«Who Do You Think You Are? I Am!»

Una de mis victorias deportivas favoritas es la de Pete Weber, en el Abierto de Bowling de Estados Unidos en el año 2012.

Según Weber, durante sus tiros finales, un grupo de niños comenzó a hostigarlo verbalmente. Tras su strike final, Weber mira a la tribuna y grita «¡¿Quién crees que sos?! ¡Yo soy!», cerrando la riña con una potente declaración ontológica.

El vitoreo de Weber sólo da título a este artículo. Pero no se trata de él. En su lugar, se trata de este meme que vi en Are.na hace unos días:

Meta-meme

Bien podría decirse que este es un «meta-meme», porque comenta sobre el formato «Little Miss», surgido en los últimos meses. A pesar de su especificidad, esta imagen podría ser considerada un comentario sobre todos los memes. Los memes son herramientas de auto-identificación. Sí, yo soy un Chad, si, yo pertenezco a este grupo, con este sentido del humor y esta inclinación política. «He like me, fr fr». Necesito verlo a él (Patrick Bateman, por ejemplo) cuando me veo a mí mismo, porque ya no puedo verme a mí mismo.

Los memes (sean wojaks, «estéticas» de TikTok o grupos de K-pop) son formas de autoidentificar y dibujar comunidad, en una época en la que el concepto de comunidad mismo se encuentra hiper-monetizado y vaciado.

Este sentido de atomización del «yo» y del «nosotros» no es nuevo. De hecho, hay un filme que es un documento de este problema. Y he leído análisis sugiriendo que había envejecido mal, porque «el problema central ya fue solucionado por internet, donde todo el mundo puede encontrar comunidad». Mentira.

Este artículo no se trata, ni de Pete Weber, ni del meme de Little Miss, ni de los intentos de forjar comunidad en internet. Este artículo se trata de American Beauty (1999, Dir. Sam Mendes).

Sobre Belleza Americana

Still de American Beauty (1999)

Existe un consenso sobre que el tema central de Belleza Americana es la identidad. Más específicamente, que el film trata sobre la relación entre uno mismo y lo que quiere proyectar, siendo la identidad algo inestable, un ensamble entre las falencias que uno pretende disimilular y lo que hace para dimisularlas.

Esto me recuerda a una frase muy citable, salida de Mother Night de Kurt Vonnegut: “Somos lo que pretendemos ser, entonces debemos ser cuidadosos sobre qué pretendemos ser.”

Pero la identidad no es sólo un lugar de autoconstrucción, sino tambien de conflicto u encuentro con los demás. Nuestra identidad, en todo momento, requiere un reconocimiento por parte de aquellos a nuestro alrededor. Y a su vez, jugamos con lo que proyectamos para lograr cierto tipo de reconocimiento específico. Es muy interesante cómo, desde los momentos más tempranos de la película, se notan estas tensiones en el grupo familiar protagonista.

Lester, interpretado icónicamente por el IRL devorador de pendejos Kevin Spacey), pretende ser libre – pero su idea de libertad involucra recrear su adolescencia. Entrenar, trabajar en un restaurante de comida rápida y, para ponerlo en términos locales, «c-wordearse a una pendeja». Esto entra en conflicto con el deseo de su hija, Jane, de tener un padre digno de admiración. Jane, a su vez, no encuentra nada admirable en su madre, Carolyn, que pretende proyectar una imagen de éxito profesional para exorcisar infancia de carencias.

Por cierto, vale la pena aclarar, como para fingir que estoy hablando de cine: Los análisis de Belleza Americana suelen ser bastante solemnes – y sí, se trata de «un drama». Pero tiene un sentido del humor muy interesante, que no se manifiesta mediante puns, sino mediante cómo hace foreshadowing, lo conciso que resulta el diálogo, y cómo modula emocionalmente. La dirección de arte es impoluta. Como fuese, volviendo a lo que nos concierne:

Todas estas tensiones y esta necesidad de consensuar identidad con un otro no desaparecieron en los últimos 23 años. Sólo se profundizaron. En parte por la creciente visibilización de las personas LGBT (incipiente en los tiempos de American Beauty, que gestiona este asunto hermosamente, por cierto). En parte, por la aparición de identidades cultivadas mucho más desarraigadas de la realidad material o social circundante: Ya no siento que mi vacío se llena compitiendo con un rival profesional. La versión más genuina de mí mismo es un siervo de la gleba.

