¡Ay, la filosofía!

El youtuber y escritor Mauricio-José Schwarz publicó en su canal, a fines del año pasado, un video en el que explica los motivos por los cuales -según él- la filosofía como profesión es inviable y estéril y es necesario reemplazarla por un estudio de la historia de las ideas. ¿Qué se esconde detrás de este discurso? ¿Una propuesta revolucionaria o la mera reproducción de una política conservadora que considera que los Estados no deben invertir en enseñar a sus estudiantes a filosofar? El rey va desnudo es un proyecto que Schwarz lleva adelante en la forma de una propuesta que él mismo presenta en su canal de YouTube como “ateísmo y crítica a las religiones, pensamiento crítico, misterios falsos y conspiranoias bobas.”
En este marco, en noviembre de 2018, fue tratada la cuestión de la filosofía como una profesión, junto con sus prácticas académicas, para demostrar que hacer filosofía no sirve para nada. Este es el video: 

Ahora bien, veamos algunas de las tesis de Schwarz, punto por punto. 

“La filosofía no es capaz de producir conocimiento válido, porque no es posible comprobar sus hipótesis contrastándolas con la realidad. La única disciplina capaz de producir conocimiento es la ciencia.”

 Según Schwarz, la filosofía dejó de tener sentido cuando aparecieron los métodos científicos porque el objetivo principal de esta disciplina siempre fue el conocer la realidad que nos rodea y, a diferencia de lo que sucede con la ciencia, los métodos filosóficos no permiten verificar empíricamente sus hipótesis. La obtención de conocimiento, a partir de ese momento, pasó a ser propiedad exclusiva de las ciencias y la filosofía debería haber concluido sus tareas por haber perdido su objeto de estudio. Lxs filósofxs deberían entonces haberse volcado a la práctica científica, o retirado. Pero no fue así, y al parecer este es el problema: que ahora, estxs se dedican a debatir sobre cuestiones cada vez más abstractas y abstrusas acerca de palabras o conceptos que no tienen una definición certera, como por ejemplo ”libertad” o “yo”.
 
¿Cuál es el problema con este planteo? En primer lugar, que presupone una manera determinada de entender al conocimiento. Que los métodos de las ciencias verifiquen sus hipótesis empíricamente con datos y experimentación tiene que ver con sus objetos de estudio y con la manera de abordarlos. ¿Por qué señalo esto? Porque decidir que el conocimiento es de un sólo tipo -es decir, en este caso, verificable a través del método científico- y que su validez se comprueba empíricamente es una aseveración epistemológica, es decir -¡sorpresa!- filosófica. 
La epistemología es una rama de la filosofía que se dedica a discutir, precisamente, nociones como conocimiento, verdad o ciencia. ¿Cómo podríamos asegurar en primer lugar que estamos haciendo ciencia si no tenemos un criterio de demarcación científica o nos ponemos de acuerdo acerca de qué significa conocer algo en el marco de un determinado campo de investigación? La filosofía de las ciencias se ocupa de estas últimas cuestiones. Pero, en la lectura de Schwarz, parecería que las formas de entender la ciencia -y, en esta misma línea, los paradigmas científicos- son un tema menor. No se trata aquí de una competencia acerca de cuál es la disciplina más válida o más relevante, sino de comprender que, si bien son dos disciplinas diferentes, interactúan y se retroalimentan en muchos sentidos. 
Es cierto que alguna vez las prácticas filosóficas y las científicas estuvieron íntimamente relacionadas, al punto de no distinguirse con claridad entre ellas, pero: ¿es acaso el objetivo de la filosofía hoy en día dar cuenta de la superficie del planeta Plutón? La respuesta, por muy clara y evidente, pareciera escapársele de las manos por momentos a este autor. Y, en cualquier caso: el hecho de que el tipo de conocimiento y los métodos que plantea la filosofía para abordar sus objetos de estudio sea sustancialmente diferente al que plantean las ciencias, ¿la vuelve un conocimiento menos valioso y, por ende, menos útil? Avancemos en el planteo de Schwarz para averiguarlo. 

“La labor profesional y el esfuerzo académico de la filosofía son una pérdida de tiempo porque carecen de aportaciones que valgan la pena.”

