exacerbada y la gente vive cada vez peor, que a las personas no nos importe nada? Les dejo a ustedes responderse esto.

Entendiendo a los superhéroes

Si le preguntás a Eric Kripke, showrunner de la serie, qué sería de nuestro mundo si existieran los superhéroes, su postura casi textual es que:

“el hecho de que muchos comics quieran estirar cuan puras son estas personas y cuan desinteresadas son es sólo una idea mala y realmente horrible para el planeta […] Si realmente fueras Superman y fueras mucho más poderoso que cualquier otro ser humano, comenzarías a tener una desconexión sociopática de la realidad y dejarías de relacionarte con otras personas como un ser humano.”

Esta idea, a su vez, coincide con el planteo del escritor Alan Moore sobre lo que se ha vuelto el género actualmente. Para parafrasearlo, afirma que se ha convertido en un mal para la sociedad, ya que le enseña a la gente a “esperar un salvador” a los males de sus vidas.

Ambas posturas, aún cuando ciertamente están basadas en cierto grado de verdad, me parecen un reduccionismo tan grande del atractivo de los superhéroes que roza lo absurdo. Lo que atrae a tantísimas personas del mundo de los superhéroes, y más concretamente del universo Marvel en el cine, no es la necesidad de aguardar un salvador, sino el poder vernos representados en las tribulaciones de sus personajes.

No vamos a engañarnos, muchos de nosotros fantaseamos con tener algún superpoder cuando éramos niños, pero lo que hace interesantes a estas historias es que vemos personas que pudieron cumplir nuestras fantasías
infantiles, y eso no fue la solución a sus problemas, sino que debieron luchar aún así para convertirse en la mejor versión de ellos mismos, y es bastante sencillo ponerse en sus zapatos.

Dicho de otra manera, es cierto que no tenemos los millones de dólares ni la tecnología de Iron Man, pero sí probablemente sepamos qué se siente querer ser mejores personas solamente para que nuestro pasado nos ataque una y otra vez; quizás no tengamos la superfuerza ni los valores incorruptibles del Capitán América, pero sí podemos saber qué se siente enfrentarse a la idea de que el mundo que idealizaste en tu mente ya no existe, si es que existió alguna vez, y tratar de hacer lo correcto cuando ni siquiera sabés qué es lo correcto; y quizás no seamos un dios del trueno con miles de años de antigüedad capaz de manipular los elementos, pero muy probablemente sí sepamos qué se siente ser cargados con expectativas enormes que somos incapaces de cumplir, y también sepamos lo que se siente buscar nuestro propio lugar en el mundo mientras intentamos descubrir quiénes somos.

Podría explayarme así con prácticamente todos los personajes de Marvel, y de hecho ni siquiera creo que estos sean los casos más interesantes, pero decidí tomarlos en concreto porque, además de ser los más populares actualmente, creo que representan mejor mi punto: los fans de los superhéroes no buscan un salvador externo, sino que, al igual que en prácticamente toda la ficción universal, lo que nos atrae es la capacidad de representarnos con estos personajes en sus conflictos, sus debilidades, y sus luchas internas. Sin ir más lejos, esta es la razón por la cual las películas de Zack Snyder no gozaron de gran aceptación aún con lo fiel que es su audiencia, y una de las razones tras la pobre recepción (en comparación, claro está) de Eternals.

Aún habiendo dicho todo esto, hay un último punto que me gustaría tocar:

El otro realismo

El mundo del anime es uno muy injustamente criticado en ocasiones porque buena parte de su audiencia es nefasta a más no poder (como si no pudieras encontrar fans horribles de absolutamente todo) tiene demasiada tendencia a la sexualización (como siOccidente no hubiera prácticamente sentado cátedra en esto en prácticamente todos los medios que tocaron) y porque buena parte de sus obras y sus fans sexualizan personajes menores de edad (como si Dan Schneider no hubiera hecho carrera en Nickelodeon haciendo sitcoms familiares de fetichismo pederasta con menores de carne y hueso) y, aún cuando es muy cierto que tiene grandísimos problemas que valdría la pena abordar en otro momento, sí tiene una ventaja que, al menos en este momento, no puedo encontrar en Occidente: aceptan prácticamente cualquier idea, lo cual, así como trae bazofias repulsivas, también nos da auténticas obras maestras que no podrían haber existido de otro modo (en serio, si creen que algún estudio occidental hubiera aceptado cosas como One Piece, Shingeki No Kyojin, Kaguya-Sama: Love Is War o Spy X Family, todas las cuales hoy por hoy son fenómenos de masas incluso acá,
entonces no saben que Hollywood preferiría mil veces hacer treinta mil remakes de James Bond antes que darnos un Spy X Family).

