Estás caminando por la calle, de noche, sin compañía. No es tan tarde, apenas termina la socialmente acordada hora de cenar. Estás volviendo a tu casa, enfrente tuyo aparece una figura, no se le ve la cara en la oscuridad, pero sabés que te mira. Tratas de ignorarlo, miras hacia el piso, o hacia el resto de calle cómo haciendo una panorámica, miras al frente derecho, esquivas. Podés llegar a ser indiferente ante la situación, o pensar las peores cosas. ¿Y qué tal si pasa? La figura te corta el paso, saca un chumbo y te dice que le des toda la guita, o, si sos mujer, bueno…no necesitamos entrar en detalles. Te violan, te violan y te matan, o peor, te secuestran para violarte y después matarte pero más lento.
O tal vez sos un hombre especialmente llamativo y también te puede pasar – Ahí ‘tá, para que los chicos no reclamen. Ya estoy viendo el hashtag #TambienQueremosQueNosViolen, te violan también, hombre, pero no viene al caso.
Por supuesto, puede llegar a venir la policía, ¡me salvaron! Pero también puede ocurrir que la misma policía sea la que esté involucrada en tales secuestros o que se les ocurra detenerte por estar volviendo a tu casa. No estoy diciendo una opinión, es un hecho: La posibilidad está de que la policía no vaya a ayudarte, y no es raro el caso, de que esté involucrada en perjudicarte.
Saquemos la situación de la calle oscura. Es un lugar común falaz decir que una agresión puede ocurrir especialmente en estas circunstancias. Puede ocurrir en a plena luz del día, puede ocurrir en una plaza, en tu barrio, en pleno colegio (como bien sabemos quienes sufrimos bullying), o en tu propia casa (como bien sabemos quienes procedemos de hogares violentos).
Cuando surgen este tipo de noticias, las respuestas no son muy variadas: suele haber una dicotomía muy clara entre “y bue, no fue culpa [del agresor]” y “le deseo lo peor a quién cometió el hecho”. Son respuestas inmediatas, sin pensar, y en esto hay acuerdo entre posturas ideológicas, no importa si sos ancap, si sos comunista, demócrata, feminista, peronista, o el club de viejos que integran la UCR, podés ser cualquiera de esas cosas (¡o todas! ¿Quién soy yo para juzgar tus mambos?), y estar en cualquiera de los dos lados. ¿La gente es compleja y no puede categorizarse fácilmente? Quién lo diría. La gente tiende a pensarse en esas situaciones de una forma casi de película.
Pero, en esa situación de violencia, ¿Qué se puede llegar a pensar? Obviamente, “la puta madre, la puta madre, oh dios, por qué me está pasando esto, por qué me está pasando esto”. Deseamos, obviamente, que la situación pare, se detenga, pero no tenemos forma de hacer que eso ocurra. ¿O sí?
La hay, ¡pero no es tan fácil! Porque si algo que nos enseñaron a las personas “de bien”, es que “la violencia es mala”. Miren, esto no es una especie de ensayo filosófico sobre la moralidad de la violencia. No vengo a decirles que “la violencia es buena” ni es “mala” (de por sí no veo el mundo en tales términos), vengo a explorar lo que es la violencia en sí, a los sopapos (como a mí me gusta 😉 ), con honestidad y sin (aparentes) tintes ideológicos, eso lo podemos hacer después.
¿Por qué preguntarnos por la violencia? Porque la misma pregunta es lo que, como suele ocurrir, impide que podamos reaccionar ante las situaciones donde la violencia ocurre. Esquivar la pregunta es voluntariamente elegir una ceguera y es voluntariamente elegir estar indefenso. La violencia existe, la ejercen hasta los animales, ¡y te puede pasar a vos!
¿Qué es la violencia? Muchos podrán en seguida decir “que te peguen una ñapi”, o “que te amenacen con un arma”, “que te insulten”, y todas son correctas de alguna forma, pero no de la misma forma. Si vamos a analizar la violencia, tenemos que diferenciarla, porque no es lo mismo la coerción a la fuerza, y se reacciona ante de estas de distinta forma. ¿o qué? ¿Ante un insulto pegas enseguida? No juzgo, es válido, pero escucha al Maestre de Artes Marciales un momento, que quiere decir un par de cosas sobre la violencia, pues es su campo de estudio.
Si vamos a lo que es la violencia en sí, es la acción, entre seres vivos del mundo natural, de causarse daño. Puede ocurrir voluntaria, como involuntariamente. El daño, manifestado en dolor, puede ser de distinta índole. No es el mismo dolor que experimentas al recibir un golpe en el dedo gordo del pie, que al escuchar “ella no te quiere”. Ella no te quiere, por cierto. ¡Incluso hay dolores que son deseables! pero no hablemos de mis kinks, que esto se trata sobre lo indeseable. La violencia, o agresión, cualquiera fuera su naturaleza, se expresa en un sentido muy simple: alguien irrumpiendo en mí, o en mi espacio, de forma repentina.
