Predicciones contradictorias sobre transhumanismo y vigilancia [GONE SEXUAL]

Durante esta década de – ¡Gracias Cristo! – pronto fin, el precipitado progreso tecnológico ha afectado todas las facetas de nuestras pequeñas vidas. Todo sucedió tan rápido y modificó tan profundamente la textura de nuestra experiencia que nuestra ficción es, o deficiente o derivativa.

Las historias que contamos, si no están ambientadas en épocas pasadas, deben emularlas narrativa o estéticamente. Nos masturbamos con un recuerdo vago de una época en la que las cosas eran más sencillas. Esto sucede tanto en nuestra producción cultural – véase el archivo de mi artículo sobre Lana Del Rey y Orville Peck, “Exorcising Americana”, así como en nuestra política. La derecha se masturba sobre una imagen idealizada de un paraíso perdido, un Occidente que nunca existió.

La angustia por lo intransferible de nuestra experiencia no está dada sino por el hecho de que estamos transitando algo que nadie había transitado antes, y no sabemos qué hacer con eso. Por primera vez en la historia, somos una cosa doble. Uno está fragmentado, tiene una vida material y una inmaterial, y en esta inmaterialidad uno desarrolla su vida social y, en algunos casos, su vida profesional también.

Es interesante especular sobre cómo nos estaremos relacionando en unos años, sobre cómo progresará la inmaterialización social, y qué catástrofe desencadenará el hecho de que sea propulsada por corporaciones

Existe un mundillo de gente dedicada a elucubrar más extensa e inteligentemente sobre esto. Pueden hallarse en los resultados de Google de la palabra “sextech”, debajo de una pila de estupideces amarillistas y flojas de papeles.

No tengo interés especial en la tecnología, y no referiré a avances específicos, ni a sus méritos técnicos. Sólo me interesarán, en esta ocasión, los sistemas de tracking, las herramientas de recolección de data invasivas, las redes de distribución de contenido pornográfico, y cómo el Stalinismo de Mercado del futuro va a lidiar con ellas (capitalizándolas o cercenándolas), y los posibles modelos del cuerpo ideal. Voy a abordar estos asuntos enmarcándolos en dos distopías.

1. El sexo vende

La segunda piel y la pornografía como ideal cultural

En 1983, Re/Search Publications lanzó The Industrial Culture Handbook, una “guía de referencia a la filosofía e intereses de una alianza flexible de (…) artistas internacionales” que representaban “la mitología, historia, ciencia, tecnología y psicopatología ” que era la contracara de la sociedad industrial.

La considero una lectura obligada para quienes estén gestando un proyecto cultural con aspiraciones “rupturistas”, es maravillosa. Pero esta no es una recomendación gratuita. Menciono esta pequeña obra porque incluye el manifiesto del grupo australiano SPK, que, en cierta sección titulada “El maniquí de la segunda piel”, explica la relación entre sexualidad, mercado y pornografía:

“La ‘revolución sexual’ no fue sino la neutralización de toda sexualidad mediante la extensión de todos sus significados. Es un espectáculo, un imperativo, una publicidad. Los fetiches ya no son privados o antisociales, como en Sade – son compulsivos, están normalizados, son transparentes. La transparencia no es una idea radical sino una demanda fundamental del sistema hoy. Michael Foucalt, en Historia de la sexualidad (vol. 1) muestra cómo toda sexualidad que incluya desviaciones es “confesada” para que el código sea total. Lee Penthouse Forum. Toda posibilidad sexual es catalogada en una película porno barata que será reproducida en nuestra vida privada.

El cuerpo se ha sexualizado completamente/pero es sexo sin cualidades. La desnudez es sexualmente redundante, habiendo pasado el cuerpo a ser un maniquí de signos – ropa, maquillaje, amoblamiento, restaurante, automóvil, etc. El cuerpo es fetichizado como una manipulación de máscaras; la idea del cuerpo óptimo se convierte en nada más que el “tú” en una publicidad – fragmentado y reconstruído como un modelo.

El único ataque posible contra esta totalidad es la exhibición de cuerpos intolerables, mutados, enfermos, deformados, muertos. (…) Marcuse llamó a la revolución sexual “desublimación represiva”. Ya no es violenta ni está enfocada en los genitales. Es más sutil y nos invita a jugar. La muerte es la única pornografía en este sistema… no hay sexualidad radical…”

Considerando tanto su utilidad de mercado como su posibilidad distractiva, podemos juguetear con la idea de un futuro libre de mojigatería, pero no por eso más libre.

De pretenderse un ejemplo de cómo esto funcionaría, recomendaría echar un vistazo a la decoración de interiores en A Clockwork Orange, la adaptación de Stanley Kubrick de la homónima novela de Anthony Burgess. Tenemos una sociedad autoritaria, pero en la que imágenes pornográficas son exhibidas abiertamente en las casas de la gente. La sexualidad es libre (o parece serlo), el resto no lo es. Esto me recuerda a la relación entre fascismo y desublimación de la sexualidad, que traté en cierto artículo anterior.

Por otra parte, hace unos meses, en un sitio ahora difunto, redacté una esquela quejosa contra un periodista que le preguntó al cantante Troye Syvan si toma el rol activo o el rol pasivo en sus encuentros homosexuales. Esto fue un ataque, no sólo a Syvan, sino también a nuestro imaginario erótico. Desnuda y priva de su misterio a la figura gacélica, elegante. Le quita el encanto que tiene por ser sutil, por ser sugerente, por ser erótica sin invitar invasivamente a la lubricidad. Esto es parte de la pornificación de la sexualidad.

