Tengo Covid

Tengo (?) Covid y vengo a reflexionar

Es probable que tenga coronavirus. El martes de esta semana por la tarde, comencé a sentir escalofríos. Aunque mi temperatura no pasaba de 37° seguí controlándome toda la noche. Más tarde tuve cansancio y contracturas. No le conté a nadie para no generar preocupación. Solo a un par de afectos muy cercanos, con los que concluímos que lo más responsable era avisar al sistema de salud. Me comuniqué con mi prepaga y luego de varias horas tuve una consulta por videollamada. Como no tenía fiebre, no me podían testear. Pero el miércoles a los escalofríos se le sumo ardor en los ojos e inflamación de garganta. Síntomas a los que estuve atenta, pero charlando con las personas a quienes les iba comentado mi estado, notaba que eran síntomas a los que en mi vida normal no habría prestado atención. La verdad es que me sentía resfriada y no mucho más.

Quedé alerta y comencé a leer sobre lo que me podría estar pasando y qué cuidados debía tener. Según el Ministerio de Salud, el 97% de los casos de virus respiratorios este invierno son covid-19. Por lo que a no ser que pertenezca al milagroso 3% de porteños que tienen anginas, era mucho más probable que mi resfrío fuera covid y yo fuera un foco de infección. Por lo que me comporto como si fuera positivo. Encargué una compra a domicilio para no salir a la calle por 14 días. Como seguí con malestar en la garganta, la obra social me asignó un médico de seguimiento por si mis síntomas se agravaban.

El jueves ya estaba bastante bien, pero había leído demasiado sobre los deportistas de 25 años que habían quedo intubados y la gente súper sana que por dos semanas había perdido la fuerza de abrir un frasco. La verdad es que toda la cuarentena la pase comiendo más, moviéndome menos, y tomando alcohol. Sumado a la ansiedad que tengo en la vida normal pero potenciada por el encierro y el cambio de rutina. Entonces apareció otro síntoma grave del covid: la falta de aire. No era la primera vez que me ahogaba, ya que la falta de aire también es síntoma de las crisis de ansiedad. Ya terminé en una guardia a la madrugada asustadísima por no poder respirar y después de que todos los estudios (¡hasta tomografias!) me dieran bien, el médico me dio un clonazepam y me mando a mi casa. Me acostumbré a vivir con la falta de aire como signo de alerta cuando estoy muy estresada. Pero esta vez, por estadística, podría ser señal del virus respiratorio que nos cambió la vida a todos. Si bien sigo resfriada, sé que la falta de aire es simplemente nerviosa, porque después de hacer unos ejercicios de relajación se me pasa.

Tan solo un sueño(¿)

La sobreinformación en este momento es muy peligrosa. Me cansé de leer testimonios personales de lo más variados. Gente que dio positivo pero jamás se enteró que tuvo el virus, gente con conducta intachable que lo padeció, y mucha gente que de un día para el otro murió por él. Es necesario tomar estos testimonios con pinzas. Esta es una enfermedad nueva y poco estudiada y lo que le pase a cada uno es simplemente anecdótico, no tiene valor científico ni de ley universal. Sobre todo porque hasta las enfermedades más estudiadas y conocidas dependen mucho de cómo le toque a cada uno y de mil variables sociales, psicológicas, económicas que no se pueden controlar. No sólo es azarosa la experiencia de tener covid porque es una enfermedad nueva. Hay gente que es deportista y sufre infartos, hay quienes tienen una dieta de salamín y vino y viven hasta los 90 años.

Hay gente que tiene cáncer y puede pagarse un súper tratamiento y salir regia y gente que le da cáncer y tiene que luchar con su obra social mafiosa para que le cubra cuidados básicos. Las experiencias personales no dicen nada certero sobre la generalidad. Y uno no puede vivir asustado y en pánico por si le agarra covid, como tampoco puede vivir asustado de contraer dengue, cáncer, diabetes, lo que sea.

Ustedes me dirán, “Gabi, el cáncer no es contagioso y el covid sí”. Es verdad. Pero hay muchas cosas que no podemos controlar. Lo único que podemos hacer es cuidarnos lo más posible. En el mejor de los casos no lo tendremos nunca, en el peor lo sufriremos con agonía, mientras tanto no podemos hacer nada. Generar pánico y terror no solo no aporta conocimiento científico sobre la enfermedad sino que no soluciona nada, al contrario. Sé que es ingenuo pedir que todos conservemos la calma en medio de una pandemia que paralizó nuestras vidas, causó miles de muertes y colapsó todas las economías. Pero también me gustaría que la conversación pública sobre el tema no sea  tan sensacionalista. Tan solo un sueño.

