La bestia que gritó «Yo» en el corazón del mundo

Pocas propiedades intelectuales son tan renombradas en el mundo de la animación como el anime de 1995 Neon Genesis Evangelion, creado por el brillante Hideaki Anno y producido por el estudio Gainax. 

La fama de esta obra se extiende mucho más allá de sus círculos más dedicados de fans, llegando incluso a niveles académicos en un enorme abanico de ámbitos, y a un estado semi mainstream que la convierte en una parada obligada para todos los amantes de la animación. Sin embargo estos laureles que ostenta, este reconocimiento a nivel global que exuda la serie, no la protegen del cáncer de toda obra de arte, de aquello que las distorsiona, que las convierte en productos que deben ser consumidos y explotados en partes iguales; estoy hablando por supuesto de la malinterpretación que se hace de una producción artística, esa lectura falaz de la intención de la obra que nos lleva a centrarnos en detalles y cuestiones que no son el centro real del trabajo, o que de plano ni siquiera estaban contempladas en ella, perdiéndose entre el ruido el mensaje original que el emisor (hablando en términos lingüísticos) intentaba entregar al receptor. 

En el caso de Evangelion, el receptor de este mensaje formará el grueso de esa confusión, y también de este texto. La interpretación errónea de esta piedra angular de la animación japonesa se vuelve paradigmática en nuestro esfuerzo por entender el microcosmos que se genera dentro de la cultura otaku de hoy día.  

No estamos aquí para hablar en detalle sobre la trama de la serie en cuestión, ni para dar una review de la misma, sino para hablar de su mensaje y de cómo ese mensaje (o mejor dicho la voluntaria omisión del mismo por parte del receptor) se puede ver como una de las características definitivas de una subcultura que busca un escape constante y permanente de la realidad, al punto de no pensar en lo que se consume siempre y cuando cumpla la función de reafirmar cuanta fantasía infundada sobre la realidad tenga el consumidor. 

Si bien en el anterior párrafo dije un par de cosas que no haría (sinopsis y review), creo que es menester extenderse un poco en estas áreas, para aquellos lectores que sean legos en el mundo del anime, y para quien encuentre interesante lo que aquí se pone bajo la lupa y desee indagar un poco más.  

De manera muy sucinta podríamos resumir a la serie diciendo que Evangelion cuenta una historia desarrollada en un mundo post-apocalíptico luego del “Segundo Impacto”, un cataclismo global que acabó con más de la mitad de la población, causado por unas criaturas denominadas “ángeles”. Para detenerlos, la ONU nombró a NERV como encargada de la defensa, y la organización a su vez creó las máquinas Evangelion o EVA, robots gigantes especializados en el combate contra ángeles. Debido a que los únicos pilotos pueden ser adolescentes “elegidos”; Gendo Ikari, presidente de NERV, llama a su hijo Shinji (el cual no ha visto desde hace más de 10 años) para que haga el trabajo. A pesar de negarse en un principio, Shinji tendrá que pilotear el EVA y sufrir las consecuencias que conllevan esta gran responsabilidad. 

Visto de esta forma la serie se nos presenta como una más en el subgénero de los “Mechas” (Básicamente robots gigantes moliéndose a palos), pero es mucho más que eso. 

Evangelion es una obra que debe ser entendida como una deconstrucción de un género que en última instancia es utilizada como trasfondo para tratar los temas centrales que se abordan en realidad como lo son la soledad, la depresión, la falta de propósito, y la experiencia humana en todos sus ámbitos; todo esto presentado con un elenco de personajes que se muestran humanamente fallados, e increíblemente reales para lo que eran las series de animación japonesa de aquella época (Pensemos que esto salió al aire cuando se transmitían cosas como Dragon Ball GT, y Captain Tsubasa J, o sea estamos hablando de algo con muy pocos precedentes en la industria de la animación.)  

A todo esto es conveniente sumarle que la serie fue, según su creador, Hideaki Anno una suerte de terapia donde él realizaba una catarsis animada para expiar las culpas de lo que él llamo “los peores años de mi vida”, producto del trabajo excesivo, y una depresión abrumadora que lo tuvo escapando a todo lo que lo rodeaba durante años. Recomiendo la entrevista que se le realizo a Anno en el marco del estreno de Shin Godzilla para el que quiera tener una imagen más clara de lo que llevo a este hombre a esta situación. 

 Y por si a esto le faltaran capas de complejidad, tenemos un equipo de animadores reducido, trabajando con un presupuesto aún más reducido, que los llevo a ser lo más creativos posibles para poder llevar una historia de tal magnitud a un puerto seguro y un final satisfactorio… Sin duda un clásico que no está de más revisar de tanto en tanto.    

Ahora bien, volvamos a lo que nos compete: qué nos puede decir Evangelion sobre la cultura otaku, más precisamente sobre la característica principal de ella, el escapismo.  

Bueno, creo que Evangelion lo dice todo, me atrevería a decir que, por medio de sus personajes y tramas, la serie va en detalle sobre la condición humana, como podemos hacer para afrontar las vicisitudes de existir en tal condición, y sobre todo trata de hacernos ver cuál es la mejor manera de salir de los lugares más oscuros de ella. 

 Sí, Evangelion hace todo esto en solo 26 capítulos. Sí, es una gran obra de arte que reflexiona sobre su tiempo y nos pone en la piel de alguien que esta abrumado ya del solo hecho de existir.  