Schwarz se pregunta por los aportes de la filosofía en los últimos diez años. Según él, no existe justificación alguna para que existan instituciones educativas en donde se imparta la carrera ni tampoco para que el Estado financie investigación filosófica, ya que esta no tiene absolutamente ninguna relación con la realidad objetiva. 
Tomemos entonces por caso ejemplar un debate público contemporáneo bien conocido por todxs que está teniendo lugar en Argentina para ver cómo opera la filosofía en la realidad “objetiva”: el derecho de los cuerpos gestantes al aborto seguro, legal y gratuito.
Durante estos últimos años, en todos los medios de comunicación y cenas familiares se abrió el debate por el aborto a raíz del movimiento feminista. En este debate, sobre todo, se volvió patente la cuestión de la vida y los derechos. Los autodenominados “provida” sostienen que desde el momento de la fecundación del óvulo existe dentro del vientre del cuerpo gestante una persona con derechos. Se escuchan en la televisión y en las radios de todo el país a personajes públicos e incluso a individuxs con cargos políticos afirmar enfáticamente que un cigoto es lo mismo que una persona, y por este motivo practicarse un aborto involucra un homicidio que debe ser penado por la ley. ¿Cuál es la consideración que subyace a este tipo de afirmaciones? ¿Es acaso una consideración científica? De hecho, no lo es. De “óvulo fecundado” a “persona” hay un trayecto filosófico. Ese mismo que Schwarz busca negar por considerar estéril. 
El movimiento feminista también está atravesado por consideraciones filosóficas, desde el momento en que pone al descubierto la importancia que tienen algunas preguntas acerca de la mujer. ¿Qué es una mujer? ¿Existe algo como “la mujer”? ¿Por qué, a través de la historia, la mujer quedó relegada al lugar en el que siempre estuvo? ¿Es la mujer un conjunto de características? ¿Es sus genitales? ¿Cuál es su rol? ¿Tiene un rol? Todas estas preguntas son claramente filosóficas, y el des-cubrimiento de todos los supuestos que las cubrían permite, efectivamente, discutirlos y empezar a modificar la realidad a partir de su cuestionamiento. 
Yéndonos un poco más lejos en el tiempo, también podemos recordar el debate por el matrimonio igualitario que tuvo lugar hace algunos años en nuestro país y culminó con la sanción de una ley. En ese entonces también nos cuestionábamos nociones como familia, amor o identidad. Más atrás aún: las revoluciones de independencia que tuvieron lugar en nuestro país y en toda América Latina, aquél momento en que nos preguntamos qué es un pueblo, qué es el poder y a quién tenemos que dárselo.
¿Qué quiero señalar con todos estos ejemplos? Que, atravesando todas nuestras prácticas en la esfera personal, en la pública, en la política, en la económica, en lo que decidimos comer, en la forma en la que establecemos qué es un delito y qué no, en el ordenamiento de las prioridades públicas y personales: hay una consideración filosófica. Por supuesto que algunas ramas de la filosofía tratan sobre cuestiones que son muy abstractas y por momentos se hace difícil ver en dónde cuadran, pero detrás de todo eso que consideramos natural e incuestionable hay un trasfondo filosófico operando que regula la manera en la que entendemos e interpretamos la realidad. La filosofía no se agota en una práctica institucional, porque imaginar un mundo sin filosofía es imaginar un mundo en el que nunca nadie se hubiese preguntado “¿por qué?”.

 “No tenemos motivos para darle más credibilidad a unx filósofx que a lo que dice cualquier otra persona. Una persona que estudió filosofía no tiene autoridad para dictaminar cuestiones de bioética.”

A estas alturas supongo que podremos imaginarnos que Schwarz está completamente ajeno a la forma en la que opera la bioética. Los comités de bioética suelen ser equipos interdisciplinarios compuestos por profesionales de diferentes áreas entre lxs que, habitualmente, se encuentra algunx filósofx. La ética es una rama de la filosofía que también se estudia de manera aplicada en varias otras disciplinas, ya que las atraviesa a todas. Ahora bien: ¿por qué una persona que se formó estudiando ética tendría menos autoridad para interceder en debates éticos que unx cardiólogx, con formación prácticamente nula en el área? Según Schwarz, pareciera que mil lecturas no hacen la diferencia. 

“Stephen Hawking ha puesto en duda el valor de la filosofía.” 

