Una historia de Gangsters
En la humilde opinión de un servidor, hay un género de películas que impera por sobre todas las demás, el género del crimen, y siendo aún más específicos, el subgénero de las películas de gangsters. Esta afirmación, tendenciosa quizás, no sale de mí sin ningún tipo de argumento que la sostenga. Por un lado, estamos hablando de uno de los géneros más exitosos comercialmente – al momento de su estreno, The Godfather fue la película más taquillera de la historia – con fórmulas probadas que todos los años nos proveen de las aventuras de diferentes “Outlaws” a lo largo del mundo.
Por otra parte, hay muy pocos géneros igualmente icónicos, solo basta con pensar las escenas más famosas de algunas de sus películas y se darán cuenta cuánto han sido replicadas en la cultura popular. Miren el romance que hay entre The Simpsons y la trilogía The Godfather; o cómo el tracking shot de Scorsese en Goodfellas popularizó la técnica. El género también ha influído en otros ámbitos de la vida cotidiana. Sin duda es un género aspiracional, basta con ver la influencia que ha tenido en los movimientos de Hip-Hop en los EEUU, particularmente películas como “Scarface”. Incluso podríamos indagar en cómo han influenciado en el lenguaje del día a día: desde el icónico “I’m gonna make him an offer he can’t refuse” de Vito Corleone, pasando por el neologismo “Fugazzi” el cual fue inventado para definir algo falso en el guión de la película Donnie Brasco.
Las películas de gangsters son omnipresentes en el inconsciente colectivo. Y el caudal del género es constante, asegurándonos al menos una vez al año un nuevo film que nos meta en los bajos mundos, o una serie que nos ponga de lleno en sus maquinaciones (Peaky Blinders ,Breaking Bad, y The Sopranos son algunas de las series que nos llevan y nos sumergen en estas circunstancias) . Sin dudas, el género de gangsters es un ferviente competidor al puesto del género más relevante del cine moderno…
Pero aún así hay algo que no cuadra en la popularidad de personajes como Vito Corleone, Walter White, Donnie Brasco o Thomas Shelby, hay algo que se siente culposamente bien al entronizar figuras que se presentan en las antípodas de lo que conocemos como la buena vida – ya saben, trabajar de 9.00hs a 17.00hs, comprar una casa con una hipoteca gigantesca, no pelearse, mostrar siempre la otra mejilla, obedecer la ley y a quien la impone, y todas esas mierdas que nos dijeron que si cumplíamos seriamos felices, útiles al mundo y en algún momento recompensados.
A pesar de todo, nos vemos siempre inclinados a los relatos sobre figuras de moral dudosa, a sus robos, asesinatos, traiciones y desobediencia general a lo que está establecido como participar constructivamente de la sociedad.
¿Por qué será? ¿Seremos todos internamente unos depravados y esta es la forma que tenemos de vivir nuestras más oscuras fantasías? ¿O Es la mejor forma que encontramos para representar los grises de la moralidad humana, por medio de criminales empáticos, y galantes? Bueno… La verdad es que son todos buenos puntos de partida para el análisis de lo dicho, de la pregunta planteada, pero creo que va por otro lado, y tiene más que ver con una expresión de deseo inconsciente, un deseo de libertad y de control absoluto sobre nuestra existencia. Al menos a eso le atribuyo la popularidad de este género.
Ahora bien, ya que sabemos qué es lo que queremos, y lo expresamos por medio de nuestro arte ¿Qué implica liberarnos como los protagonistas de estas historias? Bueno, estimados lectores, como diría un bigotón alemán, implica “…mirar durante largo tiempo al abismo…”
El abismo
Supongo que la mayoría aquí está familiarizada con las ideas de Friedrich Nietzsche: El eterno retorno, el “Amor Fati”, la inversión de los valores y el popular “Übermensch”. Ideas que han partido en cierta manera el pensamiento moderno, creando un antes y un después de su concepción. Ya sé, ya los estoy escuchando preguntarme qué mierda tiene que ver la filosofía alemana del siglo XIX con el por qué a cuanto aspirante a rapero que haya en la Costa Este le encanta Tony Montana al punto de masturbarse con su imagen.
