CCCP, Inc.

Cuando este artículo vino a mí (bajó como diosdado), temí poder darle sólo uno de dos rumbos. La diyuntiva parecía estar entre citar a Mark Fisher y abandonar la escena o coquetear con el rompimiento de la seguidilla de Acuerdos de Confidencialidad que sustentan mi jovencísima carrera como publicista.
Esta es mi tercera opción. 
¿Qué se intenta decir cuando se dice que la cultura corporativa es Stalinista? El término “comunismo liberal” pasa, a simple vista, como una chicana oximorónica. 
En Realismo Capitalista, Mark Fisher examina cómo la lógica de nuestro sistema productivo contamina otras áreas de nuestra vida, y cómo ese sistema productivo atenta directamente, en los espacios en los que nos desempeñamos (la escuela, las corporaciones) para erosionar nuestra humanidad en pos de su prolongación. Admito que coescribo esto con su fantasma. Es mi intención recortar algunos de sus postulados y acompañarlos con experiencias propias, para trazar un nexo entre el autoritarismo y la cultura corporativa. 

Caridad

El término “comunismo liberal” es utilizado por Slavoj Zizek y Mark Fisher para referir a la figura del capitalista que usa su dinero para ayudar a la humanidad. Las donaciones tienden a ser ínfimas considerando su capital, y las fundaciones tienen una doble función: PR y evasión impositiva.

Considerando la profundización de la desigualdad percibida, no es difícil pensar en un futuro cercano en el que la sociedad esté polarizada entre una casta benefactora y un amplio populacho dependiente de esa beneficencia. ¡Carajo! ¡¿Qué digo?! Para alguna gente, el capitalismo funciona así desde el vamos.

Hay quienes creen, especialmente en la inmensa Pampa industrialmente subderrollada, que los dueños de las empresas hacen beneficencia con sus empleados, “dan trabajo”, y que, de no ser por ellos, la gente moriría de hambre. Por lo tanto, cualquier salario entregado en cualquier condición es digno y debe ser agradecido sin cuestionamientos. En países productivamente mucho más desarrollados que este, no escasean políticos que plantean esto como brutal, estúpido y anti-desarrollo, ni “gente del paño”, por así ponerlo, cuyo razonamiento es opuesto a este. Nada me resulta tan patético como el odio de clase de la burguesía argentina, salpimentado con racismo casual consecuente con delirios megalómanos de motif europeo.

Como fuese, retornando al asunto de la beneficencia: A escala planetaria, podríamos decir que ya funciona así. Bill, Melinda et al. descienden de sus aviones privados para asegurarse del bienestar de comunidades diezmadas por el imperialismo. ¿Es esto malo? No necesariamente. ¿Puede esto tener algún motivo ulterior, como, por ejemplo, controlar la extracción de minerales en la zona? Quizás. Traigo a la conversación la idea de la casta benefactora porque el Partido Comunista, en el poder, siempre ha operado así.

Labor emocional & proyecto colectivo

El corporativismo basa su día a día en la realización de tareas mesurables y se obsesiona con esa medición. Pero demanda más de los empleados que la mera satisfacción de objetivos medibles. También demanda un compromiso emocional real con la causa común. Esta causa común puede explicarse en dos niveles distintos de employee morale, siendo el objetivo “proveer un servicio de calidad/crear un producto que ayude al comprador a X”, o “hacer rico a un hijo de puta”. A un hijo de puta que nadie eligió.
La demanda del compromiso genuino con la causa no es sólo un rasgo autoritario, sino también un intento de cultivar identidad, de convertir la empresa en una parte querida de la identidad del empleado.
Llega un punto en el que la identidad se ve atravesada por el trabajo, en el que el trabajo es indistinguible de la identidad que lo lleva a cabo. Si la identidad se basa en un hacer, si se construye y transforma activamente, y uno pasa la mayoría de su tiempo, si no durmiendo, trabajando, es esperable que el trabajo se convierta en la actividad primordial mediante la cual la identidad se manifieste, que la identidad sea devorada por el trabajo.
¿Cómo se soluciona esto? Apresuradamente, diría que reduciendo la carga laboral.
¿Sucedería esto con la identidad en cualquier sistema productivo? Por supuesto, por el mero hecho de que la identidad está basada en un hacer. Quienes se dedicasen, mayoritariamente a, no lo sé, fabricar bibliotecas o a mantenerlas organizadas no tendrían por qué no tener esas actividades como el centro de su identidad.
El asunto es que, en nuestro sistema de producción todo está ensuciado por una priorización nefasta, en muchas ocasiones, contraria al bien común (véase como ejemplo tajante, casi grotesco, la industria médica norteamericana, cuyo motivo primordial es hacer dinero).
Y toda actividad enmarcada en el mundo corporativo es funcional a prolongar y fortalecer un sistema en el que los frutos de la labor tienden a ser distribuidos de maneras poco equitativas.

Realismo capitalista / Realismo socialista

En una ponencia que cito demasiado a menudo, Vladimir Nabokov hizo una brillante síntesis de la censura soviética. En la URSS, la censura no se ejercitaba sólo por la negativa, sino también a través de una serie de imposiciones sobre el arte. Se ubicaba al arte en tal posición que debía cumplir una función moral. El estilo, la cosmovisión, el tono, y la moraleja de todo relato debían tener un fin moral muy específico. Se escribía, se pintaba, se filmaba en pos del ideal revolucionario.
El realismo capitalista es insidioso y no necesita legislación que haga mandatorio su ejercicio.

Es cierto, durante el siglo XX, cualquier proyecto anticapitalista en los así llamados “países periféricos” fue reprimido desde aparatos estatales. Pero la imaginación post-soviética se encuentra radicalmente limitada, sin necesidad de que salirse de estos límites tenga repercusiones legales. No estamos intentando, como los anticapitalistas bajo esos gobiernos represivos, deslizar una alternativa al sistema de producción mediante metáforas, alegorías, etcétera…Somos incapaces de imaginar una alternativa viable. No es necesaria una ley para impedir que alguien que está postrado salga corriendo desnudo.

El punto ciego de la democracia

Si bien nuestro sistema político es democrático, las instituciones en las que pasamos la mayor parte de nuestras vidas (la escuela y la empresa, para ponerlo en una generalización), son antidemocráticas. 
La alternativa a esto, en el ámbito laboral, si no será el reemplazo del capitalismo por un sistema otro, bien podría ser la democratización de las compañías. Con esto no propongo siquiera cooperativizarlo todo. E, incluso si lo estuviese proponiendo, eso no sería anticapitalismo. Se pone en evidencia en el siguiente ejemplo: El fascismo es la estafa mediante la cual el capitalismo se prolonga en épocas de crisis. Francisco Franco fue un fascista. Francisco Franco apoyó el crecimiento de la Corporación Mondragón, una cooperativa de trabajo. Dentro de los márgenes de lo plausible, lo viable, lo probable, lo hacible, etc., diría que nuestra mejor opción es la democratización.
Si estuviese en el lugar necesario, en caso de no poder cooperativizarlo todo, propondría lo siguiente:
1. Democratización de la toma de decisiones: Debate y votación con un voto por persona.
2. Reducción de la brecha salarial entre el CEO de la empresa y el empleado promedio.
3. Un mínimo del 10% del capital social para los empleados en forma de acciones.