Neoliberalismo es un concepto definitorio del mundo contemporáneo, y al mismo tiempo, uno de los más vagos, ambiguos y polémicos. Usualmente se lo identifica con una serie de acciones o ideas asociadas a Ronald Reagan, Margaret Thatcher, los “Chicago Boys”, al Fondo Monetario Internacional y con toda una escuela de políticas públicas aplicadas entre los ochenta y los noventa en muchos países del mundo.
La teoría convencional diría que dicho concepto, es la “actualización” o reinstitución de las ideas liberales, hijas del renacimiento y precursoras del iluminismo; ideas como las de Locke, Smith, Burke o Mill. Me parece que, en este punto, no hay dudas: el liberalismo es la defensa del libre-mercado, el republicanismo y/o los derechos individuales. Obviamente, “liber”, viene del latín “libre” y muchos de los autores que mencioné son anglosajones.
Ahora bien, ¿el liberalismo es derecha o izquierda? Como es que en Estados Unidos “liberal” está asociada a la izquierda y liberal en otros países -especialmente latinoamericanos- está asociado con la derecha ¿Por qué hablamos de “neo” liberalismo?
Como bien dice la teoría de la deconstrucción derridiana, toda teoría o conjunto de ideas se encuentra anclada a una coyuntura histórica. Así como Locke escribió su filosofía liberal discutiendo especialmente con Hobbes, en el marco de la Guerra Civil inglesa y la posterior Revolución Gloriosa (momento bisagra de su historia), las ideas de los “chicago boys” y las políticas de Reagan también responden a una coyuntura: la transición del mundo de guerra fría a la post-guerra fría.
Estas ideas de raíz anglosajona, son también las ideas que imperan en un mundo en el que los anglosajones dominan política y económicamente. Gracias a su poder militar y económico ganaron las guerras mundiales y ganaron la Guerra Fría, es más que evidente que el ethos de dicha nación iba a tender a establecerse como la norma.
Ahora bien, los libros de historia y de teoría internacional nos enseñan que, la Guerra Fría la ganaron los países defensores de los derechos individuales, las democracias y el capitalismo, y es por ello, que el (neo)liberalismo y el capitalismo parecerían ser la misma cosa, o al menos, que una es condición necesaria de la otra. Bueno, no lo son. Puede existir capitalismo sin liberalismo, y viceversa. Peor aún, existe un sinfín de matices intermedios. Como diría mi querido amigo Juan Ruocco, las ideas son modulares, y agrego: son, además, relativas a las estructuras históricas en las que se encuentran insertas.
El Asesinato de JFK y la Universidad de Chicago
Una de las condiciones necesarias que dio lugar a la lógica neoliberal fue el surgimiento del Estado de Bienestar como reacción ante el Crack del ´29. Hablamos del Estado actuando en defensa del sistema de producción capitalista promoviendo normas que aseguren su funcionamiento. Esta función defensiva se constituyó en un mecanismo clave y permanente, hasta el momento impensado. Justamente, Keynes resolvió políticamente una antigua contradicción que muchos intelectuales ya señalaban, y es que el Estado es condición primordial de la existencia de la propiedad privada, del funcionamiento del mercado y de los problemas que surgen de la interacción humana (el delito, el incumplimiento, etc.). Obviamente, los liberales ortodoxos observaron esta maniobra como un ataque directo a los principios inamovibles de ideas que surgieron en oposición a toda figura de autoridad, antes la monarquía absoluta y hoy el Estado moderno; esta crítica se constituyó en el principal argumento histórico para “correr por derecha” sin caer en el anarquismo.
Ahora bien, si tuviera que elegir un momento histórico fundacional del neoliberalismo contemporáneo y a muchas de las confusiones posteriores, fue el día que Kennedy murió. JFK no solamente fue pivotal en la historia norteamericana, sino también en la política internacional. Con su “Acta de Derechos Civiles” (1963-1964) convirtió al partido demócrata en el que hoy conocemos. El partido que hasta entonces había apoyado la esclavitud y que fue el partido referente del Ku Kux Klan, se transformó en el partido que defendía los derechos de los afrodescendientes y en el que ahora milita Alexandria Ocasio-Cortez.
Gracias a su propuesta de reforma para combatir el racismo imperante en la sociedad norteamericana, la tradicional “derecha” norteamericana se transformó en “izquierda” o “liberal” (como les dicen en Estados Unidos). Durante la Guerra Fría, los patrones históricos de “derecha” e “izquierda” fueron alterados en virtud de las coyunturas históricas. Así como en la Francia de Luis XVI, el pueblo rebelde aclamaba por “libertad, igualdad y fraternidad” en contra de la monarquía absoluta, la conservación de estas ideas comenzó a ser lógicamente un valor de la nueva élite que fue paulatinamente creciendo en base al naciente sistema de producción industrial. El nuevo estado “liberal” es el que se responsabiliza de los derechos, garantías y obligaciones de los ciudadanos en el marco del instaurado sistema de producción económica.
Esta fue la misma ética que promovió la guerra civil norteamericana, la liberación de los esclavos también fue la creación de mano de obra asalariada. 100 años después (casi exactos) la lucha por los derechos civiles era relevante para la inserción en el mercado de trabajo de los “negros de cuello blanco”. Lincoln fue asesinado en 1865, Kennedy fue asesinado en 1963.
El rol de las universidades como productoras de “ideas” y “conocimiento” fue fundamental. Durante esos mismos años (1963-1964), se publicaban desde la Escuela Económica de la Universidad de Chicago los primeros escritos sobre “Capital Humano”, una respuesta liberal a los aportes teóricos del marxismo. Particularmente, promoviendo una mirada alternativa a la teoría del trabajo que dominaba hasta aquel entonces en las discusiones de la “academia” económica.
A grandes rasgos, hasta la década del sesenta, el factor trabajo no había sido explorado adecuadamente por el pensamiento liberal. Los aportes de Shultz (1963) y Becker (1964) establecieron el piso fundante del pensamiento neoliberal, que luego adoptarían grandes referentes económicos como Amartya Sen o instituciones tales como la ONU.
Las políticas de descolonización al finalizar la Segunda Guerra Mundial, debían acompañar una transición democrática y capitalista de los países que habían sido colonias de otros, la tentación al comunismo como alternativa generaba temor en ciertos sectores políticos de las potencias occidentales. Era necesario “contener” la expansión del comunismo y cualquier forma política que se pareciera a él, al mismo tiempo que (re)nacían nuevos estados independientes. Las recetas al progreso estaban escritas en una serie de medidas recomendadas por muchos organismos internacionales avalados por Universidades que se situaban en la órbita del pensamiento (neo)liberal (Cambridge, Harvard, Yale, Chicago, entre otras).
Así es como la Escuela Económica de la U. Chicago colaboró con la formación de múltiples cuadros técnicos -los Chicago boys, por ejemplo- que sirvieron a las reformas de mercado de las décadas posteriores (ochentas y noventas), la ONU con sus recomendaciones o los premios nobel, se encuentran parados en el mismo paradigma. De forma simultánea a los nuevos aportes para el pensamiento económico, la política de contención de Keenan/Kissinger también sería transformada. En 1964 Estados Unidos envió tropas al Vietnam del Sur para contener la expansión del norte -algo que Kennedy se resistía a hacer.
Esos años fueron cruciales al pensamiento neoclásico en la economía. En los países periféricos, subdesarrollados, seguimos muy atentos las ideas que surgen en los polos de poder político-económico-social; muchas de estas ideas vienen ornamentadas de tecnicismos o evidencia que pretenden generalidad científica o de legitimidad política, sobre todo en base a la institución o la persona donde surge. ¿Quién podría someter a juicio una recomendación de la ONU o de un “Nobel” de Economía?
Durante la Guerra Fría, y principalmente en Occidente, muchas de las organizaciones, ideas y políticas tuvieron que ver con la expansión del paradigma neoliberal. El proceso de instauración no fue solamente aquella épica de reformas de mercado, sino que yace en la constitución de un piso axiológico, un marco teórico-político donde los debates contemporáneos ocurren, por fuera de él están los inadaptados y los violentos.
El Pacto
En términos convencionales, la principal tensión entre la izquierda (¿marxista?) y la derecha (¿capitalista?) yace, no en el concepto de libertad, sino en cuál es la vía hacia dicha utopía -que no discutiremos si existe. El debate clásico podría resumirse de la siguiente manera: mientras algunos sostienen que la libertad de mercado es el camino a la libertad individual, -es por ello que el Estado no debe intervenir en él-, otros creen que el mercado es un sistema de opresión y que la única forma de resguardarnos ante él es mayor intervención del Estado. Choose your master.
Ahora bien, el (neo) del liberalismo es aquella vaselina, aceite o engranaje que permite acoplar los países o individuos al sistema capitalista, siendo el Estado el principal protagonista. ¿Cuál es el pacto? La promoción de un Estado activo y promotor de derechos sociales e individuales a cambio de TU mercantilización. El Estado defiende la propiedad privada, “cree” en el sistema internacional político, económico y financiero, pero al mismo tiempo se enraíza siendo el espacio de puja de intereses. La educación pública, los derechos de las mujeres y la inclusión de cierto tipo de minorías tienen una aspiración idealista y, de forma simultánea, pro-mercado. La gran mayoría de las grandes luchas de izquierda se fueron transformando en victorias del sistema de producción porque, en definitiva, los derechos civiles y humanos contribuyen a una mejor inserción del individuo en el mercado. Por ejemplo y tal como señala Nancy Frazer, el feminismo se convirtió en la doncella del capitalismo; todas las ambivalencias de las distintas olas feministas fueron resueltas en favor del individualismo (neo) liberal.
