Hace ya un rato, twittee la conclusión de una conversación que tuve con mi pareja:
«Es una lástima que la enorme mayoría de las canciones sobre erotismo y sexo que se hacen ahora sean tan explícitas. Los arreglos y el tono general de una canción puede ser muy elegante, pero tenés que meterle el contenido lírico de WAP.»
En este post, pretendo ilustrar este punto y desarrollarlo. Especialmente, porque este es tipo de comentarios que uno suele reservarse a su fuero interno, por el anecdótico, mínimo temor de ser condenado como un «puritano» o un traidor a su generación.
Esta observación, que puede sintetizarse como «me aburre que el mainstream haya tomado como tono predominante para abordar la sexualidad, uno chato y unidimensional», vino a mí tras un breve recorrido por la, por el momento breve, discografía de Doja Cat.
«Kiss me», canción en la que colabora con SZA, y que se ha vuelto muy popular en TikTok, es bubblegum pop demasiado inteligente para su propio bien. Es groovy, femenino y perfectamente calculado. Estos términos aplican a todo su roaster de hits. Por ejemplo, mucho más sutil y pegajoso «Say So» sigue la fórmula.
La manera en la que se habla de sexualidad en los susodichos, así como en otros temas de otros artistas de amplio público, es juguetona pero clara. Y con esto quiero decir que es música para gente que necesita que le expliquen la broma luego de contársela.
Con estas observaciones, no pretendo separar «buena música» de «mala música», ni «buenas formas» de «malas formas». Sólo pretendo problematizar un devenir cultural en el parecería que cada vez las cosas son más fáciles de comprender y de consumir. No es que sólo deba hablarse de «ciertas cosas» de maneras pomposas y enrevesadas. Pero, cuando se decide ser explícito, explicar la broma, «no dejarle nada a la imaginación», se pierde la posibilidad de explorar otras formas expresivas y discursivas.
Qué picardía la mía
«Unbleached» de TR/ST es una de mis canciones favoritas de los últimos tiempos. Como buena parte de la discografía de TR/ST, aborda la homosexualidad masculina. Más precisamente, «Unbleached» trata sobre mantener relaciones sexuales con un amante que no se ha blanqueado el ano.
Sus primeros dos versos son:
«Wretched boy/Wretched find/This is not the load/Let it sing/Let it stain/Something takes ahold/Later spark/Down below/Fills me up with war
He’s still my hon/Spoon feeding my fun/You squirmed, I saw/Unbleached, unscarred»
Traduzco, para los hinchas del más grande:
«Muchacho desdichado/Desdichado hallazgo/Esta no es la carga/déjalo cantar/déjalo manchar/Algo se apodera/Luego chispotea/Muy debajo/Me colma de guerra
Él sigue siendo mi querido/alimentando mi diversión a cucharadas/Te retorciste, vi/Sin blanquear, sin cicatrices.»
Algo que se pierde en la traducción, es cómo la canción engaña al oído. «I saw» suena peligrosamente parecido a «asshole», pero no termina de formar la palabra. Esa ambigüedad, esa broma, ese secreto, la manera en la que esta canción podría ser incomprensible para alguien que no fuese gay le da otra dimensión de disfrute. Como el lenguaje secreto de una pareja, y como el slang impenetrable de las etnias y de las comunidades marginadas.
El hecho de que no haya broma, o de que deba ser explicada en términos más o menos universales, es una decisión bien tomada por el artista o por un grupo pequeño de compositores y estudiosos de la materia. Pero existe en un contexto de globalización y desdibujamiento de las identidades, en el que todo va a morir al mainstream. No poder hablar de sexo sin hablar de huevos y conchas y culos es dejarse fagocitar por el lenguaje desterritorializado de la pornografía.