¿Para qué sirve la filosofía? Para develar el fundamento del ente, nos diría de manera casi robótica un profesor. Y en cierto punto (y más allá de la pobreza de la respuesta) es bastante cierto. Personalmente me inclino por pensar que la filosofía sirve para hacer preguntas incómodas sobre temas filosos. Para nunca dar nada por sentado. Hay, de la misma manera, películas que, sin resultar literalmente incómodas, pueden suscitar ciertas preguntas. Pueden sacudirnos la estantería, en otras palabras. Ghost in the Shell es para mí una de ellas: una película “filosófica”, por así decirlo (a parte de ser tremenda).
La película arranca describiendo un mundo donde se dio un progreso tecnológico enorme (onda Cyberpunk), pero que dicho progreso no derivó aún en la eliminación de barreras culturales ni en la desaparición del Estado-Nación. Es, por tanto, un mundo tecnológicamente acelerado, con una realidad material futurista en la que, de todas maneras, aún existe una clara diferenciación de clases sociales. Motoko Kusanagi (la protagonista principal) es un ciborg de la enigmática sección 9, encargada de defender los intereses económicos y políticos de la clase dominante. Es literalmente una máquina de matar equipada con tecnología de punta y encargada de hacer el trabajo sucio que el Estado y las corporaciones requieren que se realice en silencio. El cuerpo de Motoko está totalmente modificado, al punto de que lo único que la vincula con su humanidad es su conciencia (the Ghost in the Shell), y no puede sobrevivir sin mantenimiento diario.

A medida que la trama avanza Motoko deberá encontrar y capturar a una especie de Edward Snowden justiciero que se hace llamar The Puppet Master, que a través de habilidades cibernéticas sin precedentes hackea sistemáticamente la conciencia de individuos de las más altas esferas para develar sus secretos de Estado. Lo particular de The Puppet Master es que, como se nos revela más adelante, no es un individuo en la manera en que lo puede ser Motoko o incluso un humano común y corriente. The Puppet Master es, en sus propias palabras, una “forma de vida autónoma gestada en el mar de la información”, una conciencia autónoma derivada de consecuencias no-deseadas de un proyecto de Estado, el proyecto 2501. Es, en síntesis, una forma de vida resultante de la evolución tecnológica, que surge a partir del flujo de información cibernética.
Contradicción sistémica
La contradicción individuo-Estado es inherente a la modernidad: El conflicto entre los deseos y proyectos del individuo y la existencia de un conjunto de instituciones enmarcadas dentro del Estado que para sobrevivir lo fagocitan sistemáticamente. Ésto se ve reflejado a la perfección en Ghost in the Shell. Motoko obtiene de la sección 9 un cuerpo ciborg capaz de llevar a cabo hazañas que un humano común solo podría soñar. A cambio solo tiene que entregar su vida, todo lo que la hace humana: sus recuerdos, su conciencia. Pero al fusionar su conciencia con The Puppet Master, Motoko (aunque a este punto ya no sé si es correcto seguir llamándola así) alcanza una superación del individuo. El fundamento mismo de la religión en la tierra es aniquilado en el mismo momento en que esta fusión antinatura toma lugar. Un nuevo tipo de humano surge (o más bien una superación de este) a partir de la fusión de 2 conciencias que, en dicho proceso, no pierden su autonomía. Como bien detalla Motoko en la película (y más adelante también The Puppet Master), la diversidad es la única barrera del humano contra la aniquilación. ¿Y que hay más diverso que dos conciencias autónomas articuladas en un solo cuerpo?
Esta contradicción sistémica revela entonces el carácter anti-humano del Estado: ¿Qué clase de diversidad puede existir bajo la tutela de un conjunto de instituciones articuladas a través de un proyecto unitario? Es normal que, al igual que Motoko Kusanagi nos sintamos desamparados (y eso que ni siquiera somos ciborgs).

Pero The Puppet Master introduce un cambio radical en la vida de Motoko, y da a entender al final de la película que ese cambio se extenderá al resto de la humanidad –“La red es vasta e ilimitada”-. Y el proyecto 2501 es resultado de cambios en la realidad material, de una aceleración tecnológica sin precedentes que deriva en un mundo Cyberpunk.

El humano, animal social
El humano es tal en la medida en que existe en sociedad. Es un hecho que la subjetivación individual se da pura y exclusivamente en sociedad –lo que un antropólogo denominaría alteridad-, de manera colectiva. Y es un hecho que la manera a través de la cual nos relacionamos está determinada por nuestra realidad material. Así como no son iguales las dinámicas de relación social entre individuos de distintas clases socio-económicas, no es igual la manera en la que nos relacionamos ahora que de la que lo hacíamos hace 1 siglo. La tecnología reconfiguró de manera fundamental la manera en la cual nos relacionamos con los demás y, por ende, los mecanismos de subjetivación individual. Entonces, si lo que pretendemos es visualizar una superación de la contradicción individuo-Estado, es de suma importancia que introduzcamos cambios en la realidad material. Ghost in the Shell revela estos cambios como una aceleración tecnológica sin precedentes. Personalmente, creo que la tecnología es una especie de “herramienta de liberación”, o por lo menos un campo de disputa donde se puede soñar con conseguirla.

Ghost in The Shell nos muestra también que el transhumanismo es una herramienta a través de la cual el individuo puede superar barreras dadas por la misma naturaleza humana, donde el individuo puede acelerarse a sí mismo hacia la superación. Al fin y al cabo, la fusión entre la conciencia de Motoko Kusanagi y The Puppet Master tiene lugar pura y exclusivamente debido a la externalización de la conciencia humana al espacio cibernético: es decir, gracias a las modificaciones tecnológicas insertas en el cuerpo de Motoko –al transhumanismo-. ¿Podremos nosotros, volviendo a la pregunta inicial, develar el fundamento del ente a través del aceleracionismo y el transhumanismo? Quizás no haga falta; quizás, en un futuro podamos crear nuestros propios fundamentos y vivir bajo nuestras propias reglas.