El daño es algo que buscamos evitar, y para ello, a rasgos generales, tenemos dos simples reacciones posibles, algo conocido como Fight or Flee: escapar o pelear.
Éstas reacciones, sin embargo, se deben a las circunstancias. No siempre podés escapar, y no siempre podrás pelear, ¿o tal vez sí? Deberíamos al menos cubrir una de estas variables. El daño, entonces, si puede producirse sobre otra persona en más de una forma, y lo que lo produce es la violencia, entonces es correcto decir que hay varias manifestaciones de violencia además de la agresión física, incluso hay violencias que sólo pueden llegar a ser ejercidas sobre ciertos sectores específicos de la sociedad, debido a las construcciones culturales alrededor de estas identidades, siendo vistas como “el otro”, aquello que es “indeseable”, “que es mejor que no exista”, por lo tanto, agredir a este sector de la población es visto casi como un deber, “una buena obra”. Este pensamiento, sin embargo, deriva en un innegable hecho, que en las artes marciales aprendés muy bien: si vas a golpear a alguien, espera a ser golpeado.
Una agresión, al ser respondida, se convierte en otra cosa: una lucha, una pelea. Ahora ambos sujetos están en una contienda con un objetivo claro, que es parar al otro. Nadie se defiende una vez ante múltiples agresiones. Si algo nos enseña la teoría freudiana, es que los mecanismos de defensa son procesos inconscientes que tienen la función de protección ante el trauma (dolor), y tienen la intención de proteger la idea de uno mismo y su autoestima. Freud los asocia a una lucha tanto interna como externa, la cual tiene como objetivo principal hacer desaparecer el sufrimiento causado. Nuestra propia mente lo hace, sin que nosotrxs tengamos conciencia plena de ello.
La idea de “lucha”, es incluso enaltecida. ¿Cuánto es celebrado por las feministas que una mujer cague a trompadas a un tipo que la tenía encerrada en su casa y la golpeaba todos los días? ¿Cuánto es enaltecida por los conservadores la simple idea de las guerras, de “defender su propio territorio”? ¿Cuántos personajes de videojuegos, tanto masculinos como femeninos, son adorados por su fuerza, su carácter su habilidad en el combate? (Lara Croft nunca pasará de moda). ¿Cuántos deseos hay de salir a marchar multitudinariamente hasta la casa de algún poderoso, para presentarla a nuestra amiga la Guillo? ¿Cuántos próceres tenemos que no hayan blandido un sable, una lanza, o un arma de fuego? Pocos. ¿O qué? ¿Piensan que San Martin venció a los Realistas a través de cosquillitas?
Esto se debe a que hay cierta mística en la lucha, y en esto también pueden encontrar un campo en común varias posturas ideológicas: Ante la injusticia, se lucha. Ante lo que nos causa dolor, debemos reaccionar. Nadie se puede meter con nosotros, porque sabemos defendernos. Tenemos la seguridad de poder defender nuestro propio territorio/cuerpo, sabemos que tenemos que reaccionar ante una fuerza externa que busca causarnos daño.
Ante las violencias simbólicas, disputando un sentido sobre una situación particular que afecta a cierto colectivo, se responde de manera simbólica. Por ejemplo, si se quieren instalar la idea de que “grupo X es malo”, entonces es más que entendible que grupo X quiera defenderse. Ambos (sí es que acaso son dos, puesto que puede haber más contendientes), buscarán entonces una reducción del otro. Es entendible, claro, puesto que normalmente precisamos personalizar al contrincante, puesto que la violencia no la ejercen las ideas en sí, que no existen más que en “otro plano” cómo diría el petero de Platón, sino los sujetos que las expresan. Esto, cómo lo explican los fundadores del ciberiluminsmo, llevado hasta sus consecuencias lógicas, llegan hasta instancias de agresión física. Si existe tal idea, existe porque alguien la enunció, y, por lo tanto, esa persona, en sí misma, es el enemigo (poco importa que se pueda, no sé, hablar de una forma que la persona entienda), por lo tanto, esa persona debe ser eliminada. Termina importando más la pelea en sí, que sus causas y consecuencias. Lo que importa “es luchar”, y es entendible, porque, ¿Quién no conoce el dolor? ¿Quién no podría atraerle la idea que ante algo que me causa dolor, puedo defenderme? Poco importan las causas o las consecuencias, y son necesarias para entender la violencia.
Nos debemos también, diferenciar lo que es la violencia de la maqueta peliculera que muchas personas tienden a crear alrededor del asunto. La violencia ocasiona dolor, y siempre, cuando se reacciona, así como en la batalla de San Lorenzo, o en la pelea entre Alberto Samid y Mauro Viale, se reacciona como se puede. No hay una coreografía tipo “Crouching tiger, hidden dragon”, hay accidentes, hay tropiezos, hay golpes que no ves, hay defensas que no conectan con nada, hay amagues, hay un portero que te tuvo rabia siempre porque lo tratabas para el orto y cuando te vio en el piso aprovechó para meterte una patada.