El cuerpo arcaico y el sexo como simulacra

La idea de la pornografía como el modelo de nuestra vida sexual no es nueva, ni dista de ser obvia. Es interesante cómo, tomando la pornografía como modelo, se piensa en un encuentro sexual como una serie de procesos prediseñados que pueden ser combinados como uno desee, con el objetivo del orgasmo, siendo el orgasmo un acontecimiento también modelado.

El modelo de encuentro sexual como proceso con componentes X, Y y Z que lleva a X e Y resultados no sólo imprime ideales de actividad, sino también de actores. Hay un ideal de encuentro sexual y un ideal de quien los lleva a cabo. No sólo hay un estándar de funcionamiento, sino también un estándar, un modelo de máquina.

Entonces, retornamos a la idea del cuerpo como una base sobre la que apilar significantes. Los significantes ya no son sólo apilados: Algunos de ellos no pueden ser quitados, se mantienen con uno porque forman parte de su cuerpo.

La pornografía tiende a ser tratada de una forma falaz. Tanto feministas como madres cristianas apretan su collar de perlas para denunciar los efectos de la pornografía en la juventud, en la sociedad, en la cultura. Pero, si bien la pornografía, en cuanto industria exitosísima, “contamina” otros medios, otras formas audiovisuales diseñadas para otras audiencias, no puede negarse que la pornografía es parte de la cultura y, como tal, la refleja.

Por ejemplo, la pornografía puede ser tomada como una breve historiografía del cuerpo. Es interesante como, cierto tipo de atributos, de ciertas dimensiones, tratados de cierta manera, pasaron de ser una rareza, una bizarría (recuerdo los senos grotescos de Lolo Ferrari, ícono del “Eurotrash”), a casi un estándar de la industria. Si bien, por supuesto, no se puede tratar la pornografía como monolito, voy a hacerlo durante un rato, como para llevar este razonamiento a donde quiero que vaya.

Hay un ideal de cuerpo sexuado. Ese ideal de cuerpo sexuado, de cuerpo que lleva a cabo ese acto también idealizado, también modelado, cada vez tiene más afectaciones. Cada vez se le pide más al cuerpo sexuado, y la ciencia está ahí para responder, con siliconas, botox, operaciones de agrandamiento peneano, abdominales falsos, etcétera, etcétera. Muy probablemente, en los próximos años, estos procedimientos se refinen y cada vez se provean más especificidades, en pos de ideales nuevos, quizás más demandantes – probablemente más demandantes.

Es posible que, eventualmente, los estándares del cuerpo sexuado (proporciones, reacción frente a X o Y estímulo…) sean tales que sean humanamente imposibles. Por lo tanto, puede ser que dentro de relativamente poco tiempo, el ideal de actor sexual sea no-humano. Antropomórfico, pero no-humano.

Esto ya se puede ver online, en ciertos círculos, en los que usuarios anónimos se intercambian fotografías de actrices y actores pornográficos editados hasta ser caricaturas de ciertas expectativas de género, llevando ciertos significantes hasta el paroxismo – o juegan a relocalizar, desarmar y rearmar partes del cuerpo para hacer una suerte de cuerpo pura, exclusivamente sexuado, sobre el que no puedan pasar otros significantes.

2. Pudor y vigilancia

Leyes anti-pornografía

A menos que algo maravilloso pase, el futuro es China. Y en China la pornografía es, técnicamente, ilegal. De facto, no lo es. Pero la ilegalización de la pornografía permite al gobierno chino censurar arte que le disgusta.

Considerando que el estándar moral del futuro es el mercado, la prohibición de la pornografía me parece poco probable. La pornografía es una de las industrias más exitosas del mundo. No sólo venden algo que la enorme mayoría de la gente consume, (entonces puede ser vendido muy barato o regalado, y seguirá generando ganancias), sino que sirve hermosamente para lavar dinero. No me opongo a la pornografía, no me opongo a la sexualidad libre. Pero, como bato alegremente los huevos para preparar un omelette, aún sabiendo que las gallinas ponedoras viven vidas de dolor, me bat-

Either/Or

La pornografía nunca va a estar prohibida de facto. Me parece mucho más plausible que haya leyes anti-pornografía para censura selectiva, mientras el sector privado nos provee toda la pornografía del mundo y mide obsesamente nuestros patrones de consumo.

Hace un tiempo, me encontré jugueteando con la idea de que un sistema de vigilancia que volviese ridícula cualquier pretensión de pudor, motivase un retorno a la pornografía en papel y otros formatos arcaicos. ¿Quién sabe?

Acabaré con una pequeña nota sobre un detalle rítmico que no pude ignorar durante mi investigación para este artículo. Está incrementándose el volumen de material pornográfico presentado en compilaciones. Estas compilaciones son frenéticas. Algunas son collages de numerosos pequeños recuadros con imágenes de genitales en movimiento que rotan secuencialmente cada diez o quince segundos. Son un estamento de época. Las ridículas, demasiado largas, febles narrativas de la pornografía comercial “de toda la vida”, están siendo reemplazadas, insidiosamente, por pornografía hiperefectiva, que es puro estímulo fisiológico descontextualizado.

Debería concluir esto con algún tipo de invitación al diálogo que aumente nuestra “tasa de engagement“, lo que sea que eso signifique.

¿Qué hay de vos? ¿Mirás mucha pornografía? ¡Háznoslo saber en los comentarios!