La extrema izquierda y la extrema derecha en algún punto tienen razón, el centro político de la mayoría de los países es de corte neoliberal -con sus propias diversidades- porque la forma que ha tenido el sistema internacional de introducir los países a su vasta red, ha sido con el compromiso de adopción de un modelo económico-político que adhiera a los principios neoliberales. Las formas correctas, es decir repúblicas democráticas -presidenciales o parlamentaria con “Constituciones”- han generado una compleja dinámica centrípeta de coalición entre derechas e izquierdas centristas que no están dispuestos a perder las victorias políticas logradas hasta el momento en el marco del Estado moderno.
Los mal llamados troskos, anarquistas, fachos o cualquiera que fantasee con ideas “incorrectas” o (a)norma(les) quedaron fuera de todo tipo de debate político, cumpliendo la propuesta de Sartori: Los antisistema no pueden operar en el sistema. Por eso, los cambios y modificaciones solo ocurren de forma paulatina y tienden a ser pendulares en la órbita de fuerzas centrípetas pro-sistema que coopta la mayoría de seres humanos bajo un armado institucional que privilegia su propia supervivencia. La democracia, por una cuestión meramente estadística, asegura “el centrismo” político, romper la máquina tiene implicancias severas y circulan alrededor de los fantasmas del pasado.
Arquitectura Teológica-política
En 1905, Max Weber publicaba uno de sus más célebres textos, Die protestantische Ethik und der Geist des Kapitalismus -La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo. En pocas palabras, el reconocido sociólogo alemán expone una tesis sobre cómo el conjunto de valores que construyó el calvinismo, originado durante la era de las Reformas Protestantes, favoreció al desarrollo del capitalismo moderno.
Notable es la influencia de la doctrina calvinista en John Locke, como ya mencionamos, padre del liberalismo clásico. Eventualmente, Locke fue tomado por autores como Immanuel Kant, referente intelectual del idealismo en relaciones internacionales. Apoyado en nociones tales como el cosmopolitismo o la idea optimista de la “Paz Perpetua” se crearon organizaciones como la ONU o la OMS -En el mundo neoliberal perfecto no necesitamos fuerzas armadas o en todo caso son un “seguro”, como el de un auto.
La ética protestante está presente no solo en la cultura sino también en el aparato intelectual mainstream. Harvard y Yale fueron fundadas por calvinistas, muchos de ellos puritanos. La Universidad de Chicago, fue fundada por “American Baptist Education Society” gracias a una donación de John D. Rockefeller, el histórico empresario petrolero y reconocido protestante. Por ejemplo, Obama estudió en Harvard y fue profesor y catedrático durante 12 años en la Universidad de Chicago… sí, Obama es protestante.
Quienes hayan leído a Moldbug, encontrarán gran parte de lo que aquí descripto repetido. La idea de la “Catedral” que propone el autor, entiende que el progresismo secular moderno es en realidad el descendiente evolutivo del cristianismo puritano-calvinista. “La Catedral” es cómo la ética cristiana adoptó muy hábilmente el camuflaje del secularismo para introducir nociones e ideas más fácilmente en instituciones no cristianas ni religiosas (¿Foucault?). Por medio de las universidades y los medios, se promueven ideas políticas y económicas, rechazando abiertamente toda idea religiosa, pero sin querer queriendo favorecen un paradigma moral-ético que sí es raíz religiosa y responde a una serie de valores morales metafísicos.
Muchas de las ideas de Moldbug se basan en el pensamiento de Carl Schmitt, particularmente la teoría del partisano. Pero si nos introducimos con mayor profundidad en el pensamiento del segundo, nos encontramos con un escrito aún más ambicioso, el “Nomos de la Tierra”, que abre las puertas a entender como el funcionamiento del mundo se basa en la promesa -típicamente imperial”- del fin de la historia en un mundo de pax neoliberalismus. Idea que hizo reconocido a Fukuyama.
Desde una aproximación teológica-política, las ideas sobre el hombre universal, sobre la libertad, sobre la identidad, sobre el trabajo muy presentes en el pensamiento de Calvino y Locke, han contribuido a la maquinaria capitalista, donde, en definitiva, se crea una síntesis nomotética de praxis económica-política que colabora con un sistema específico de producción económica y de poder internacional. La liber es el resultado de un Estado benefactor que facilita la inserción del individuo en el mercado en un sistema-mundo con una configuración específica.
Es por estas razones, que la extrema “izquierda” muchas veces comulga con la “extrema” derecha, y ha ocurrido en varias ocasiones a lo largo de la historia. Si el sistema no puede producir mayores grados de satisfacción eventualmente surgen movimientos antisistema de gran apoyo popular y pasan cosas, pero esa es otra historia…