Me gusta mirar: Sobre Anna Nicole Smith y la guerra contra el terrorismo

El 23 de mayo de 2004, The New York Times publicó un ensayo en el que Susan Sontag piensa en voz alta sobre las recientemente filtradas imágenes de la Cárcel de Abu Ghraib. Les refresco la memoria: A principios de 2003, durante la ocupación de Irak liderada por el Ejército Norteamericano, los soldados a cargo de la cárcel de Abu Ghraib le tomaron el gusto a torturar a los prisioneros, fotografiarse haciéndolo y compartir el material vía e-mail. Según el Informe del General Antonio Taguba y un posterior reporte de The New York Times, los pasatiempos de los soldados incluían:

  • Golpear a los prisioneros, tanto a puñetazos como con objetos contundentes.
  • Desnudar a los prisioneros, mantenerlos desnudos, y fotografiarlos.
  • Forzar a los detenidos a masturbarse y grabarlos.
  • Colocarle un collar a los prisioneros y paserlos como perros.
  • Amontonar a los prisioneros, saltar sobre ellos y aplastar sus pies denudos.
  • Amenazar a los prisioneros con tortura eléctrica y violación.
  • Violar anal y vaginalmente a los prisioneros.
  • Orinar sobre los prisioneros.
  • Verter ácido fosfórico sobre los prisioneros.
  • Cubrir a los prisioneros con heces y fotografiarlos.

Más allá de estas siniestras prácticas, y de cómo el gobierno de Bush se negó a llamarlas por su nombre (tortura), algo en lo que es interesante reparar, y en lo que repara Sontag, es que el disgusto pareció enfocarse, no tanto en las prácticas per se, que “pueden o no haber sido”, y “pueden o no” haber sido tortura.

“Considered in this light, the photographs are us.” Sontag plantea esta identificación en los términos de la invasión. Las fotografías somos nosotros, porque somos imperialistas y esto es imperialismo – poder disponer como se desee, no sólo de suelo y recursos, sino también de cuerpos.

Sontag también considera la producción y distribución de registro fotográfico de las torturas en relación a la producción y distribución de registros fotográficos de todos los aspectos de la vida, que en ese momento era incipiente. Y que ahora ya se ha vuelto casi compulsiva y casi compulsoria.

El momento del brillante ensayo de Sontag en el que me gustaría comenzar mi propio análisis de los hechos, es el siguiente:

Sontag nota que,

“incluso más espantoso, ya que se suponía que estas fotografías debían circular y ser vistas por mucha gente: todo era divertido. Y esta idea de diversión es, desafortunadamente, más y más — contrario a lo que el Presidente Bush le está diciendo al mundo — parte de ‘la verdadera naturaleza y el corazón de Los Estados Unidos’”.

El Show de Anna Nicole

Anna Nicole Smith (Victoria Lynn Hogan) nació el 28 de noviembre de 1967, en Texas. Y moriría el 8 de febrero de 2007, en Florida. Sus padres se divorciaron antes de su segundo cumpleaños. Su madre volvió a casarse, y Victoria tomó el apellido de su padrastro, rebautizándose Nikki Hart.

Nikki tenía 5 medio-hermanos. Se rumorea que sufrió abusos a manos de uno de ellos, quien años luego sería condenado por la violación de otra mujer. Antes de comenzar la escuela secundaria, Nikki fue enviada a vivir con su tía en Mexia. Nikki abandonaría la escuela a los 14 años.

Hacia el final de su adolescencia, Nikki comenzó a trabajar como mesera en cierto restaurante llamado Jim’s Krispy Fried Chicken. Allí conocería a su primer marido, Billy Wayne Smith, con quien tendría un hijo. Pocos años después, Anna Nicole comenzó a bailar.

J. Howard Marshall era un empresario petrolero norteamericano, y el dueño de 16% de Koch Industries – hoy en día, podemos especular que eso lo haría propietario de algo así como el 2567% de PragerU, pero ese es un tema para otra ocasión. Cierta noche de Octubre de 1991 en Houston, el recientemente enviudado billonario se encontraba particularmente desanimado. Al fin y al cabo, era un doble viudo: Tanto su esposa como su amante habían muerto. Para “repuntar” la noche, como dirían los jóvenes, su chofer le propuso llevarlo a un cabaret. El fogoso anciano aceptó la invitación. Esa noche, en Rick’s bailaba una rubia exuberante. Naturalmente, lo fascinó.

En marzo de 1992, Smith aparecería en la portada de Playboy por primera vez. Dos años y aproximadamente 2,400,000 USD en regalos después, Anna Nicole se divorciaría para casarse con Howard. La carrera de Anna avanzaba favorablemente. En 1993, fue nombrada Playmate of the Year. Protagonizó una campaña icónica de Guess, e incluso obtuvo papeles menores en grandes producciones cómicas.

En 1995, Marshall fallecería, dejando un complicado juicio por su herencia detrás. Juicio que fue extensamente cubierto por la prensa y que cementó la reputación de Anna Nicole Smith como una celebridad.

El show de Anna Nicole debutó el 4 de agosto de 2002, en el canal E! El programa fue cancelado en 2004, dejando detrás 28 episodios. No es mi intención hacer un análisis minucioso de toda la serie. Siento que más que suficiente puede ser dicho echandole un vistazo a uno de los capítulos más representativos de todo el trajín: The Anna Nicole Show Holiday Special, emitido el 15 de noviembre de 2002.