En un principio diría que nada tienen que ver, pero tras pensarlo un poco recalé en el hecho de que las ideas del bigotón son al mismo tiempo un excelente marco teórico para explicar por qué son las películas de gangsters un género tan popular, y para darle forma a una pregunta planteada implícitamente en la cabeza de todos hoy día. Pero vamos a lo que nos compete Nietzsche y los Shelby, o los Corleone, o los Sopranos, o su mafioso de preferencia.
Tomemos por caso de estudio al señor Thomas Shelby, el protagonista de la exitosa Peaky Blinders – Si no la vieron háganlo, es una gran forma de pasar una cuarentena, gran serie, gran producción. Muy recomendable.
El señor Shelby presenta características que podrían verse como una inspiración directa del “Übermensch” de Nietzsche, aquella figura cuasi mitológica de la literatura del alemán en donde se imaginaba cómo sería el hombre del mañana; ese hombre legendario que crea sus propios valores, que somete la existencia a su voluntad, que está lleno de vitalidad, y que acepta las consecuencias de sus decisiones, (o sea, es conciente del Amor Fati).
Shelby (interpretado maravillosamente por Cillian Murphy, en lo que es sin duda su mejor papel) es el jefe de la banda que conforma su familia (los epónimos Peaky Blinders) en Small Heath, Birmingham, en una Inglaterra post-WWI.
A lo largo de la serie lo vemos ser juez, jurado y sentencia de sus amigos y enemigos, lo vemos hacer y deshacer a su placer (ya sean las leyes impuestas por la corona, o por la tradición del bajo mundo británico). Sin embargo, es un hombre sabio y apasionado por las cosas que él considera importantes, los caballos, su familia y los automóviles se destacan como sus pasiones.
Shelby no solo se maneja en un registro moral diferente al de los hombres comunes, sino que persigue objetivos diferentes y se mueve de forma diferente al resto de los hombres para obtenerlos, como bien le confesaría a su par judío Alfie Solomons (Tom Hardy, quizás el más grande regalo del cine Británico a mundo, y Alfie, su gran regalo a nosotros; ¡ Qué papel, qué personaje! Inmejorable).
Thomas se mueve en los círculos de poder, bajos y altos, en busca de un desafío que lo haga estar vivo, y continuará en ello hasta que encuentre a un hombre que no pueda vencer. Sin duda, el superhombre libre de toda atadura social vive en la figura del gitano de Small Heath; así también como lo hace en Vito Corleone, en Henry Hill, en XXXX (el protagonista de la infravaloradísima, Layer Cake de Vince Vaugh ), o en el perverso Walter White. Los hombres del mañana nietzscheano son criminales, son aquellos que han decidido tomar lo que se les ha prometido toda la vida, dejar de esperar y levantarse de su postura de esclavos en la cual los valores consagrados son aquellos devenidos de la cobardía, y la debilidad, para volverse fuerzas de la naturaleza en su propio derecho, imponiendo sus leyes, moral, y su ser al mundo. Sin duda, las vivas imágenes de la libertad que nos fue prometida.
Nietzsche decía, en Más Allá del bien y del mal, “Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti.” Esta es la clave, en mi opinión, para entender a estos criminales que han fascinado al mundo desde siempre, para entender de dónde vienen, saber quiénes son realmente y por qué se nos hace imposible a nosotros, los hombres de a pie, quitarnos el yugo de nuestra moral de esclavo como lo han hecho el señor Shelby, el señor White y el señor Corleone. Esta es la clave para comprender a los maestros de la muerte.
La gran mayoría de los protagonistas de las películas de gangsters en algún momento previo a su vida de crimen fueron confrontados con su propia mortalidad y perdieron. Ellos han muerto previamente. Han luchado con monstruos largo y tendido, y han hecho más que solo observar al abismo, ellos saltaron dentro de él y tocaron su fondo… Si bien supieron salir, los que salieron no son los mismo que los que han saltado. Los que saltaron eran hombres normales, temerosos de Dios, que esperaban su recompensa al final de tortuoso camino que representa la vida diaria de aquel que observa la ley (la vida del esclavo). Esos fueron los que saltaron esperando que en el abismo esté la recompensa que buscaron toda sus vidas… El Sargento Shelby en la WWI, el profesor de química Walter White, el pequeño exiliado Vito Andolini. Saltaron para encontrar nada más que indiferencia, para hallarse solos en el oscuro fondo del abismo; ellos saltaron y descubrieron que todo lo prometido, todo lo construido fuera del abismo es una mentira, no más que cadenas atando al hombre a la homeostasis permanente de la modernidad, atándolo a la esclavitud de sistemas injustos y explotadores, atándolo para que jamás sea aquello que pueda ser.
