¿Botas de Astroboy sí? Sobre la funcionalidad y la memética en la moda

Hace unos días, MSCHF, notable estudio de diseño de gimmicks anunció el lanzamiento de sus Big Red Boots.

Inspiradas en Astroboy & otros personajes animados, las Big Red Boots son botas de goma oversized. La descripción del producto en el sitio de MSCHF comienza anunciando:

«Botas de cartoon para un mundo cool en 3D. La cartoonishness es una abstracción que nos libera de las limitaciones de la realidad. Si pateas a alguien en estas botas, hacen ¡Boing!»

Estas botas de $350 han estado poblado feeds de redes sociales por lo que, asumo, es una campaña de influencer marketing pre-launch. Hay opiniones polarizadas y garantías de que el lanzamiento va a ser existoso.

Pero, en este artículo, me gustaría usar a las botas sólo como un punto de partida para explorar la tendencia entre política, diversión & funcionalidad en la moda. Y, en especial, en qué se asume que la moda debería ser.

Pret a Porter & Conservadurismo

Hace algunos años, ciertas fotos de una pasarela de Thom Browne circularon por internet bajo el precepto de que se trataba de evidencia de:

  • La decadencia de la masculinidad
  • Una guerra contra la belleza
  • La agenda liberal para vender Occidente por partes
  • Probablemente alguna otra cosa más

Y como esa pasarela, hubo muchas otras que se popularizaron, sin fuente específica y por puro shock value, entre círculos conservadores.

Hay tres aclaraciones que es menester hacer, en esta instancia:

  1. Hay buenos y malos ejemplos de moda experimental. Algunas ideas son haraganas o están mal ejecutadas. Y, por lo tanto, no las voy a defender.
  2. La mayoría de la ropa que se ve en pasarelas no está presentada de la forma en la que debería ser usada. La pasarela no es prescriptiva. Está presentada en función de expresar, de la forma más fiel posible, la visión del diseñador.
  3. Buena parte de las prendas que se ven en pasarelas no están disponibles como pret-a-porter (es decir, para su venta al público). No tienen como destino ser usadas para ir al supermercado. No importa si el supermercado es un chino en Aldo Bonzi o un Whole Foods en Calabasas.

Afortunadamente, la moda no es un monolito. Y hay necesidades de mercado que fuerzan cierta diversidad. Mientras haya gordos que quieran ir a la oficina en un traje azul sin aditamentos extraños, van a seguir vendiendose trajes azules clásicos.

Pero en la moda también hay espacio para el artista y el artesano – e incluso para el humorista.

La moda como ámbito político

La moda es profundamente política. Está atravesada por factores socioculturales. Depende de ciertas condiciones de producción. Y, como dice Zizek sobre el diseño gráfico, la moda nos enseña qué desar y cómo.

Por eso, si bien me resultan burdos ciertos intentos de activismo de la representación en la moda, los veo razonables. Es interesante pensar quién está socialmente habilitado para vestir qué y qué podría significar esa elección.

Recuerdo, hace unos años, haber escuchado a alguien condenando a quienes venden réplicas de bolsos como si ese delito fuese tan grave como el tráfico humano. Esto se debía, en parte, a una intención de preservar al bolso como símbolo de status inconfundible.

Incluso cuando no quiere serlo, la moda tiene implicaciones políticas en cuanto a sus condiciones de producción.

Recuerdo que hace algunos años se puso particularmente gediento el debate alrededor de la fast fashion (Zara, H&M, Abercrombie & Fitch, American Eagle, Forever 21…) vs. la slow fashion. La slow fashion, si bien no dependía tan directamente del trabajo esclavo, sólo era accesible para quienes pudieran pagar un plus por una prenda «ética». A su vez, se llegó a cuestionar el upciclying porque involucraba ir a donde los pobres van a comprar ropa, vaciar el stock, y revenderselo a gente con dinero. O bien, incluso de no darse la reventa, comprar esas prendas pudiendo acceder a otras.

Llegado cierto punto, no queda más que arrojar los brazos al aire y decir que no hay consumo ético bajo el capitalismo. Todo involucra que algún culo sangre. Y el buenismo termina convirtiendose en paranoia. En especial, porque cada persona que ejerce ese buenismo pretende arbitrarlo en los demás.

Pero bueno, movámonos a algo más interesante.

Por qué quiero mucho a Walter Van Beirendonck

A finales del siglo pasado, un grupo de diseñadores belgas alcanzaron reconocimiento mundial subvirtiendo ciertas convenciones del diseño de indumentaria.

Algunos nombres incluyen Ann Demeulemeester, Dries Van Noten, Martin Margiela y quien le da título a esta sección.

Me gustaría reparar en el legado de Walter Van Bierendonck porque es un exponente de la moda como algo divertido.

Siempre recuerdo un comentario que alguien me hizo sobre que el humor suele involucrar la cosificación. Una persona con un sombrero gracioso se une con el sombrero y ella misma se convierte en una figura bizarra. Van Bierendonck juega con la forma humana, la pinta de colores saturados y le anexa dispositivos de formas curiosas. En algunos casos, también recurre a elementos asociados con la sexualidad y el fetichismo. Esto sólo refuerza el efecto cómico.

Si cruzamos esto con los mensajes políticos que Van Bierendonck también suele manifestar en sus diseños, podemos considerarlo un exponente de lo que algunos anglos llaman «Queer Joy». Básicamente, la joie de vivre gay que pretende suplantar a lecturas de la homo/trans/bisexualidad basadas en el dolor, la precariedad y lo funerario.

No toda la moda es Van Bierendonck. Probablemente nunca lo sea y probablemente no pueda serlo. De hecho, la mayoría de la gente que compra «statement pieces» las complementa con otras prendas más conservadoras. Nadie tiene un armario de statement pieces que combina de forma agresiva para la vida diaria.

Pero me alegra mucho que esto exista. Ya hay espacios donde angustiarse y tomarse las cosas en serio. Está bien que la moda sea un espacio tanto de catársis artística como de exploración lúdica. Incluso quienes dedican su vida a la industria de la moda y debaten apasionadamente sobre las implicancias políticas de su profesión, lo saben: Al final del día, es sólo ropa.