De entre todo el catálogo de anime que existe, la que más me llama la atención (para estándares de este artículo, claro está) es One Punch Man, serie de comedia que nace para parodiar tanto a los superhéroes, como al género shonen, principalmente en su apartado de peleas. Para quien no la conozca, la serie trata sobre Saitama, un superhéroe cuya característica es que puede derrotar lo que sea de un solo golpe sin esforzarse, el cual busca en vano a un enemigo a su altura. El concepto puede parecer repetitivo muy rápidamente, sobre todo gracias a la falta de catarsis en Saitama que repercute en la falta de catarsis para el espectador, pero incluso en sus peores momentos la serie está muy lejos de eso, gracias a un cast secundario interesante, un conocimiento de los clichés del shonen llevado al extremo humorístico, animación intachable (sobre todo la primer temporada) y el tema real de la serie: qué es ser un héroe en realidad.


A lo largo de la serie, vemos a un Saitama anestesiado ante la falta de un reto real, que en vano busca alguien que siquiera pueda darle competencia, pero eso no es lo que lo convierte en un héroe, sino el cómo interactúa con las personas a su alrededor. Saitama es alguien que perfectamente podría conquistar el mundo en un día sin sudar, pero ni siquiera se le pasa por la cabeza porque, aunque la serie no hace tanto hincapié en esto, es fundamentalmente una buena persona que quiere ayudar a quienes pueda, aún cuando eso implica que nadie se lo toma en serio y está al borde de la pobreza. Los momentos heroicos de Saitama no son cuando derrota al enemigo de turno, sino cuando rechaza tomar el crédito porque sabe que la gente necesita confiar en la asociación de héroes, su relación con su pupilo Genos no es especial porque Saitama le enseñe técnicas al estilo de un shonen promedio, sino porque lo que más puede enseñarle es cómo ser una buena persona, y el héroe favorito de todos los que vimos este anime es Mummen Rider, no porque sea alguien badass capaz de derrotar lo que sea, sino porque siempre se levanta aún cuando sabe que va a perder o incluso morir, si eso significa salvar al menos a una persona. La crítica a los superhéroes y al shonen está, y les dejo a ustedes descubrirla a fin de no alargar aún más esto, pero el mensaje de la serie es el que es: no son tus habilidades las que te hacen un héroe, sino lo que hagas con ellas.

Es por este tipo de cosas por las que no puedo tomarme en serio la postura de “todos seríamos unos sociópatas nefastos si tuviéramos los poderes de Superman” porque da por sentado algo ajeno a la condición humana: que no pueden existir personas capaces de hacer el bien por hacer el bien. El ser humano es un animal más social que ningún otro al grado de haber inventado mecanismos para comunicarnos con otros como nosotros en todo el mundo, existen bomberos voluntarios que literalmente arriesgan sus vidas en incendios por desconocidos, existe gente que se dedica a donar con las mejores intenciones posibles, y ni siquiera hace falta buscar ejemplos extraordinarios, porque la gran mayoría de nosotros va por la vida no buscando formas de lastimar a las personas a nuestro alrededor y salirnos con la nuestra, sino de vivir lo mejor posible, e incluso ayudar a quienes podemos aún si es algo insignificante. Quien nunca haya dado una dirección por la calle, haya ayudado a alguien a llevar bolsas pesadas, o le haya avisado a alguien cuando se le cayó algo, que levante la mano y sepa que es minoría.


Como dije antes, el capitalismo está funcionando de forma más perfecta que nunca, y buena parte de su funcionamiento es que condenó a algo tan básico como creer en la decencia humana más elemental a “fantasías de niños poco realistas que no saben cómo funciona el mundo” aún cuando basta solamente con salir a la calle para ver ejemplos de lo contrario. Es cierto que las personas somos capaces de hacer cosas horribles sin inmutarnos, pero también somos capaces de hacer actos generosos porque sí, sin ninguna otra motivación más allá de porque es lo correcto, y creo que eso también debe ser aceptado como parte de la naturaleza humana. Es tan realista creer que alguien con superpoderes podría ser Homelander, como que podría ser Saitama o incluso Superman, pero nuevamente, cuanto más divididos estemos entre nosotros, más fácil va a ser controlarnos.


Por todo esto es que aun cuando, de nuevo, The Boys me parece una serie excepcional, no comulgo para nada con su mensaje global e incluso me parece altamente cuestionable, porque es un mensaje que, ya sea por acción u omisión, representa el status quo nefasto de nuestro mundo moderno de una forma mucho más bizarra de lo que jamás podría hacerlo el UCM. Si les parece poco realista la idea de un salvador que baje del cielo a ayudarnos, a mí me parece igual de irreal la noción de que nada tiene arreglo salvo lo que me pase a mí y a mi círculo cercano.

El cinismo en general, si bien puede ser una herramienta poderosa para ver qué hay de malo en nuestro mundo, ha sido deformado hasta convertirse en un instrumento de apatía, y siempre, en absolutamente todos los casos, la apatía favorece a los poderosos. Por esto cierro diciendo la siguiente frase: Rechazo el cinismo, abrazo el idealismo.