El episodio es narrado por una notablemente guionada Anna, cuyas oraciones son terminadas por su abogado (y posterior marido), Howard Stern. Stern tiene el control que a Anna le falta. Anna lee un teleprompter con dificultad etílica. Howard habla con fluidez y cuenta por qué mandó a hacer una escultura de hielo/coctelera de Anna Nicole.

Si tengo que satisfacer el deseo de figurar constantemente del feminismo, puedo decir que el capitalismo hace cosas muy específicas al cuerpo de las mujeres. Por ejemplo, Anna Nicole tuvo cambios abruptos de peso durante su carrera. Cambios abruptos que fueron sponsoreados por un fabricante de pastillas para adelgazar. Además, en Anna Nicole, podemos ver el paradójico poder/vulnerabilidad de una mujer sexualmente “disponible”. Poder/vulnerabilidad que no se basa, como quienes tienen una visión reaccionaria del sexo proponen, en el deseo de los hombres de “impregnarla”, sino de cogérsela. No querés intercambiar gamotas con Anna Nicole Smith, querés beberle Jagermeister de los senos – dos cosas muy distintas.

Los preparativos de la fiesta comienzan con Anna caminando por una calle nevada del brazo de Howard. Mira a la cámara y canta, “It’s raining, it’s pouring, my whole life is boring – because of you.” El resto del tiempo, Anna se ve confundida y gimotea. Mientras, en un aparente exceso de sus funciones como asesor legal, Stern dirige una tropa de decoradores, empleados y asistentes. Durante los preparativos, una visiblemente ebria Anna Nicole discute con Howard Stern, quien había contribuído a la sobrecocción de un pavo. Encontrando al ave dentro del horno, ennegrecida y crostosa, Anna le reprocha a Howard, quien la culpa por no haberle dado las instrucciones correctas. “Get out of my face!”, le exige Anna, “Now what am I supposed to do?” La escena termina. Escuchamos un snippet de la canción de apertura: “Anna, Anna, Anna, Anna, Ana Nicole, you’re so outrageous!” Anna está apurando dos vasos de Jaggermeister mientras alguien exclama entre risas “Oh, no… my goodness… no.”

Si vamos a estudiar las motivaciones de los consumidores de telerrealidad, vamos a encontrar investigaciones, estudios y análisis contradictorios. Prima face, podría decirse que es un error plantear toda la telerrealidad como un monolito. No es tanto un género como un formato. Y es limitado el insight que podemos conseguir investigando a los consumidores “de cine” o de “televisión” sin hacer distinciones más profundas. Lo que mueve al televidente que pasa entre 5 y 15 horas a la semana consumiendo shows del estilo de Here Comes Honey Boo Boo, probablemente difiera de las motivaciones del fan de Pawn Stars, o del obsesedé de Kitchen Nightmares o Keeping Up With The Kardashians o Ru Paul’s Drag Race.

Programas del estilo del de Anna Nicole suelen seducir al televidente con su revelación de que la celebridad “es como uno”, ocasionalmente estúpido, consumido por micropolémicas banales, propenso al absurdo – pero en una situación alienígena para nosotros. Alienígena y, al fin y al cabo, ridícula. Esa cotidianeidad opulenta alberga mentes simples. Esa es la revelación.
En el caso de Anna Nicole en particular, la revelación es que la celebridad no está en control de su propia vida. Quizás fue el final lo que lo hizo tan transparente, insoportablemente transparente. Esto hace a gran parte del Show de Anna Nicole Smith absolutamente inmirable.

Me gusta mirar

“I put my hand in my pocket
What do I feel
One hundred and ten stories
Of concrete and steel
I like to watch

That plane-shaped hole
Really gets me hot
But the big ball of fire
Is the money shot
I like to watch”– Chris Korda, “I Like to Watch”

La tortura es tortura, pero también es tortura la celebración y comodificación de la adicción mediante la deshumanización del adicto. Esto se ve también a nivel local, en programas como Cuestión de Peso, en los que se reduce a los obesos a caricaturas y se los tienta con “noches de permitidos” en las que se los conduce a algún tenedor libre, parilla o fonda de fritos.

Anna Nicole es meramente un ejemplo de una tendencia que vemos across the board en los medios masivos de principios del siglo XXI. Mientras las estrellas del Old Hollywood debían ocultar sus flaquezas (status quo que no es moralmente superior, pero sí comprensible), las celebridades de comienzos y mediados del Siglo XXI tenían sus flaquezas comercialmente explotadas. Queríamos ver a Anna Nicole pasada de rosca, mostrando las tetas en televisión. La mujer-objeto fuera de control de sí era la última fantasía de poder de una masculinidad que años después sería debidamente obligada a confrontar su horror.

Visto como contemporáneo a los resultados político-culturales del 9-11, el ascenso de la telerrealidad y de la exhibición de las celebridades en estados lamentables puede ser interpretado como un coping mechanism de una cultura con síndrome de estrés postraumático. Al fin y al cabo, un imperio que, como tal, se expande y ejerce su poderío a través de violencia va a ejercer esa misma violencia puertas adentro, entre sus ciudadanos.

Anna Nicole Smith murió en un hotel de Florida, a los 39 años de edad. La causa de muerte fue una sobredosis de una serie de drogas de prescripción. Su primer hijo, Daniel Smith había muerto unos meses antes, a los 20 años de edad. La causa de muerte fue una sobredosis de metadona, Zoloft y Lexapro.