Algo interesante es que hubo un shift, si se quiere, entre un modus operandi que involucraba saciar al yo mediante la autocuraduría vs. intentar proyectar cambios sistémicos en función del yo. El vacío ya no se sacia sobrecompensando y diseñando un yo, sino tambien proyectando esa sobrecompensación sobre el mundo. Entonces, todo yeite puede ser detonador de una secta.

Este artículo no es un análisis sobre Belleza Americana: Continúo tejiendo mi red de mentiras. Este es un artículo sobre Safe (1995, Dir. Todd Haynes).

Y no es gripe, gordito

Still de Safe (1995)

Antes de comenzar, tengo que mencionar que este film fue tratado en Gay Directors, Gay Films? de Emanuel Levy. Y sí, que no quepa duda: Este film es gay.

Safe está ambientada en 1987, durante la epidemia de VIH. A quien les interese este ángulo particular, le recomiendo un artículo que David Roth escribió en 2020. Lo único en lo que disiento con Roth es el paralelismo entre el VIH y el COVID-19 – pero ese es un asunto que podemos posponer.

Es muy interesante que la única mención del VIH en Safe no sea una mención en absoluto. La escena es un diálogo cortado, apenas inteligible para aquellos que no relacionan el año 1987 con la epidemia de VIH. La muerte está del otro lado de lo decible.

En American Beauty hay ciertas instancias de incertidumbre económica y de una lucha interminable por una posición social, que corroe las relaciones interpersonales. En Safe, impera un sentido de bienestar y progreso que no significa nada. En este sentido de bienestar irrumpe el sufrimiento de los otros, que se manifiesta psicosomáticamente.

Pero en realidad, este artículo no trata de Safe. Una Carol (Julienne Moore) frígida y letárgica comienza a toser descontroladamente cuando los gases de un camión se meten en su auto. Al mismo tiempo, escucha cómo se discute el potencial fundamentalismo religioso de Ronald Reagan.

La búsqueda de Carol no es equivalente a la de American Beauty. No está buscando constituir una identidad mejor. Tampoco está buscando proyectar esa identidad sobre el mundo. Sólo quiere liberarse de los agentes patógenos del sufrimiento de los demás – y esa lucha por purificarse de sustancias ofensivas se vuelve central a su identidad.

Me recuerda, en cierto punto, a las dietas detox y al discurso moralizador alredeor de la comida. Hay comida «limpia» (y, por consecuente, comida sucia). Hay que limpiarse con dietas líquidas, justificadas como sea, pretendiendo que nuestra dieta esta plagada de toxinas que el hígado y los riñones no pueden filtrar. El estómago (una bolsa de ácido), de repente necesita ayuda disolviendo una hamburguesa – y esa ayuda está en camino, mediante jugos laxantes. Esta obsesión con la pureza, en su reencarnación contemporánea, toma tanto de la nutrición como del new age y de la astrología, toma un lugar central en la identidad de quien lo predica, y se mantiene exclusivo a fuerza de precios altos.

Más allá del libro, Safe está plagada de decisiones creativas interesantes. Por ejemplo, la cámara es estática y siempre se mantiene a una distancia prudencial de los personajes. Especialmente de la protagonista. En una entrevista con Filmmaker Magazine, Haynes explicó:

«We were trying to define her and feel her and find her as a character but we always [did] it in relation to her space. You don’t really have full access to the character, to her psychology, history – things that we’re usually pretty quickly given access to in a movie.»

Pero este artículo tampoco se trata de Safe.

No, bromeo. Este es el final. Gracias por tu tiempo.