Por virtud del azar, quizás la única fuerza relevante en la historia humana, estos hombres que saltaron sobrevivieron y vieron la verdad, o mejor dicho vieron las mentiras que comprendían sus vidas. Las tomaron como ofensas personales, sacaron fuerzas de allí y se juramentaron volver para ser lo que siempre debían haber sido, libres, pero libres en sus propios términos. Y así fue como del abismo se levantaron Thomas Shelby la cabeza indiscutida de los Peaky Blinders, Heisenberg cabeza del imperio de metanfetaminas más grandes de EEUU, y Vito Corleone el mafioso más poderoso de Nueva York en los años 30s.
Los seres que saltaron al vacío “murieron” viviendo bajo la moral que se les impuso, “murieron” patéticamente esperando; ¿Qué esperaban? Una razón quizás, un motivo para creer en algo más, quién sabe… Lo cierto es que Shelby murió en un pozo en la primera guerra, White cuando su diagnóstico fue dado y sólo halló presiones e incertidumbre, y el pequeño Andolini murió junto a su madre y su padre a manos de Don Ciccio. Con ellos murieron esas concepciones esclavas de la vida, con ellos murieron las cadenas que los ataban. Y así es como se convirtieron en superhombres dueños de sus destinos, hombres que viven y mueren por la espada; pero que lo hacen por ellos mismo, por su decisión, por su libertad.
Es esta libertad post-muerte metafórica lo que nos hace inclinar a estas historias, a volver a ellas, a reverenciarlas y propagarlas. La esperanza de que algún día seremos libres como estos criminales de ficción, tan libres incluso que ni la muerte será un yugo para nosotros, y que la vida será aquello que hagamos nosotros de ella, no lo que las circunstancias dicten. Cabe destacar que esto no es para todos, ni en la ficción, ni en la realidad (mucho menos en la realidad), como bien lo muestran personajes en las obras nombradas que también han pasado por la muerte metafórica pero que no han logrado sobrellevarla – Arthur Shelby y Jesse Pinkman quizás sean los ejemplos más claros de ello. Pero aún así vale la pena el esfuerzo.
¿Por qué ahora?
Ya saben, pandemia, muerte y bla bla bla, nada nuevo en estos días. Salvo que estamos viendo algo bastante particular. Sí, es muerte, es putrefacción e incertidumbre. Pero a diferencia de lo que vivieron los personajes de dudosa moral sobre los que versa este artículo, no es nuestra muerte metafórica personal la que estamos viendo. Somos testigos, mis estimados lectores, de la muerte de nuestras cadenas, de los grandes relatos que han justificado los últimos 3 siglos de disparidad, la muerte de los mercados todopoderosos, de las convenciones sociales más nimias (saludarse con beso, etc.), de eso que nos impedía ver la verdadera extensión de nuestra libertad, esa es la muerte que nos enfrenta hoy. Es por eso que hoy hablamos de aquellos personajes ficticios que se liberaron de sus cadenas. Porque dentro de poco nosotros como sociedad estaremos, de cierta manera, desencadenados. Al menos por un tiempo, mientras el mundo se reacomoda luego del encierro forzado, y la incipiente crisis económica.
Es ahora o nunca, mis amigos. Debemos saltar al abismo, debemos reafirmarnos como individuos, para luego reafirmarnos como comunidad, para crear nuevos valores y consensos que sean más justos, humanos y auténticos que este mundo tortuoso y pobre, el cual fue puesto de rodillas por su propia ruina moral y falta de valores concretos de frente a una crisis. Por ello hoy, como lo hicieron White, Shelby, Corleone y tantos otros, los compelo a saltar al abismo, a dejar morir eso que los ata, para emerger juntos del abismo como los hombres y mujeres del mañana que estamos destinados a ser. No a formar entidades delictivas, pero bueno, cada uno con lo suyo, ¿No?
En fin, mirar series y películas de gangsters es bastante terapéutico en una época en la que no tenemos ningún poder real, escuchen a los maestros de la muerte que nuestros lugartenientes del arte nos han dado como ejemplo de libertad. Muchas gracias por su tiempo, feliz cuarentena.