Escenario óptimo para levantar el dedo acusador y ponerse en una posición de superioridad moral

En sus estudios sobre el desarrollo de las ideas morales, Piaget estudia cómo evolucionan estas en los niños y señala, a grandes rasgos, una etapa de identificación con la autoridad (de los 5 a los 10 años) y una posterior etapa de moral convencional (que comienza a los 10 y se complejiza en la adolescencia). En la primera etapa el niño se identifica con la autoridad y no la cuestiona, las reglas deben cumplirse y quien no lo haga merece castigo, incluso aunque este sea desproporcionado con la falta. En la segunda, los niños son capaces de notar que las reglas son arbitrarias y tienen en cuenta la intencionalidad de los actores más que las consecuencias de sus actos. Aprenden por experiencia que algunas violaciones a las reglas pasan desapercibidas y no son castigadas pero también que algunas reglas son injustas o algunos contextos más razonables para violarlas. A partir de acá surgen ideas morales como la compasión y el altruismo, que exigen la consideración de la situación concreta del otro como un caso particular de la aplicación de las normas. La etapa de rigidez moral de la primera infancia se flexibiliza y se comienza a evaluar cada situación según el caso.

Podríamos decir que en la primera etapa robar está mal, porque así lo dice la ley, y quien lo hace merece un castigo. En la segunda etapa el niño y en adelante adolescente o joven ya es capaz de comprender que si bien robar está mal, hay situaciones en que hacerlo es comprensible o conveniente. Empieza a experimentar la arbitrariedad de las normas para ver cómo algunos roban y los castigan mientras que otros lo hacen y pasa desapercibido. Comienza a evaluar cada situación según el contexto.

Pero alto ahí, estos estudios señalan que a pesar del vínculo entre desarrollo moral y desarrollo cognitivo, la evolución de este último no es suficiente para garantizar el más complejo desarrollo moral, y que es posible que existan adultos cuya moral aun continúe estrechamente rígida e identificada con la autoridad.

Qué delito ver a un amigo después de 4 meses. No digo que esté bien, no digo que no sea irresponsable. Digo, ¿no lo podes comprender? ¿Vos no lo harías? ¿Vos no tenés ganas de hacerlo? ¿De verdad pensás que esa persona merece la pena de muerte o que se soluciona algo acusando a los demás de ser una basura terrorista irresponsable? He leído a gente acusar de tontos, idiotas e inconscientes a otros por desear (¡ni siquiera hacerlo!) ver a los amigos o pareja (aunque leer semejantes cosas es mi culpa por consumir Twitter Argentina) ¿Baja el número de muertos cuando te regodeas acusando a los demás de errores o irresponsabilidades que vos también podrías cometer, si no es que ya las cometiste? Nadie es intachable. Todos tenemos contradicciones y cometemos errores.

No aprovechar la confusión para ponerse la gorra

Además de que no le conté a nadie para no causar preocupación, también lo hice por el estigma que pesa hoy sobre los enfermos de covid. ¿Dónde estuviste? ¿Cómo te contagiaste? Esto también es azaroso. Hay gente que lo tuvo y solo salió una vez en 4 meses a poner en marcha el auto, hay gente que va a fiestas y reuniones clandestinas y está sana. Cualquiera sea la situación, es por demás favorable para quienes gustan de ser policías y creerse mejores que los demás. Tratar al infectado de irresponsable y egoísta cuando la realidad es que nadie elige enfermarse. Y por más cuidados que uno pueda tener se lo puede contagiar igual. Pero además es imposible ser un robot que cumple las leyes a rajatabla y desinfecta compulsivamente cada superficie cada 20 minutos. ¿Nadie salió a dar una vuelta en un día que no correspondía a su DNI? Nadie recibió una compra del delivery y se olvidó de echarle lysoform?

Pero en este caso también hay un corte de clase. En estos 4 meses los ricos y famosos de nuestro país han violado la cuarentena obscenamente frente a nosotros. Tinelli fue de una provincia a otra, Susana se fue a Uruguay, Macri a Paraguay, Juanita Viale contó en prime time que se ve con su novio una vez por semana mientras muchas parejas normales tuvieron que convivir forzadamente para reducir la circulación al máximo. Quienes pueden siguieron haciendo su vida normal mientras a vos que se te rompió el calefón y con todos los recaudos tuviste que pasar una semana en la casa de un amigo sos un hijo de puta enemigo de la patria.

Creo que la cuarentena es una medida política responsable, atinada y que hay que acatarla. Pero también creo que es un puntapié perfecto para despertar nuestras actitudes fascistas y acusatorias sobre los demás, dignas de la moral arcaica de un niño. Es más, personalmente, me gustaría que la cuarentena durara más, porque mi ritmo se vida es más tranquilo y tengo más tiempo libre, aunque ese es otro tema.

Hablemos más de mí, de cómo yo me siento y lo que a mí me pasa

De todas formas y para aliviarlos, no fui a ninguna fiesta y vivo sola, así que no puse a nadie, por lo menos voluntariamente, en riesgo. Al primer síntoma por más leve que fue, me encerré. Por ahora me encuentro súper bien. Por prevención no salgo a la calle hasta que pase el tiempo prudencial y sigo con el seguimiento diario de mi médico. Quizás sea una oportunidad para aprender sobre nuestros comportamientos porque “nos quedará un mundo después de esto, pero qué mundo nos quedara después de esto“. Tampoco hay que pecar de optimistas al creyendo que vamos a salir siendo todos mejores personas y el capitalismo más justo. De a poco.