Lo mismo ocurre en todos los campos de batalla, y no es algo para enaltecer. La violencia existe, es torpe, y a veces, inevitable. Las discusiones ideológicas llevarán siempre a ejercer algún tipo de violencia (no necesariamente a agresiones físicas, aunque puede que sí, diferenciemos términos). Si entendemos esto, tal vez podamos encontrar paz en ello, y espero, preparación, porque proteger la propia integridad [deloquesea], debo destinar recursos y tiempo, para de esa forma, cómo decimos en las artes marciales: terminar un conflicto de la forma más efectiva y rápida posible.
Debemos entender, que, para eso, entonces, necesitamos una cultivación, o sea, cómo haríamos con una idea, debemos exponernos a dosis manejables de aquello que buscamos aprender. Así como nadie va a trabajar en un observatorio espacial para buscar a nuestros camaradas alienígenas ni bien aprende el nombre de Urano, debemos aprender a manejar de a poco las situaciones de violencia, para que, de esa forma, las heridas no nos dejen lesiones irreparables, dejándote peor. Es entrenamiento, es práctica. Debemos a aprender a pensar, discutir, y golpear de una forma efectiva, porque si pensás lo suficiente, tal vez no necesitas discutir, y si no necesitas discutir, tal vez no necesites golpear, porque si te vas a las manos, siempre habrá una herida, no importa si ganaste. Las mentes, las lenguas, los puños, y las armas se pueden afilar, con suerte lo necesario para que no tengas que usar ninguna de éstas.
Es un mantra de varias disciplinas el decir “Aprender a pelear para defenderse, no para atacar”. Es riesgoso ver cualquier tipo de interacción como un ataque, bordeando lo paranoico, porque cualquier cosa podría darte la excusa para reaccionar de forma agresiva. Esto no es sólo un mecanismo infantil, típico de un niño que llora cuando no ocurre lo que quiere, sino también peligroso para unx mismx y para el resto, y una muestra de debilidad, puesto que se está mostrando que es muy fácil llegar a lastimarte. Cómo dije antes, todo el mundo sufre dolor, y no lo estaba diciendo en modo figurado. Todo el mundo sufre dolor todo el tiempo, son cosas propias de la existencia, pero podemos entrenar nuestro carácter de tal forma que eso no pueda ser usado en nuestra contra, no hay que dar munición gratis. De la misma forma, en un combate real, una pelea no se detiene porque uno le encestó un golpe al otro que no pudo defender. Se sacude, y se sigue.
La dominación de nuestra mente tiene que ir acompañada de nuestro propio cuerpo. Si tu temple es inquebrantable, no queremos que eso se acabe cuando alguien pasa a lo físico, ¿no es así? No sería digno. Así como un país, para negociar y que no le pasen el trapo por encima, necesita con qué respaldar sus palabras, también nosotrxs. No es un simple entrenamiento para el combate, sino una apropiación de nuestro propio cuerpo, de poder determinar nuestros límites, nuestras ventajas, y nuestras capacidades. No ser extraños en nuestro propio cuerpo nos permite no ser extraños en el mundo que habitamos. Luego sí, extender nuestra capacidad defensiva, la utilización de herramientas, o armas de fuego.
Porque, como dije anteriormente, se necesita tiempo y recursos para alcanzar tal meta y para la adquisición de herramientas para nuestra propia defensa (sea libros, una lengua de plata, nuestros puños o una sexy Beretta APX 9 mm.). Por supuesto, no iba a decir “compren un arma y ya”.
Aunque, ¿Saben qué?:
Hablemos un poco sobre las máquinas de hacer agujeros
Las armas de fuego parecen un tema picante siempre, y yo misma estuve en contra por bastante tiempo…cuando creía en el pacifismo. Sí, son herramientas, pero a diferencia de una escoba (que también puede ser usada como arma), su propósito es muy específico: hacer un agujero y que de ese agujero salga sangre. Sí, pueden matar. Sí, se usan para matar. Hay que ser idiota para decir que no, y hay que ser idiota para creer que cualquiera que recomiende usar un arma no remienda también constantes cuidados y el entrenamiento adecuado. Las pistolas tienen una característica también, la cual es su facilidad. La maestría sobre el propio cuerpo puede llevar años, a diferencia del manejo de un arma de fuego, y personas más informadas que yo pueden hablar más al respecto.
También son costosas, y no son fáciles de conseguir. Cada persona es libre, después de todo, de elegir que método elegir para salvaguardar su propia vida, y siempre tiene que ser de forma lo más responsable posible. Siento que estoy diciendo una obviedad, pero mejor aclararlo, no vaya a ser que piensen que avaló la adquisición ilegal de taladros.
Pero la cuestión es simple, si lo redondeamos. En las situaciones que describí al comenzar este artículo, tenemos siempre la opción de defendernos, que pueden resultar exitosas, o puede que no. De cualquier forma, una opción es no hacer nada y dejar que lo que nos pase, nos pase. La alternativa es saber defendernos o siempre tener actualizados nuestros testamentos. No sé, elijan ustedes.
Si quieren profundizar más sobre este tema, les recomiendo también ver el video de Contrapoints al respecto: