Contra Facebook [Parte 1]

Sobre la comodificación de la atención, los abusos de los microtrabajos no pagos y estrategias de resistencia 

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NOTA DEL EDITOR: La presente es una traducción de “Against Facebook”, ensayo publicado por 0xADADA en su blog. Como el ensayo del autor, el presente está cubierto por una licencia Creative Commons BY-NC-SA 4.0. Eso significa que sos libre de difundir, reeditar y remixar el presente, siempre y cuando des los créditos correspondientes y mantengas los términos de la licencia.

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Suena la alarma, hora de levantarse. Le doy al botón de posponer, y luego repito: chequeo la bandeja de emails, reviso Facebook, reviso Twitter, reviso Snapchat, ‘rinse & repeat’; ¿no hay nuevos posts? Revisá de vuelta. No hay un segundo dedicado a elaborar pensamiento; los sueños se desvanecen. Al día sigue de la misma forma, -levantarse, rinse, repeat, repeat. No podés tomarte 5 minutos para sentarte y relajar, no podés dejar a tu mente volar libre por 5 minutos, nada de ideas desestructuradas o soñar despierto; solo repeticiones. Cada momento captura valor -¡Hay que incrementar el engagement! ¡Repetir!- no hay tiempo para grandes narrativas, para resolver problemas. Atomizar la atención en pequeños trozos de microtrabajo, luego ponerse al día, leer, escuchar, swipe a la derecha, repetir, dar like, deslice abajo para actualizar, scrolls infinitos, y así otra vez. No importa si estás scrolleando expressos, mesas servidas, o jugando a la compu todo el día: siempre termina igual: Netflix & chill, el guardián del sueño, la tele, nuestra canción de cuna colectiva. Despertar con pantallas, ir a la cama con pantallas. Ya ni siquiera cagamos solos. La muerte del ocio.

Este ensayo explora las formas en que Facebook transforma nuestra atención en un producto, y cómo esa transformación nos cambia a nosotros en el proceso. Y luego propone una huelga de redes sociales como una estrategia concreta de reclamar nuestra atención, y finalmente da una serie de razones por la cual todos deberíamos DEJAR Facebook.

La comodificación del microtrabajo

Las compañías de redes sociales como Facebook, Google, Twitter y Snapchat crearon un mercado para nuestra atención, donde nos convertimos nosotros mismos en el producto vendido a los publicistas que sutilmente cambian nuestro comportamiento para comprar productos y servicios para su propio beneficio. Este tipo de persuasión es más efectiva cuando éstas plataformas comandan nuestra atención vía un nivel elevado de distracción. Creamos el contenido que es luego usado para comandar la atención de nuestros pares, la cual es luego usada para vender espacios publicitarios donde el contexto es medido en términos de engagement, después los resultados son analizados para optimizar la siguiente ronda de distribución de publicidad. Este proceso es la comodificación del microtrabajo: aquéllas tareas aparentemente nimias que realizamos por la fuerza del hábito, tareas que no forman parte de nuestros propios intereses sino en los interesas de las plataformas y publicistas que usan nuestra atención y tiempo como base para sus propias ideas.

También conocido como heteromatización* (heteromation* Ekbia, Nardi, 2014), el microtrabajo incluye leer “timelines”, subir fotos y actualizaciones de estado, dar like, retweet, y generalmente dedicar nuestro tiempo, atención y emociones a estas plataformas. Cada pequeña acción es en sí misma una forma de trabajo, cedida gratuitamente a los publicistas.

“Los nuevos medios del ‘capitalismo de la vigilancia’ solicitan comportamientos sociales, vigilan esos comportamientos, mapean interacciones y revenden aquello que aprendieron a los publicistas y derivados.” (Turner, 2017)

Plataformas como Facebook están intentando crear sistemas para generar distracción, tal como describe Crary a continuación:

“condiciones que individualizan, inmovilizan y separan sujetos, incluso dentro de un mundo en el que la movilidad y la circulación son normativas. De esta forma la atención se vuelve clave en la operatividad de formas de poder no coercitivas.” (Crary, 2001, p. 74)

A través del tiempo, estos sistemas continuamente fueron forzando nuestra atención y distracción a nuevos límites y umbrales. YouTube y Netflix descubrieron que reproducir automáticamente el siguiente video relacionado aumenta drásticamente las vistas (Bridle, 2017); Twitter usa la función de interfaz “mueve hacia abajo para refrescar” aprovechando las recompensas variables para desencadenar un comportamiento adictivo, como una forma de incrementar el engagement del usuario con su feed; Facebook usa las notificaciones con “punto rojo” que mantienen a las personas chequeando su teléfono para la siguiente novedad. Estos gadgets están diseñados para crear una “estimulación supernormal”, un estímulo que produce una respuesta más fuerte de lo usual. Incluso podemos internalizar los estímulos supernormales: un ejemplo es la “vibración fantasma” que sentimos a veces en nuestro bolsillo incluso cuando no ocurre vibración alguna. En el caso de las redes sociales, el estímulo supernormal es usado para abusar de nuestra respuesta a las novedades con el objetivo de obtener un comportamiento que funciona para los intereses de las empresas de redes sociales.

Esto lleva eventualmente a una crisis de atención, donde el sistema debe aumentar constantemente el nivel de distracción. Para lograr distraernos constantemente, el paisaje visual debe cambiar a ese ritmo, exigiendo reorientar nuestra atención hasta que el cambio de una cosa a la otra se vuelva el estado natural (por ej. la pestaña de “Explorar” de Instagram). Con el pasar del tiempo, comenzamos a valorar nuestra atención mientras las plataformas luchan para conseguir más y más de aquello que solían recibir gratis. Esto no es sustentable, y los productos más novedosos necesitan revolucionar constantemente los medios de distracción, o sino nos daremos cuenta de qué tan distraídos estamos.

Con la pérdida de la distracción, más fácilmente podemos lograr la autoactualización.

Este proceso de comodificación nos ha convertido a todos en marcadores de tendencias, críticos, gustadores, retweeteadores y embajadores de marca. La plataforma toma nuestras amistades reales y auténticas y las comodifica, las reifica, y luego nos las vende a nosotros mismos como una “imagen de la amistad”, pero una desfondada de cualquier valor social genuino. Con el paso del tiempo, estas plataformas nos convierten a todos en agencias de publicidad impagas. Promovemos bienes, servicios, estilos de vida y deseos a nuestros amigos, convirtiendo en armas, imágenes que generan sentimientos de celosía y FOMO  entre nuestros pares durante momentos de ocio donde imperaría el aburrimiento. Estos momentos de ocio son cuando nos sentimos más vulnerables, y entonces estamos psicológicamente preparados para aceptar estímulo supernormal. La plataforma capitaliza esta vulnerabilidad, y con el tiempo comienza a redefinir lo que una vez fue considerada una amistad “real”, volviéndola una relación con la plataforma misma, mediada por las funciones e “imágenes de amistad” dentro de ella, a través de tweets gustados y retweeteados, cataratas de Snapchats, pedidos de seguimiento, texto e imágenes posteadas, o incluso series de emojis en los que reducimos nuestras emociones (Smith, 2016).

De esta manera, la plataforma es capaz de monetizar nuestras amistades, preferencias, opiniones, e incluso nuestras emociones. Nuestros pensamientos internos y experiencias se convierten en activos comodificables, medidos como engagement para ser analizados, sometidos a pruebas A-B, optimizados y graficados, luego pregonados por ejecutivos en presentaciones de PowerPoint en reuniones de directorio. Nuestras experiencias son minadas, empacadas, y vendidas, y no se nos paga un centavo.

En lugar de activar nuestro hábito de redes sociales sin pensar al respecto, en busca de una rápida dosis de dopamina, consideremos quién se beneficia realmente. ¿Estamos haciendo microtrabajo para Facebook o Snapchat? Si es así, ¿Por qué no nos están pagando?

Lo que dicen vs lo que hacen 

The Society of the Facebook

Periódicos, canales de noticias, y redes sociales están tratando de convertirnos a todos en adictos a los medios. Estos negocios dependen de persuadirnos a consumir más y más (palabra clave: “aumentar el engagement“) en pos de curar “un interés en asuntos actuales” (e.g. New York Times) o “construir relaciones con nuestra comunidad significativas y bien conectadas” (e.g. Facebook).

La realidad de los medios, de todas formas, está motivada por una simple regla comercial: vender lo que vende mejor, el estímulo supernormal: sea clickbait, memes, un estilo de vida curado, chismes de celebridades, titulares escandalosos y eventos raros. Los medios tienen a enfocarse en eventos extraordinarios que no tienen influencia real en nuestro día a día, y el objetivo de estas plataformas es mantenernos adictos. El informe anual de Facebook del 2017 lo deja en claro: 

“El aumento en la cantidad de anuncios mostrados fue motivado por el aumento en la base de usuarios y su engagement y un aumento en el número y la frecuencia de anuncios mostrados en el Feed de noticias, parcialmente compensado aumentando el engagement de los usuarios con contenido en video y otros cambios en el producto.” (Facebook 2017) 

Creemos que somos inmunes a la persuasividad de la publicidad, pero recordemos que la publicidad es una industria de 600 billones de dólares y que es la base financiera del sector tecnológico. Las ganancias masivas que estas compañías han construído han sido logradas sobre las espaldas de campañas publicitarias.

La agenda real de Facebook (y de Google, etc.) es mostrar y vender publicidad – no ayudar a la gente a “construir relaciones con nuestra comunidad significativas y bien conectadas”. En ningún momento fue más claro que durante el testimonio de Mark Zuckerberg ante el Congreso. Cuando el Senador Hatch le preguntó, “¿Cómo tienen un modelo de negocios sustentable si la gente no paga por su servicio?” su respuesta fue tan directa como podría haber sido: “Senador, corremos anuncios” (NBC News, 2018).

“Construir Relaciones” es la lógica que usan las corporaciones para vender anuncios, pero los anuncios en sí mismos son el contenido real de esas plataformas. La plataforma de negocios es simple: los anuncios son el contenido, los anunciantes son los clientes, los usuarios realizando microtareas son los trabajadores, y nuestros comportamientos a futuros son el producto.

Como resultado, terminamos construyendo relaciones para con la plataforma, no entre personas.

Mientras invertimos nuestra atención, permitimos que las mercancías y la ideología de la plataforma bombardee nuestro subconsciente y sutilmente moldee nuestra conducta. El proceso de “intercambiar tiempo por la imagen, proporciona el contraflujo a la imagen en movimiento y, como lo indicarían los ingresos publicitarios, es productivo en sí mismo.” (Beller 2006, p.79)

“Los casi 1.000 millones de usuarios de Facebook se han convertido en la mayor fuerza de trabajo impago de la historia” (Laney, 2012).

El efecto que buscan crear los medios es una neurosis de amor por lo nuevo, o “neomanía”. Como resultado, la neomanía en conjunto con las redes tiene un efecto negativo en nuestro humor, lo cual no es sorprendente considerando que la mayoría de las noticias que recibimos durante el día son malas noticias. Esto nos deja la sensación de sentirnos impotentes, como si el mundo se estuviera derrumbando. Entonces nos volcamos a redes sociales para atestiguar las (aparentemente) hermosas vidas de las celebridades, y las románticas y dinámicas vidas de nuestros amigos y familiares. Pero esto termina alimentando la compulsión de comparar nuestras vidas con las de las personas que vemos en las redes, creando un sentimiento de insuficiencia, soledad y envidia. Esos sentimientos están mal dirigidos, no obstante, ya que las vidas que vemos en los medios y plataformas sociales están finamente editadas y curadas: son el espectáculo de personas que presentan su imagen tal cual la quieren mostrar, y no como realmente son.

Defensa práctica contra el microtrabajo impago 

News Feed, by Beeple

“News Feed”, por  Beeple.

Hoy es popular escuchar sobre detox (desintoxicación) o dieta de redes sociales. El concepto está enmarcado usualmente como una metáfora para comer y perder peso. Podríamos extender esta metáfora a volvernos más conscientes de las microtareas que realizamos diariamente. ¿Son los hábitos y la información que consumimos diariamente el equivalente a las comidas saludables que podemos usar para tener un cuerpo y mente sanos? ¿O terminarían envenenandonos? Vivir una vida saludable requiere regular nuestro consumo de redes de la misma forma que regulamos lo que comemos.

La toxicidad de los medios puede ser entendida como un problema de relación señal/ruido. Cuantos más medios consumimos, más ruido obtenemos (y por ende menos “señal”, información de valor). Si consumimos noticias de forma anual (bajo la forma de libros, por ejemplo) podemos asumir que casi la mitad es señal, y el resto es ruido aleatorio. Si aumentamos a una frecuencia diaria, la composición quedaría como 95% ruido y sólo 5% de señal. Y si aumentamos a una frecuencia de horas (como quienes siguen el mercado de acciones o usuarios constantes de RRSS) la composición aumenta a 99.5% ruido y 0.5% señal. Esto es básicamente 200% más ruido que señal, más ruido tóxico para desviar y distraer nuestra atención, y con efectos negativos en nuestro humor.

La distracción puede ser descrita como un fenómeno en el cual una persona se conecta, inadvertida o distraída, a más cosas de las que hubiera querido. El sonido inunda por sobre la señal.” (Solnit, 2018)

Un abordaje práctico a una relación con la información que consumimos es crear una distancia entre nosotros y los medios que nos rodean diariamente. La distancia genera una oportunidad de ver las cosas con otra perspectiva (y la vida, en general). Esta distancia reduce la influencia de las plataformas y crea un espacio para que nuestras ideas e imaginación florezcan. 

El ocio y la imaginación son esenciales para nuestro bienestar, son el manantial de nuestra claridad mental, y el respaldo para nuestra memoria. Tomate unos cuantos minutos al día para cultivar el ocio y cierto espacio mental. Mantente lejos del ciclo constante de las redes, y en su lugar leé libros. Los libros se benefician del paso del tiempo, lo cual favorece datos más fiables y afianzados, con una mayor profundidad de análisis. Si nuestro objetivo es tener una perspectiva más amplia, una comprensión balanceada de las fuerzas que operan en el mundo, nuestra mejor alternativa es leer buenos libros.

Éste ensayo nos da la tarea de evitar el contacto con información mundana, barata y efímera que nos rodea diariamente; de evitar que nuestra atención se distraiga, redirija y sea usada y abusada en contra de nuestros intereses. Debemos ignorar aquellas cosas que no nos traen ningún tipo de felicidad y valor a nuestras vidas. En cambio, debemos enfocar nuestra atención en nuestra propia imaginación, ideas de calidad, amigos y familia, ocio; en cosas que realmente importan. Podemos explorar formas efectivas de recuperar la claridad en el pensamiento y la autonomía de la atención. 

La tarea es cambiar de cuajo la forma en que contemplamos el mundo en el que vivimos. Henry David Thoreau describió de forma similar su recalibración mental en Life Without Principle:

“Si así nos hemos profanado (¿y quién no lo ha hecho?) el remedio será la cautela y la devoción a reconstituirnos, a hacer una vez más de nuestra mente un templo. Deberíamos tratar nuestras mentes, eso es, a nosotros mismos, como niños inocentes e ingenuos, de quienes somos guardianes, y ser cuidadosos sobre aquéllos objetos y sujetos a los que prestamos atención. No leas el Times, lee la Eternidad.” (Thoreau, 1863).

Este ensayo propone al sesgo de supervivencia como el criterio para determinar qué noticias ignorar por mundanas, baratas y efímeras. La supervivencia se enfoca en el conocimiento que sobrevivió a la prueba del tiempo; Nicholas Taleb realiza la siguiente recomendación en Antifragile:

“[leer] tan poco como sea posible de los últimos veinte años, excepto libros de historia que no tratan sobre los últimos cincuenta años. […lo que la mayoría hace] es leer material novedoso que se vuelve instantáneamente obsoleto.’’ (Taleb, 2012).

Aaron Swartz tenía sentimientos similares:

´´Su obsesión con el criminal y el anómalo nos vuelve desconfiados. Su obsesión con el trajín del día a día nos vuelve pensadores menos reflexivos. Su obsesión con lo superficial nos vuelve chatos.´´ (Swartz, 2006).

La supervivencia es una heurística simple con la cual juzgar la información, ya sean libros, noticias, redes sociales, televisión, escritos académicos e incluso videojuegos. Un artículo clickbait puede volverse viral y obtener millones de vistas el primer día que fue publicado, pero de acuerdo al sesgo de supervivencia, su novedad implica que se volverá obsoleto al día siguiente. Más que intentar por vos mismo aquello que merece tu atención, intentá que el sesgo de supervivencia haga el trabajo por vos.

El sesgo de supervivencia tiene algunos efectos secundarios que vale la pena mencionar. La información tiende a ser descartada a medida que envejece. Los videojuegos siempre están a la venta unos meses y especialmente años después de su lanzamiento; los libros y películas son siempre más baratos mucho después de su lanzamiento; los diarios son gratis el día después que fueron publicados, y así. Además de ahorrar atención puesta en información instantáneamente obsoleta, también ahorraremos dinero simplemente esperando lo suficiente. Con el tiempo también llega un análisis más exhaustivo de la comunidad que rodea al producto; las reseñas e interpretaciones profundas sobre el significado de una película o un videojuego se benefician del tiempo adicional que le toma a esos análisis para florecer. Y este análisis cultural no está disponible para aquellos acólitos de “lo nuevo”.


[Continúa]