Sí, su mensaje es valioso, atemporal y necesario… Es una verdadera lástima que el público al que fue dirigido no solo lo haya ignorado por completo, sino que de plano haya llevado su interpretación de la serie hacia rumbos que no tienen nada con ver con su mensaje y contenido, y tienen todo que ver con las fantasías más estúpidas que cualquiera pueda figurarse, logrando de esta manera 2 grandes cosas:  

Convertir un espejo hermoso en el cual los jóvenes que se hallaban perdidos y alienados podían verse reflejados, ver sus errores, corregirse, madurar, sacar armas nuevas para enfrentar la experiencia humana, ideas hermosas en papel que gracias al ideario otaku, a la necesidad de escapar a la realidad a como dé lugar para marcharse a un mundo lleno de harenes de hermosas mujeres dóciles, fantasías de poder ilimitado y leyendas de un ser omnipotente, en nada más que un bastión escapista, un lugar al que uno va para desconectarse por entero del mundo, al que se acude para apagar el cerebro y no ser sometido a critica alguna (aun cuando claramente la serie que se consume es crítica de su propia audiencia), vaciando efectivamente el mensaje de la obra y convirtiéndola en un producto masturbatorio más de una industria, como lo es la de la animación oriental, que ha tomado partido de todas las técnicas de su medio para llegar a cada vez más y más personas a nivel mundial, quienes comparten muchas características tanto sociales, como personales.   

La segunda gran cosa tiene que ver con estos grupos de personas que se han formado alrededor de series como Evangelion, los fans, los otakus propiamente dicho; jóvenes, en su mayoría hombres, que se ven atraídos hacia estas historias por razones tan variopintas como pueden ser un interés por la animación, la cultura de la que se origina el material (japonesa), las historias con tropos poco convencionales que suelen darse en un medio como el anime, etc. etc.  

No obstante estas razones parecen ser solo una racionalización de lo que hay en el fondo del consumo de cualquier medio, la necesidad de conectar y entender al otro; pero, en el caso de la cultura otaku, esto tiene un giro más, ya que se busca una revalidación de la mirada propia por medio de la obra de otro, una mirada que nos diga que nosotros somos especiales, que seremos amados, y venerados solo por el hecho de existir; que nos diga que nuestros sueños son valiosos y que merecen cumplirse aun cuando no pongamos ni una pizca de esfuerzo en ello, aun cuando sepamos que están mal o son inmorales, aun cuando sabemos que son imposibles. 

Siempre habrá una historia que nos dará esa esperanza macabra, siempre habrá un anime para ello. Aquí es interesante ver como la comunidad reaccionó ante Evangelion, ya que es una serie que se opone a esta idea de complacencia del consumidor desde el primer episodio (ya de por si el protagonista se nos presenta como un joven debilucho, en busca de validación y odiándose a sí mismo.) 

Sin embargo, esto no impidió a las hordas de fan llevar la pelota a su lado de la cancha ignorando de lleno el mensaje duro y concreto de la obra en favor de cosas más triviales de la misma, las cuales se ajustaban mucho más con la mirada escapista que se puede esperar de un otaku con todas las letras.  

Podríamos nombrar entre estas cuestiones: 

  • El hecho de enfocarse de más en símbolos religiosos que la serie usa a modo de ornamento para elaborar críticas a religiones que la ligan solo por asociación (críticas que, de más está decir, ni Anno, ni nadie en el equipo había intencionado, siquiera pensado cuando se hacia la serie). 
  • Sobreanalizar las instancias de fan service para hacerlo ver como algo profundo (Cuando en realidad no hay nada más que un chiste tonto como en cualquier obra. 
  • Quizás la mejor de todas: Acusar al final de la serie de malo por no cerrar la trama, diciendo cosas como “el bueno no ganó”, “no hubo batalla final”, o mi favorito personal “quiero que me expliquen lo que acabo de ver”, lo que obviamente se pueden evitar al ver que la serie no trata sobre su “Lore”, o la batalla del bien y el mal, sino que más bien es una alegoría, que como se dijo antes, usa uno de los géneros más conocidos del anime para acercar al público una reflexión muy compleja y necesaria sobre esta tan discutida experiencia humana… Pero bueno, si lo hubieran cazado a la primera, no estaríamos aquí. 

La verdad, este articulo parece una “Hit Piece” contra el anime, y los que le siguen también, pero mi intención no es esa, no quiero destruir ningún género, ni nada por el estilo.  

De hecho, yo mismo me considere otaku una gran parte de mi vida, y aun hoy día disfruto un buen anime de vez en cuando.  

Lo que quiero hacer aquí es traer a la luz este problema del escapismo que parece plagar a la comunidad del anime (En realidad a muchas comunidades de aficionados a algo en este mundo moderno).  

Es algo malo, que nos genera expectativas imposibles para la vida; expectativas que al no ser cumplidas nos llevan a generar rencores que comienzan por el interior de uno y se van abriendo camino hacia afuera, hacia nuestras familias, nuestros amigos, y por último toda nuestra bendita experiencia humana.  

Sepan ya desde ahora que esto no tiene por qué ser así, que el anime como cualquier forma de arte tiene mucho para ofrecer al mundo, pero si nosotros como fanáticos nos cerramos sobre nuestro propio circulo masturbatorio de lolis, fan service y moe barato, jamás crecerá esta forma de arte, jamás será tenida en cuenta por los grandes públicos, y las voces que se oirán en el mundo serán menos diversas a causa de ello.  

Pero claro está que, para que los otros, por fuera de la comunidad, tomen en serio obras como Evangelion, nosotros desde su interior debemos comenzar a prestar más atención a lo que ellas tratan de decirnos, y no tanto a lo que nos gustaría oír; después de todo, ahí radica la belleza del arte, ¿O no? 

Continuaremos adentrándonos más en el mundo del anime en próximos artículos, tanto para saber más sobre la cultura otaku, como para ver qué obras están rompiendo los esquemas del género y elevándolo a nuevas fronteras.