Es cierto. En The Grand Design (2010), escrito junto a Leonard Mlodinov, Hawking declara que «la filosofía ha muerto» porque gracias a su teoría la ciencia ahora puede responder -entre otras- a una de las preguntas fundamentales de la filosofía, es decir: ¿por qué existimos? Para responder a esta pregunta, Hawking se vale del principio antrópico y los universos múltiples que predice la teoría cuántica, demostrando cómo es posible que algo se cree a partir de la nada. Sin intención de desmerecer a este científico -a mi entender, el más importante de nuestro siglo y además uno de mis predilectxs-, me gustaría citar al respecto al químico Pere Estupinya, en una columna del diario español El País de Septiembre del mismo año que causó gran revuelo: 
“A mí el principio antrópico me resulta insatisfactorio, y de manera respetuosa le diría a Hawking que —  después de haber establecido que la filosofía está muerta — el argumento del principio antrópico es más filosófico que científico. Resulta consistente con las leyes de la física, pero eso no es suficiente. Por una parte, no puede ser testado experimentalmente, pero por otra tampoco se deduce de ninguna ley ni otro principio físico. Es claramente una deducción, o interpretación, que puede ser acertada o no. Arriesga demasiado Hawking al expresar taxativamente que la filosofía está muerta, y queLa Teoría M es la teoría unificada que Einstein estaba buscando’, cuando está lejísimos todavía de poder ser testada experimentalmente.”

“La filosofía no enseña pensamiento crítico, porque lxs filósofxs no enseñan a dudar de ellxs mismxs sino que presentan sus tesis como verdades incuestionables.”

Schwarz describe, en este punto, malas experiencias personales en la escuela. Según él, no hay que continuar enseñando filosofía en las instituciones educativas porque, en el fondo, es un mero adoctrinamiento acerca de cómo hay que vivir que no despierta preguntas en lxs alumnxs sino que por el contrario las neutraliza.
En El crepúsculo de los ídolos, Friedrich Nietzsche habla de la historia de un error al mencionar la tesisyo, Platón, soy la verdad” en un sentido claramente crítico. ¿Habrá leído alguna vez Schwarz algunx detractorx de la metafísica de la presencia o de la subjetividad moderna? 

“La filosofía académica no debería existir. En su lugar, debemos estudiar historia de las ideas.”

Todo esto nos deja desnudxs frente a una pregunta: ¿qué es la filosofía y cuál es su tarea en el mundo actual?
Es cierto que muchas veces el conocimiento filosófico queda encerrado en el ámbito académico, relegado a una élite que tiene tiempo y recursos para leer, interpretar y estudiar cuestiones que en la superficie parecen triviales. Desde la academia, deberíamos trabajar en que esto no fuera así. Es, de hecho, una de las mayores tareas que considero que nos debemos.
Personalmente, me gusta pensar a la filosofía, ante todo, como un señalamiento y como una invitación. Lo que traté de evidenciar en estas líneas es que no tenemos bien en claro qué es la vida, qué es la mujer ni qué es el poder, pero nos comportamos como si lo hiciéramos y realizamos nuestras prácticas cotidianas a partir de ello. Creo que la filosofía viene, justamente, a señalar eso. El debate filosófico no plantea una mera guerra de egos por definir quién tiene la verdad absoluta acerca de las cosas -a pesar de que en muchas ocasiones se haya teñido de ese matiz-. En el fondo es, tal vez, una manera de demostrar que justamente hay conceptos que son indecidibles y que algunas de nuestras prácticas -como por ejemplo las machistas o las homofóbicas- son infundadas y debemos cuestionarlas. 
Decir que sólo deberíamos estudiar historia de las ideas, como si se tratara de un recuento de cadáveres y no se llegara a advertir todo lo que vive en nosotrxs de esas formas de entender y descifrar -y, por lo tanto, de habitar- la realidad es, como mínimo, peligroso. Porque la filosofía no va de dar respuestas, sino justamente de generar el espacio para que se formulen preguntas que en otros espacios no tienen lugar. Va de señalar un marco dentro del que operamos cotidianamente y que, en tanto oculto, debemos traer a la patencia. La transmisión de esta puesta en cuestionamiento, académica o informal, es la única manera que tenemos de modificar la «realidad objetiva» en la que vivimos a la que Schwarz cree que sólo podemos aproximarnos con el lente de un microscopio.